Si nunca pensó que alguna vez podría sentarse a manejar un automóvil, en este caso eléctrico, hecho en parte con lo que alguna vez fueron restos de hamburguesas, pañales usados, descartes de papel y cartón o cáscaras de banana, piense otra vez.
Es que, como desde hace seis años, en este 2020 el equipo de estudiantes TU/ecomotive, de la Universidad de Eindhoven, en Holanda, construyó un automóvil eléctrico estrictamente “verde”, pero esta vez utilizando para gran parte del exterior un material que remplaza el plástico y es desarrollado en Israel a partir de basura doméstica.
El automóvil, bautizado Luca, está hecho de materiales que normalmente terminan en los vertederos: el chasis se compone de lino, polipropileno y plásticos PET reciclados después de ser recolectados en el mar -con sus partes delantera y trasera fabricadas con aluminio recuperado-, y los asientos son de fibra de coco. Y, esta vez, el cuerpo del auto preparado por los estudiantes de la universidad holandesa fue preparado con el UBQ, el material desarrollado por la empresa del mismo nombre en el desierto del Negev, en el sur de Israel, procesando montañas de basura.
Entrevistado recientemente por un periódico israelí, uno de los fundadores de la empresa, Jack Bigio, resumió el proceso de producción de UBQ: la startup recolecta y tritura toneladas de basura, remueve los materiales abrasivos como minerales y metales, descompone todo en partículas minúsculas y produce unas “pelotitas” o pellets que se pueden usar para fabricar cualquier cosa que se pueda hacer con plásticos tradicionales, hormigón o madera.
“Es un material sostenible, verde y circular que no está hecho de petróleo, sino de basura doméstica”, remarcó Bigio, nacido en Lima, Perú, y emigrado a Israel en 1984, a sus 18 años. La empresa nació porque “nos preocupaba que, lamentablemente, en el mundo en que vivimos la mayoría de los materiales que consumimos terminan en basurales o vertederos, y que solamente un 5 por ciento se recicla a nivel mundial”, agregó Bigio.
Christopher O’Brien de Ponte, uno de los gerentes de TU/ecomotive, señaló por su lado que “Luca apenas raspa la superficie de los posibles usos de este material”. La universidad y el equipo, añadió, “espera con ansias continuar usando UBQ en automóviles del futuro, expandiendo sus aplicaciones y continuar con su misión de demostrar que hay valor en los desechos”.
Así que es bastante probable que, en un futuro cercano, el lector pueda sentarse a manejar un automóvil que alguna vez fue caños de aluminio, cocos, plásticos sacados del mar, y sushi, cáscaras de naranja, los restos de un pan dulce y una botella de sidra que terminaron en un basural.
Fuente www.perfil.com