Neurocardiología es un nuevo término para un concepto que se encontraba ya en el inconciente colectivo de la ciencia desde siempre, pero que en los últimos años comienza a delinearse, tomar forma y definirse.
Ahora ya sabemos que la historia del cerebro tiene intima relación con el pasado del estado cardiovascular, también con su presente y fundamentalmente lo tendrá con su futuro. Aunque parezca un juego de palabras, la inversa es también aplicable, para el corazón con respecto al cerebro.
Enfermedades como el Alzheimer o la demencia senil, que presentan cifras de crecimiento de tipo epidémicos a nivel nacional y mundial, tienen una base pronóstica en la salud cardiovascular que presenta la población. Algunos de los parámetros de referencia son la presencia y magnitud de la hipertensión arterial, los niveles de colesterol y de glicemia o las costumbres y hábitos alimentarios y de actividad física.
El mismo concepto también se aplica para patologías como los infartos cerebrales, accidentes cerebrovasculares (ACV) o los trastornos cognitivos, entre otros.
Pacientes con enfermedades cardiovasculares como angina de pecho o infarto de miocardio, tendrán peores pronósticos si además presentan depresión, neurosis o determinados trastornos del sueño, como insomnio o apnea del sueño.
Podemos afirmar que lo que hace bien al corazón hace bien al cerebro y viceversa; y esto fundamenta la concentración en la neurocardiología.