“Recuperación” en el tratamiento de adicciones

Cuando hablamos de adicciones, tenemos la enorme tarea de comprender las implicancias subjetivas que esto supone. La palabra “recuperación” tiene connotaciones diferentes. El Dr. Juan Pedro Sapéne, integrante del Servicio de Psiquiatría y Psicología de Grupo Gamma nos invita a ponernos en tema.

En los últimos años (desde finales de los 90), hemos ido viendo que en el campo del tratamiento de la salud mental y las adicciones se fueron produciendo una serie de cambios desde la conceptualización y práctica de modelos de tratamiento agudos, que priorizaban formas relativamente breves de psico y socio terapia, hacia modelos de sistemas de tratamiento orientados a la recuperación con un manejo y alcance de mayor tiempo.

Entonces, ¿Qué significa recuperación?

La primera definición que podemos dar es, la de ser un pasaje desde un estado de enfermedad  y aislamiento hacia un estado de salud y conexión. En el área del tratamiento de adicciones este estado se ha conceptualizado como el llegar a la sobriedad, con mejoras en la salud y en la participación social. En el territorio de la salud mental la recuperación se ha descripto en términos de recuperación médica/clínica (ya no existe la presencia de la enfermedad mental de manera diagnosticable, o una enfermedad activa), y de mejoras sustanciales del funcionamiento social (una vida con conexión social y de significado dentro de la comunidad). Muchas personas han alcanzado este estado de remisión clínica y para eso utilizamos el concepto de “recuperación” como descriptor de un proceso que reestablece la salud y la esperanza.

Una segunda definición de recuperación es el proceso mediante el cual una persona puede llegar a manejar y controlar los síntomas de una enfermedad persistente para lograr alcanzar una mejora de su calidad de vida y funcionamiento. Esto significa que los síntomas de la enfermedad pueden persistir con algunas fluctuaciones, por ejemplo, con deseos de consumo, pensamientos obsesivos, o distrés emocional, pero aquellos dejan de funcionar como el “centro operativo de control” personal, familiar y social de la persona en recuperación.

En tercer lugar, en poblaciones traumatizadas, oprimidas o segregadas la recuperación puede incluir el desarrollo de resiliencia, una llamada de atención de personas o grupos que muestran a la superación  del alcohol o de una enfermedad mental como un acto de supervivencia cultural. Con este grupo se identifican muchas personas que se encuentran en sobriedad desde hace algún tiempo y que se han reestablecido de las enfermedades adictivas llevando adelante una vida con múltiples “segundas oportunidades”, en donde la recuperación y  la vida, pueden florecer.

Vemos que existen muchos caminos diferentes para lograr una recuperación de largo plazo y todos son causas de alegría y  reconocimiento, esas mismas personas son las que llevan adelante su rehabilitación, y eso incluye  toda clase de estilos de recuperación.

El amor, la conexión humana y la búsqueda de sentido en el tratamiento de las adicciones.

Cuando una persona ha desarrollado la enfermedad de la adicción, simplemente no puede conocer la verdad. Todas las adicciones le dicen a nuestro cerebro reptiliano (un sector vital para que sobrevivamos y experimentemos emociones) “¡Seguí haciendo eso, está muy bien!”, por esta razón cualquier persona con adicción se defiende para convencerse y convercernos de continuar con esa conducta tan destructiva.

Los comportamientos adictivos no pueden sostenerse en la verdad, para que continúen organizamos un relato personal que permite que la adicción se sostenga, y para eso son necesarias toda una red de errores y omisiones en nuestra manera de pensar. Hemos estado escapando de la realidad para aliviar el dolor durante años y eso ha sido muy útil, pero al momento de buscar ayuda la red de mentiras y autoengaños ya no puede seguir funcionando y es allí donde comienza nuestro nuevo camino de autoconocimiento.

Para poder cambiar tenemos que  desarrollar una relación basada en el amor. Entendemos al amor como la capacidad de ocuparnos del desarrollo y el bienestar de una persona, ¡incluídos nosotros mismos!; si una persona con adicción se critica y odia a sí misma, podremos comenzar aceptando  muchos de los errores y equivocaciones que se hayan cometido, brindándonos cuidados,  preocupándonos por nosotros mismos, aun cuando no comprendamos bien lo que estamos haciendo.

El amor hacia nosotros mismos y hacia el otro serán nuestras acciones prioritarias en todas las etapas de nuestra recuperación. Pero como la enfermedad hace que nos alejemos de las emociones que experimentamos tanto en nosotros mismos como en el otro, necesitamos del desarrollo de conexiones humanas como otro de los elementos centrales. Ellas nos proporcionan alegría, aceptación y nos anticipan que somos importantes para el otro. Escuchando a nuestros compañeros de grupo reconocemos muchas formas de pensar y sentir que compartimos, eso hace retroceder a  la sensación de soledad y aislamiento que  va desapareciendo poco a poco.

Se ha escuchado una y otra vez que “Lo que no podemos hacer solos, podemos hacerlo juntos” y  es  que lo que permite que el tratamiento funcione no es llegar a la sobriedad, sino al desarrollo de conexiones humanas. Se  pone en marcha  otra vida posible, una segunda oportunidad que reemplaza a la falta de sentido que la enfermedad favorecía. El descubrimiento de un nuevo sentido en mi vida es impensable si no podemos  crecer como seres humanos dentro de nuestros grupos. Este desarrollo hace que ya no elija ni espere nada de mi adicción, comprendiendo  que en esta  etapa de mi vida, pasamos paulatinamente a ser  personas en recuperación con nuevos proyectos basados en nuestro  constante crecimiento personal.

Fuente: Dr. Juan Pedro Sapéne, integrante del Servicio de Psiquiatría y Psicología de Grupo Gamma 

 

Comentarios