El estrés es la reacción que se genera en nuestro organismo a partir de la percepción de una amenaza externa o interna. Al preparar a nuestro cuerpo para enfrentarse a esos peligros, se ponen en marcha mecanismos fisiológicos que aumentan el metabolismo y el consumo de energía, y se activan respuestas de alerta como miedo, ansiedad, ira o agresión.
Si el cuerpo se mantiene demasiado tiempo en ese estado de activación, varios síntomas fisiológicos, psicológicos y de conducta pueden comenzar a manifestarse:
- palpitaciones,
- debilidad,
- vértigo o mareos,
- insomnio,
- dolores de cabeza,
- intranquilidad,
- trastornos estomacales,
- dificultad para concentrarse.
Omega 3. Se encuentra presente en pescados como el atún, la caballa, el salmón y las sardinas; y en las nueces y en semillas de lino –es necesario molerlas para que hagan efecto-.
Jugo natural de granada.
Uvas.
Por otra parte, el estrés crónico puede lesionar a las neuronas al activar ciertas células cerebrales llamadas microglía, que sintetizan substancias inflamatorias y radicales libres. Por eso, para desinflamar las neuronas y aumentar nuestra capacidad cognitiva, nos conviene comer más alimentos que contengan antioxidantes, que son los encargados de combatir los radicales libres. Algunos de ellos son:
- té verde,
- cebolla,
- manzana,
- frambuesa,
- arándanos,
- frutas secas,
- raíces (remolacha, zanahoria, rábanos),
- aceite de oliva,
- semillas,
- cacao,
- inulina (una fibra presente en la achicoria),
- uvas,
- kiwi,
- ácido fólico (lo encontramos en la espinaca y en el jugo de naranja),
- cúrcuma,
- vitamina E (presente en nueces, almendras y chocolate, entre otros).
Hacer ejercicio. La actividad física estimula la neurogénesis, que es la formación de nuevas neuronas en la vida adulta. Además, ayuda a distender el cuerpo y la mente.
Ver para consumir. Es aconsejable dejar a la vista lo que conviene comer.