La red social invertirá dos años para intentar desarrollar dos aparatos para enviar mensajes con el cerebro y recibirlos mediante el tacto. Pero los expertos dudan de si sus ideas serán factibles; la neurociencia actual está muy lejos de eso.
Hace un año, Facebook creó un equipo especial de proyectos avanzados llamado Building 8 centrado en desarrollar dispositivos futuristas. La red social defendía que estos misteriosos proyectos impulsarían su objetivo de conectar al mundo.
En su pasada conferencia anual para desarrolladores, la F8, Facebook presentó dos de los seis proyectos en los que está trabajando, y todos parecen ideas más típicas de la ciencia ficción.
Facebook afirma que espera desarrollar un nuevo tipo de interfaz cerebro-ordenador no invasiva, como un gorro o una diadema, que permita enviar mensajes de texto con la mente. Otro proyecto trabaja en un dispositivo portable, un brazalete, tal vez, que permita “escuchar” palabras a través de la piel.
La líder de Building 8, Regina Dugan, afirma que ambos proyectos llevan seis meses en curso y que Facebook decidirá dentro de dos años si merece la pena continuarlos. Dugan había sido directora del Grupo de Tecnologías y Proyectos Avanzados de Google y directora de la agencia de investigaciones del Pentágono de Estados Unidos, DARPA.
El proyecto de pensamiento-a-texto está siendo liderado por Mark Chevillet, que anteriormente era profesor adjunto de neurociencia de la Universidad de Johns Hopkins (EEUU).
Chevillet explicó que el objetivo a dos años consiste en desarrollar un sistema no invasivo que capte las señales del habla del cerebro y las convierta, silenciosamente, en un mensaje de texto a una velocidad de 100 palabras por minuto.
Y detalló: “Queremos obtener esas señales justo antes de que se genere el sonido para que ya no haga falta decirlo en voz alta“, explicó.
Facebook está colaborando con la Universidad de Johns Hopkins, la Universidad de California en Berkeley (EEUU) y la Universidad de California en San Francisco (EEUU) en el proyecto, que se centrará en encontrar una manera de emplear luz, como LED o láser, para detectar las señales neuronales emitidas por la corteza cerebral, explicó la responsable.
Este método funcionaría de forma parecida a la espectroscopía del infrarrojo cercano funcional, que actualmente se usa para medir la actividad cerebral.
La diadema o gorro de Facebook podría ser muy útil para personas con parálisis graves que les impiden comunicarse. Pero Facebook cree que con el tiempo, las interfaces cerebrales podrían proporcionar una vía para “pensar” un mensaje en lugar de teclearlo, o de enviar un mensaje de texto en medio de una conversación. También podrían convertirse en una vía de comunicación para la realidad virtual y aumentada, dos tecnologías en las que Facebook ha estado trabajando mucho.
Chevillet dijo que ya existen buenos ejemplos de interfaces cerebro-ordenador, como un reciente estudio en el que tres personas paralizadas pudieron emplear su mente para seleccionar letras por medio de un cursor en pantalla. Uno de ellos llegó a escribir a 8 palabras por minuto. En ese estudio, un implante cerebral grababa las señales neuronales. Otros experimentos han intentando interpretar qué sonidos hace o piensa la gente.
Tales proyectos de decodificación del habla han requerido cirugías para introducir un implante electrónico en el cerebro o en su superficie. Pero los investigadores de Facebook intentan detectar las señales desde fuera del cerebro para después traducirlas en texto. Hacerlo de manera precisa, en tiempo real y al ritmo que propone Facebook supondría un enorme avance frente a los logros que la neurociencia ha conseguido hasta ahora.
Los neurocientíficos del público durante la presentación de Dugan se quedaron con más preguntas que respuestas. “Resultó bastante ambiguo exactamente cómo van a lograr registrar la actividad neuronal directa mediante estas técnicas ópticas, esa es la gran pregunta”, dijo el neurólogo y neuroingeniero de la Universidad de Northwestern (EEUU) Marc Slutzky. Y añadió: “Si pueden demostrar eso, abrirán todo un mundo nuevo de posibilidades, pero la vanguardia no se acerca a eso ni de lejos. Habrá que ver si la posibilidad de registrar información muy detallada de forma no invasiva es realista”.
Slutzky dice que los implantes cerebrales que hasta ahora se han implantado dentro del cráneo sólo pueden decodificar los sonidos del habla que la gente piensa con una precisión de entre un 40% y un 50%.
El segundo proyecto, centrado en que la gente reconozca palabras a través de la piel, está inspirado en el braille y el tadoma, un método de comunicación en el que las personas sordomudas colocan una mano sobre la cara de otra persona para sentir las vibraciones generadas y el aire expulsado cuando habla.
En un experimento, los investigadores desarrollaron un dispositivo con 16 actuadores y lo colocaron en el brazo de una ingeniera. Otro ingeniero tenía una tableta con nueve palabras en pantalla; cuando tocaba las distintas palabras, como “agarrar”, “negro” y “cono”, la primera ingeniera sentía vibraciones en su brazo que correspondían a esas palabras y fue capaz de interpretar que debía agarrar un cono negro de la mesa que tenía delante.
Para hacer esto, los investigadores separan una palabra hablada, como “negro”, en sus componentes de frecuencia, y después envían esas frecuencias a los actuadores del brazo, explicó Dugan. “En lugar de pasar desde el cóclea hasta el cerebro, [la señal] pasa de su brazo a su cerebro“, añadió.
Los investigadores creen su técnica para emitir el lenguaje mediante la piel llegará a distinguir entre alrededor de 100 palabras. También pueden utilizar señales no verbales como la presión y la temperatura.
Dugan afirma que la idea consiste en generar un dispositvo portable que envíe mensajes que el usuario pueda sentir, sin tener que sacar el móvil e interrumpir una conversación presencial en curso, por ejemplo.
Aunque ninguno de estos proyectos generará un dispositivo que podamos comprar, Dugan cree que podría llegar a suceder. La responsable concluyó: “Creo que pasados dos años deberemos tener una idea bastante buena de si será posible integrarlos en bienes de consumo“.