Parecía que Elena Highton de Nolasco iba a quedarse para siempre cuando en diciembre de 2017 la magistrada cumplió los fatídicos 75 años, esos que marcan desde la reforma constitucional de 1994 el final de los ministros en la Corte Suprema. Sin embargo, Highton no se había quedado quieta y ya se había asegurado su extensión. No renunciaría hasta el 30 de septiembre de 2021, con vigencia efectiva hasta el 1º de noviembre de ese mismo año. Desde ese momento quedaría un puesto vacante en el tribunal cimero, esa que desde la Ley Nacional Nº 26.183 del año 2006 debía ir reduciéndose en su número hasta llegar a cinco, alejándose de la transitoria Corte de siete, y de la Corte de nueve del menemato. Desde ese momento, también, no habría más mujeres en la Corte Suprema, habiendo fallecido ya Carmen Argibay en mayo de 2014. Alberto Fernández no propuso a nadie para el puesto vacante de Highton, no obstante que tuvo medio mandato para intentarlo. Sabía que no obtendría la aprobación en el Senado.
Luego pasó lo que ya sabemos: ganó Javier Milei la presidencia y, como diría el viejo Bob, las cosas han cambiado. Y vaya que lo han hecho. En el mes de marzo de este año, 2024, la Oficina de Presidencia nos sorprendió confirmando, vía uno de sus típicos comunicados, lo que se venía anunciando periodísticamente y comentando sotto voce en los pasillos del poder: que los nominados para la Corte Suprema de Justicia de la Nación serían el juez federal Ariel Lijo y el catedrático Manuel García-Mansilla. ¡Oiga, pero son dos nombres y hay sólo un puesto vacante! ¿Cómo puede ser esto posible? Juan Carlos Maqueda, actual ministro de la Corte, cumplirá los 75 años en diciembre de este año. No ha manifestado su intención de quedarse más allá de lo que permite la manda constitucional, amén de que debería haber iniciado los reclamos pertinentes antes del año en el que ello finalmente acaeciera. Se le ha precluido la oportunidad, cerrándose la esclusa. En base a esto, el Poder Ejecutivo ha modificado el decreto que reglamenta el proceso de nominación de los candidatos para la Corte, autorizándose la posibilidad de nombrar con anterioridad a un ministro cuando hubiera certeza suficiente de que se producirá una vacante en el futuro. No es, sin embargo, un invento que no se haya utilizado ya en otros países y jurisdicciones, como en los Estados Unidos de América.
En diciembre, al finalizar el corriente año, quedarán en pie solamente Ricardo Lorenzetti, Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz. Una Corte de tres. Té para tres. Milei pretende sumar a ese conjunto a Lijo y a García-Mansilla. El primero, cuestionado por (casi) todo el arco político, incluidos algunos miembros de La Libertad Avanza. Sólo el kirchnerismo está en silencio, y ya sabemos cómo funciona el silencio en la Argentina. El segundo, en cambio, un académico que no ha recibido casi críticas, más bien ha recibido elogios. Y algunos resquemores de quienes se ubican del otro lado del espectro ideológico en algunos temas que siguen siendo urticantes al debate político en Argentina, como lo es el del aborto, donde García-Mansilla tiene una postura definida y clara en su contra. ¿Alcanzarán los votos en el Senado para ambos pliegos? ¿Sólo para uno de ellos? Difícil saberlo cuando el Congreso actual nos ha demostado que puede suceder prácticamente cualquier cosa.
Del otro lado, otras discusiones que van surgiendo. ¿Qué clase de Corte Suprema queremos? ¿Cómo será el balance nuevo entre sus miembros? ¿Cómo puede ser posible que estemos funcionando con una Corte de número par? ¿Cuál es el lugar que deben tener las mujeres en la misma (donde ahora no hay ninguna ministra, ni ninguna candidata)? ¿Deben ser académicos? ¿Deben ser jueces? ¿Deben ser abogados litigantes? ¿Deben ser expertos en una materia o en muchas? ¿Generalistas o especialistas? ¿Jóvenes o viejos? ¿Con estudios en el exterior? ¿Con una extracción política e ideológica clara o con un neblinoso e incierto pasado? La Corte Suprema que nos debemos está lejos de la que tendremos. Lejos también de la que hoy tenemos. Si no empezamos a respondernos estas preguntas, y otras tantas más, con seriedad, nunca la tendremos.
Por Garret Edwards – Director de Investigaciones Jurídicas de Fundación Libertad
RRSS: @GarretEdwards