Viajar al interior

No es lo mismo irse de vacaciones a México que meditar en Chichen Itzá; visitar las pirámides de Egipto que repetir un mantra a orillas del Nilo; conocer el Taj Mahal que practicar yoga junto al río sagrado del Ganges.

Porque la espiritualidad no es sólo cosa de yoguis, maestros o chamanes. Cada vez más viajeros procuran bajar varios cambios y darle algún sentido extra a sus vacaciones (días de descanso al fin), tendencia que no ha pasado desapercibida para ciertas agencias y organizaciones. Incluso no son pocos los hoteles de alta gama que, si antes debían tener su propio spa para sumar una estrella, hoy cuentan con instructor de yoga, diseño basado en los principios del feng shui, masajes para los 7 chakras o salas de meditación, entre otros servicios.

“Ojo que yo no empecé con esto con ánimo de lucro. La idea nació simplemente desde un llamado personal. Como agente de viajes veía que la gente volvía más cansada de sus vacaciones. Que había corrido de un lado para otro, sacado 200 mil fotos y ya ni se acordaba de dónde eran”, cuenta Graciela Matteuci, fundadora de Viajes del Alma para el Alma, allá por 1994.

Desde la isla de Pascua hasta Guatemala, Egipto, California o la Antártida, la agencia se dedica a organizar viajes prácticamente a todos los puntos del planeta -eso sí: todos deben calificar como centros energéticos- donde se pueda entablar contacto con pueblos originarios, hacer hincapié en la preservación de la naturaleza, participar de ceremonias ancestrales y, para aquellos que quieran (nadie está obligado a hacerlo, aclara Matteuci), practicar yoga o meditación, siempre en grupos de no más de 20 personas (de todas las edades y ocupaciones).

“También visitamos sitios culturales, hacemos tours de compras, recorremos los lugares donde paramos… Es decir que los viajes buscan un equilibrio entre lo espiritual y la realidad de cada uno, lo que tiene que ver con nuestra vida cotidiana. Porque nadie se pasa todo el día meditando”, dice esta estudiosa de astrología, meditación y yoga.

Dilma Roussef y su par colombiano Juan Manuel Santos, dentro de sus respectivas y apretadas agendas presidenciales, no dejan pasar un día sin practicar meditación trascendental. De hecho, en las últimas dos décadas, esta técnica de relajación y descanso profundo dejó de ser una práctica casi esotérica para convertirse en algo tan habitual que hasta las empresas la fomentan entre sus empleados (el fin, desde luego, es mejorar su productividad).

¿Moda, necesidad o verdadero despertar espiritual? Cada cual tendrá su propia respuesta y hará su propia búsqueda. En principio, contratar uno de estos viajes con una agencia especializada puede rondar los 30 mil pesos por persona.

INDIA PROFUNDA

“A mis viajes vienen personas que se sienten listas para ver cosas de ellos mismos que hasta ahora no quisieron o pudieron ver, y que la India les despierta”, comenta Tini de Bucourt, que vivió durante siete años en Nueva Delhi (1998-2005) y ahora acompaña a grupos a explorar ese país que te pega en las entrañas, no en la mente, en giras de unos 20 días.

“Los viajes están pensados para todos. Hombres y mujeres, solos o en pareja, con o sin hijos. Tuvimos gente de 20 años y también de 76. Son personas que quieren tocar el tema de la espiritualidad, saborearla, pero en una suerte de introducción, un primer paso”, se entusiasma la ex modelo. ¿Cómo? A través de circuitos que, en sus palabras, ofrecen un mix entre lo turístico -porque Tini lleva al grupo a lugares que el turista común no va, desde Bollywood visto a través de un director amigo hasta restaurantes, boutiques o eventos desconocidos para el público masivo- combinado con un toque más profundo. Así, según el destino, hay estadas en ashrams junto a swamis, yoga en un spa de lujo -pero no ostentoso, se encarga de destacar- como el Ananda Spa, en un lodge en el Himalaya o en un spa ayurveda sobre la playa.

“La India lleva la espiritualidad en los genes. Entenderla con nuestra mente occidental es casi imposible. Pero cuando uno está ahí se conecta con sus emociones de verdad”, subraya quien, además, dirige talleres de belleza interior para mujeres.

DEL OTRO LADO DE LA ORILLAO DE LA CORDILLERA

A veces no hace falta ir tan lejos como la India para encontrar un poco de paz interior. Quienes no quieran resignar sus vacaciones en familia en Punta del Este, por ejemplo, pueden hacerse una escapada cuando cae el sol a hoteles como el Mantra, Conrad o Vik Playa (en José Ignacio), cuyos instructores de yoga dictan clases en amplios salones o, si está lindo, al aire libre. También asociaciones como Yoga Punta del Este, en medio del campo, ofrece tanto prácticas avanzadas como para principiantes. El octógono de barro de Agó Páez Vilaró, hija del famoso artista plástico Carlos Páez Vilaró (en las Grutas); Casa Grande (Pedragosa Sierra y Roosevelt), o la Chacra Recreativa Dharma (en José Ignacio) son otros tantos espacios que brindan su cuota de misticismo en un balneario que suele asociarse al jet set y la frivolidad.

Por otro lado, el hotel Portillo -un clásico del esquí en Chile- presta por estos días sus instalaciones para un retiro de Brahma Kumaris, Camino del Silencio (“Cada día tiene un tema en el cual focalizarse, con una serie de preguntas y lecturas que guían tu reflexión”, explican desde la asociación espiritual). El programa, con alojamiento en habitación individual y comidas vegetarianas, es de unos US$ 870 por persona.

RETIRO SOLITARIO

Hay quienes consideran que el verdadero viaje espiritual es el individual. “Es el guiado por la propia intuición”, asegura Mariana Jaroslavsky, periodista y profesora de yoga, que se fue en plan de tres meses a la India, con la idea de hacer un poco de yoga y recorrer plantaciones de té. Se terminó quedando 10 meses, según informó La Nación.

“Hay también destinos de peregrinaje donde el lugar mismo ya es una experiencia espiritual, como Varanasi, por ejemplo, donde nadie puede hacerse el distraído”, dice Mariana. “Hay una explosión de la espiritualidad, por llamarlo de alguna manera, y a veces hasta una banalización del tema. No está mal desconfiar un poco en el camino del aprendizaje, no comprar el paquete entero de filosofía o estilo de vida, sino generar el camino propio, con el criterio propio”, aconseja.

M es otra mujer que también prefirió vivir su experiencia espiritual en solitario. Aunque no quiere publicar su nombre, no se opone a que se difunda su experiencia. En el verano pasado estuvo más de 40 días, sola, en el corazón del Himalaya, allí donde la India se toca con el Tíbet y donde centenares de hombres llegaron descalzos, desnutridos, escapando de la represión china que masacró a sus familias “No hice turismo -aclara-. Me fui a conocer a los maestros, a observar, a estudiar la mente, a conectarme con sus enseñanzas, a meditar y, en definitiva, a explorar un mundo con valores y estilos de vida distintos a los que conocemos.

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