El fin del trabajo tal y como lo conocíamos

Contratar freelancers no solo es una forma efectiva, rápida y económica de hacer crecer pequeños y medianos negocios. La apuesta de las grandes empresas.

La versión que conozco es la del músico, pero hay otras muchas: todo el mundo tenía alguien cerca que quería ser actor, escritor o tocar en una banda y que para ganarse la vida trabajaba poniendo copas mientras esperaba ese golpe de azar que le permitiera vivir de aquello que amaba. Normalmente ese periodo se prolongaba, y con el paso del tiempo, la profesión secundaria terminaba convirtiéndose en la principal. Lo curioso, desde hace años, es que mucha gente de profesiones “respetables” ha entrado en esa misma dinámica: trabajan donde pueden, generalmente hostelería, mientras esperan que el esfuerzo y mucha suerte les permita emplearse en el sector para el que estudiaron: abogados, sociólogos, historiadores, filósofos, psicólogos, periodistas, profesores, entre muchas otras áreas laborales en las que ya apenas hay espacio. Pero ahora llega una nueva etapa en ese deslizamiento: todos acabaremos trabajando como si fuéramos músicos.

La importancia del mediador

Lo llaman gig economy (lo que podría traducirse por “economía de los pequeños encargos” o “economía de los bolos”) y define esa situación laboral en la que seremos contratados puntualmente para trabajos esporádicos en los que aportaremos todo lo necesario para la actividad. Te llaman para realizar un servicio, pones tu conocimiento, tu mano de obra y los medios precisos, cobras, das un porcentaje a la empresa mediadora y te vas a esperar el siguiente “bolo”Uber es un buen ejemplo: es una compañía que opera en el sector del transporte de viajeros pero no pone absolutamente nada: no posee automóviles, no contrata conductores, tampoco busca los clientes. Esuna aplicación que pone en contacto a unos y otros, y que provee servicios puntuales de profesionales no cualificados y no sometidos a ninguna regulación. Como decía Andrés Oppenheimer en tono laudatorio, en una entrevista en la que avisaba de que desaparecerán el 47% de los empleos, American Airlines debe soportar los gastos de muchos aviones y muchos empleados, Uber no.

Quienes realizan los servicios aportan todo y quienes ganan dinero son los que cobran el porcentaje

Operar como Uber supone una enorme ventaja para las empresas, porque deben soportar poquísimos gastos fijos, pero también por otros dos elementos añadidos, fundamentales para entender cómo funcionan los nuevos modelos de negocios surgidos de la tecnología. Es prioritario para Silicon Valley emprender iniciativas que pueden asegurarse una posición dominante, cuando no monopolística, y que además puedan crecer territorialmente de un modo rápido. Las últimas novedades tecnológicas no provienen de un invento que haya alterado radicalmente nada, de un descubrimiento como Internet o de nuevas creaciones que modifiquen de modo sustancial lo que estábamos haciendo, sino que están priorizando el desarrollo de modelos que deriven hacia manos tecnológicas y concentradas actividades que ya se estaban realizando. Amazon o Spotify son buenos ejemplos, y probablemente el punto de partida de muchas de estas nuevas ideas, como Etsy, Elance, Airbnb, Love Home Swap o Task Rabbitt.

“Lo siento, chicos, acostumbrados”

Empresas como Facebook y Twitter fueron el punto de partida: ponen en contacto a productores y consumidores de información sin tener que producir ningún contenido; somos nosotros quienes voluntariamente los generamos, y además gratis. Ambas empresas tienen un montón de proveedores que llenan sin coste un enorme espacio todos los días y un montón de consumidores que reciben esas frases, reflexiones y fotografías, lo cual les permite recoger notables ingresos. Ese es el modelo ideal de los innovadores tecnológicos, y hacia él tienden, aunque no sea íntegramente aplicable en la mayoría de los campos laborales. En todo caso, lo que sí conservan es el esqueleto: operar con los mínimos costes y convertirse en los mediadores dominantes en un sector, de forma que unos pongan el trabajo y los medios de producción, otros reciban el producto o el servicio y ellos se lleven un porcentaje de cada transacción realizada. Ha ocurrido con los libros, con los taxis, con los servicios de alojamiento, con los productos artesanos y con tantas otras cosas.

Quienes abogan por la “gig economy” argumentan que permite que trabajemos cuando queramos y seamos nosotros quienes marquemos los ritmos

Lo llamativo es que este modelo está cobrando numerosos adeptos. El desarrollo de Uber en Europa no ha sido posible sin una posición blanda y demasiado tolerante de la UE, toda vez que se trata de un modelo de negocio que atenta contra las bases del Estado del bienestar. Es menos sorprendente que Jeb Bush se convierta en un abanderado de la firma (y de este tipo de empresas) y lo es cada vez menos que los progresistas estadounidenses hablen con un doble lenguaje, y lamenten sus efectos mientras ponen una alfombra a las iniciativas para implantarlos. Hillary Clinton ha dicho que la gig economy “desata la innovación y crea una economía emocionante, pero también plantea preguntas acerca de la protección en el puesto de trabajo y de cómo serán los empleos del futuro”, o lo que es lo mismo, ‘lo siento por vosotros, chicos, pero tendréis que acostumbraros al nuevo modelo’.

¿Y cuál es el nuevo modelo? Uno en el quienes realizan los servicios aportan todo (su conocimiento, sus instrumentos, sus vehículos, su mano de obra) pero quienes de verdad ganan dinero son los que están en medio. Quienes abogan por la gig economy argumentan que permite que trabajemos cuando queramos, que dispongamos de nuestro tiempo y que seamos nosotros quienes marquemos los ritmos, de forma que podamos organizar nuestra vida según nuestro deseo. Los detractores subrayan que es justo eso lo que no se consigue con este tipo de retribución por servicio prestado: quienes los realizan corren con todos los gastos derivados de la actividad y son pagados con una cantidad menor, ya que se debe detraer la comisión, por lo que obliga a trabajar mucho más para alcanzar una cantidad que permita una vida digna, y eso siempre y cuando salga el trabajo suficiente.

Dispuestos a trabajar casi gratis

Este modelo tiene varios inconvenientes, y algunas experiencias, como la de Spotify, lo demuestran. En el servicio de streaming hay muy pocos artistas que ganen dinero. Un porcentaje elevadísimo recibe retribuciones ridículas, y los cantantes y grupos más conocidos ingresan mucho menos que mediante los modelos de negocio precedentes. Muy pocos reciben una cantidad digna, y la gran mayoría se acerca a la nada.

En segundo lugar, este modelo de negocio se basa en algo muy evidente, como es el volumen. Lo que necesita la compañía es, como ocurre con las comisiones bancarias o las derivadas de operar en los mercados, un elevado número de transacciones, que es lo que les proporciona el dinero. Cuantos más intervinientes mejor, aunque cada uno de ellos genere poco.

Muy pocos ganan, muchísimos ganan muy poco y los que hacen caja, como los bancos con las comisiones, son los mediadores

Pero para que este modelo funcione, ha de haber mucha gente dispuesta a trabajar en él, del mismo modo que hay muchos grupos dispuestos a colgar sus canciones en Spotify a pesar de que no van a cobrar nada. Y sólo hay mucha gente presta a emplearse, por ejemplo, en un taxi sin salario ni seguro, aportando el automóvil y corriendo los gastos de su parte, cuando hay muchas personas en situación de necesidad. Por decirlo de otra forma, estos modelos sólo funcionan en un entorno de escasez, cuando mucha mano de obra está dispuestas a trabajar a cambio de muy poco. Quizá sea la gig economy la estrella del futuro, pero suena muy mal.

A eso se le puede contraponer que algunos de ellos consiguen experiencias exitosas, que logran ganar mucho más dinero del que pensaban y que no lo habrían conseguido sin estas nuevas empresas. Y quizá sea cierto, pero el porcentaje es tan pequeño que dista mucho de lo que se puede llamar normal. Más al contrario, lo que percibimos es un modelo mucho más polarizado, muy pocos ganan, muchísimos ganan muy pocoy los que hacen caja, como los bancos con las comisiones, son los mediadores. No parece que esa sea la economía que necesitamos.

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