¿Por qué un Podcast?

Aunque no es un instrumento reciente, el podcast es un formato mediático a la mano de cualquiera, que facilita la expresión y difusión personal.

Por Ernesto Edwards / Filósofo y periodista / @FILOROCKER

La pandemia que nos afecta desde 2020, y su consecuentemente necesario distanciamiento social, intensificó la adquisición de nuevas habilidades comunicacionales. Aprendimos que, debido a no poder, o no ser recomendable, encontrarnos presencialmente, la reunión podía reemplazarse a través de diversos dispositivos y programas que a modo de herramienta permitían suplir la concurrencia a un lugar común, y no sólo de uno a uno sino también con grupos, incluso numerosos.

Reuniones de trabajo, clases educativas, celebraciones familiares, congresos de diversa índole y, claro, conversaciones entre amigos, se valieron de WhatsApp, Meet, Zoom y otros para no perder el contacto y aprovechar el momento. Con resultado diverso, porque el éxito dependía de los conocimientos previos y de las habilidades a adquirir por el reciente usuario. Y sabiendo, además, que en nuestro medio no todos disponían de la tecnología y conectividad básicas.

¿El podcast vino a dar un cierre o a liquidar los medios instalados y consolidados desde hace décadas, e incluso siglos? Por supuesto que no. Medios gráficos, portales web de noticias, y obviamente la radio y la televisión, con modalidades diferentes y adaptadas a estos tiempos, siguen vigentes. Sobre todo porque los mismos poseen su versión para Internet a la mano de cualquiera que se proponga consultarlos, y siguen siendo fuente informativa de base.

Es también indiscutible que, salvo un segmento bien determinado, más tradicional y clásico, los programas radiales y televisivos, en general, no se escuchan en vivo. Editoriales, notas, entrevistas y hasta programas completos se editan y se suben a algún sitio para que oyentes ocasionales y seguidores los consulten, en diferido, en el momento que lo requieran o les resulte más cómodo. Para ello YouTube sigue picando en punta. Y las referencias generalmente provienen de las redes sociales, que son las que dan “aviso” de que algo sucedió que es recomendable no perderse. Twitter se hizo fuerte no sólo por la información periodística que brinda, por ser plataforma para que cualquiera opine y se defina sobre casi cualquier tema, aún sobre los que no conoce, y por ser domicilio de odiadores seriales, sino que es un eficaz difusor de aquello que hay que buscar para no quedarse afuera de la discusión. Y todo ello sucederá cuando tengamos la mejor oportunidad para hacerlo. Ya no dependerá de que lleguemos a tiempo con el día y horario de emisión de determinado programa. De hecho, casi todos dejamos grabando aquellas emisiones de televisión de aire de los que queremos ver ciertos detalles, que luego de grabados veremos a la máxima velocidad todo aquello que consideramos descartable.

Un buen micrófono profesional, una idea original, un guión atractivo, una PC en condiciones, una sala insonorizada, las aplicaciones necesarias y saber expresarse con una voz clara son básicos para la pretensión de inaugurar podcast propio. Algo que, dicho sea de paso, comenzó a configurarse hace poco más de veinte años. Y que puede ser tanto un canal de expresión personal de inquietudes varias como así también un medio más que se comercializa, según las regulaciones vigentes en cada región.

El autor de esta nota hace radio, en roles diversos, desde hace más de treinta años. La presente pandemia obligó a propios y extraños a alejarse del trabajo en lugares cerrados con tanta proximidad personal y a hacer home office. La mayoría de los programas se hacían con la estructura tradicional, pero salvo el necesario operador, con los demás participantes saliendo desde casa. El podcast no es muy diferente. Ni siquiera necesita la participación de otro operando controles, aunque se lo extrañe, porque no es lo mismo, sobre todo para los que nos acostumbramos a comunicarnos mediante señales codificadas o línea interna, con la pecera.

Seguramente será diferente. La factura del producto final de un podcast es diversa. Aunque muchos coincidimos en ciertos requisitos para que nuestros trabajos sean escuchados. Cierta duración estandarizada (nunca mucho más de media hora cada episodio), alguna periodicidad previsible (no más de una vez por semana), una secuencia lógica en la construcción de su relato, y que cada capítulo pueda formar parte de una maratón si al oyente o usuario así le interesara o atrajera. También considerar que no cualquier contenido ajeno puede reproducirse o utilizarse sin violar derechos de autor. Para ello, alguna plataforma ya ha habilitado, recientemente, que se pueda utilizar todo su catálogo musical, suscripción mediante, claro.

Un comentario más. Al autor de esta nota, que ya tiene su propio podcast, “FILOROCKER” (un programa de rock y filosofía), se le ocurrió adentrarse en la modalidad a partir de la serie televisiva “Truth Be Gold”, que emite ya en segunda temporada AppleTV+. La misma, estelarizada por Octavia Spencer, muestra a una periodista que se hace famosa por su podcast, que produce, guiona y conduce con sencillez y facilidad, y que utiliza para hacer periodismo de investigación. En la ocasión, para intentar reabrir un caso policial ya juzgado y condenado. Y así reparar un error propio que la alejó de su compromiso con la verdad. Lo que provocaba curiosidad, al comienzo, para el espectador que no conociera el detalle, era ver cómo gran parte de su sociedad estaba pendiente de lo que se decía en cada nuevo capítulo. Y cómo influía en la opinión pública. Luego nos enteraríamos de que en los Estados Unidos, si el podcast está bien realizado, puede suceder que tenga numerosísimos oyentes.

Muchos de nosotros tenemos nuestros propios perfiles en algunas redes sociales determinadas, las que usamos con mayor o menor intensidad, según los casos. Hoy, el podcast es una opción que nos queda a la mano para seguir difundiendo lo que hacemos, lo que pensamos, lo que enseñamos. Aunque más no sea para continuar editorializando sobre la vida, de manera responsable y haciéndonos cargo de cada cosa que afirmamos.

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