Normandía no es una región conocida por su buen tiempo, pero ha sido la elegida para acoger un proyecto pionero en material de energía solar. El Gobierno francés ha inaugurado allí este jueves el primer tramo de carretera solar del mundo: unos 1.000 kilómetros cubiertos por casi 3.000 placas fotovoltaicas capaces de producir la energía suficiente para cubrir la iluminación de los espacios públicos de una ciudad de 5.000 habitantes. La operación ha contado con una inversión de cinco millones de euros, aportados por una subvención del Estado. Los promotores de esta proeza tecnológica esperan poder abaratar su elevado coste, su principal problema actual, a medida que aumente su producción. De momento, el Ejecutivo prevé extender el experimento a cerca de 1.000 kilómetros de vías en todo el país en los próximos cinco años.
La electricidad producida puede luego conectarse directamente a puntos de consumo local, como las farolas o los semáforos de la carretera donde están instaladas las placas, o a una red de distribución o almacenamiento de energía. Sus promotores avanzan como ejemplo su uso como complemento energético en zonas de descanso de las autopistas o como fuente de electricidad para zonas remotas no conectadas. Según cálculos de la Agencia de Medio Ambiente oficial (ADEME), citada por la empresa, 20 metros cuadrados de estos paneles son suficientes para cubrir el gasto energético de una vivienda (sin contar la calefacción y en base a 1.000 horas de sol anuales), 15 metros cuadrados suministran la electricidad necesaria para hacer funcionar unos semáforos y un kilómetro puede alimentar a una ciudad de 5.000 habitantes.
La iniciativa en Normandía da el pistoletazo de salida a un plan que prevé ampliarse a 1.000 kilómetros de vías solares de aquí a cinco años. La próxima etapa será un tramo de la carretera nacional 164 de la vecina Bretaña y el aparcamiento de la zona de descanso de Marzan, en la misma región. A lo largo del año 2017 está también prevista una fase de prueba en el puerto marítimo de Marsella, en el sur del país. Según la ministra de Medio Ambiente, Ségolène Royal, el invento, una tecnología 100% francesa que el Gobierno quiere promover, ha provocado ya el interés de China y de varios países africanos.
La noticia ha sido acogida, sin embargo, con cierto escepticismo en el mundo de las renovables, donde destacan su elevado precio. “Se trata de un prototipo que todavía debe responder a varias preguntas: su coste con el tiempo, su producción y su tiempo de vida dada sus condiciones de uso”, valora así Jean-Louis Bal, presidente del Sindicato de Energías Renovables. De momento, dada la inversión y la producción máxima estimada, equivaldría a un coste de 17 euros por vatio, cuando instalaciones como las centrales fotovoltaicas sobre el suelo logran disminuirlo a cerca de un euro por vatio. “Todavía es pronto, estamos a la espera de ver cómo evoluciona”, considera Bal.
“Es una proeza tecnológica incuestionable, pero es, sobre todo, un chisme bonito de precio exorbitado”, valora por su parte Marc Jedliczka, director de la asociación especializada en renovables Hespul, al diario Le Parisien. “Hay otras urgencias si queremos desarrollar la energía solar en Francia, empezando por la simplificación de los procedimientos de colocación de paneles en los techos de los edificios”, concluye.