Antonio Bonfatti prefiere hablar de todas las acciones que lleva adelante para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos de la provincia que dirige, Santa Fe. Habla de la construcción de acueductos para llevar agua potable allí donde no la hay, de las escuelas, del campo, de la integración entre medios tecnológicos y recursos humanos y capitales empresariales privados para promover adelantos y producir insumos. Pero no puede escapar de esa Santa Fe que en los últimos meses está en el foco de la opinión pública por los crímenes narco y de las sospechas de connivencia policial en la escalada de violencia territorial en las barriadas más pobres. No minimiza el árido y conflictivo tema, pero lo resemantiza: no lo ve como un tema netamente judicial-policial, sino cultural. Como una eclosión de la pérdida de valores de la sociedad, la exacerbación del consumo, la falta de contención en las escuelas y la desintegración de los modelos clásicos de familia como ámbito primario de formación. Apuesta a recuperar a los chicos que dejaron la escuela, o a los que la escuela expulsó, acompañarlos con tutores jóvenes y gabinetes multidisciplinarios atentos a sus necesidades y posibilidades.
No sólo eso: afirma que la situación en las grandes ciudades santafecinas, especialmente en Rosario y sus ciudades satélite, no difiere en magnitud de lo que ocurre en el Gran Buenos Aires con los delitos graves. Destaca que más del 80% de los homicidios se produce en peleas familiares o vecinales, y no por el narcotráfico. Sostiene que esos hechos que ganaron la primera plana de los diarios son el correlato de la acción de su gobierno para combatirlo. Consecuencia de la acción, antes que de la omisión.
-¿El de la seguridad es en la actualidad el problema más importante en cuanto a visibilidad para Santa Fe?
-Yo diría que es un problema en todo el país, lo que más mediatización tiene. Pero no por eso hay que dejar de lado las otras cosas. Qué hacemos todos los días con la educación, qué hacemos con los valores que transmitimos, desde la Justicia, desde el gobierno; cómo mejoramos las relaciones en la familia, porque hay mucha conflictividad en todos los estamentos de la sociedad argentina. Hay mucha violencia en las relaciones interpersonales, lo que excede el marco de la droga, que es un aditamento, un emergente.
-¿La situación de inseguridad de las grandes ciudades de Santa Fe, especialmente Rosario, está muy por encima de la media del país?
-En primer lugar, no hay cifras de delitos en el país… Santa Fe da las cifras de tasa de homicidio. Se publicó que hubo cuatro homicidios por día en la provincia de Buenos Aires [756 homicidios dolosos en el primer semestre de 2013], con lo que si uno hace números, es igual [que Rosario]. Esto debe preocuparnos.
-¿Dice que la situación en Rosario no difiere de la de cualquier ciudad del conurbano?
-Para nada, estoy convencido de eso, porque lo miro en los mismos medios en los que se publican las noticias. Se publicó el incremento del 56% de los homicidios en Buenos Aires [en el Gran Rosario fue del 46% entre 2012 y 2013]. Uno contrasta con la realidad, con lo que nos dicen amigos que viven en el Gran Buenos Aires, donde todos los días oyen disparos. Pero esto no debe conformarnos… al contrario.
-¿Cómo se explica el crecimiento del delito grave en Rosario en los últimos dos o tres años?
-Una de las razones es haber abordado el tema con más fuerza en cuanto a la reestructuración policial, a la reforma de la Justicia y al abordaje de los delitos; hoy hay bandas que están señaladas por traficar drogas, pero que están presas por asesinatos, asociación ilícita. También hay un incremento de los homicidios en relaciones interpersonales: el novio que mata a la novia, el problema familiar, cuestiones que antes se dirimían de otra forma, pero nunca con un arma. Hoy hay muchas armas en la calle.
-¿Cómo se revierte la situación?
-Afrontando dos cuestiones: el tema social, lograr una mayor equidad, aunque esto no es suficiente porque hay países que, habiendo logrado una mayor equidad, tienen un incremento de la violencia… Hay que trabajar sobre valores, sobre las instituciones, con la familia. Hay que mejorar, y mucho, las escuelas y la educación en las escuelas, devolviendo a los chicos a la secundaria, buscarlos uno por uno… Todo esto -los derechos al agua, a la salud, la construcción de escuelas- es un aspecto.
El otro es la reforma del sistema judicial, que hemos logrado después de muchos años [desde el 10 de febrero el sistema acusatorio reemplazó al vetusto sistema de juicio escrito] y el tercer aspecto es la reestructuración de la policía. A un policía nadie lo compra en una estantería: se forma. Nosotros heredamos una policía de la cual estamos controlando los procesos de trabajo, utilizando nuevas tecnologías para tratar de ir cambiándola paulatinamente.
-Recientemente se supo del procesamiento de buena parte de la banda de Los Monos, incluidos 13 policías. ¿Cuán infiltrada está la policía por el crimen organizado y cómo se revierte esa situación desde el poder político?
-No es algo ajeno a cualquier policía del mundo la asociación entre malos policías, que los hay, y delincuentes de todo tipo. Lo que ocurre con este gobierno es que cuando se los descubre van presos. Ésa es la gran diferencia: controles, con nuevos sistemas tecnológicos que nos permiten estar más cerca en el control, más [la adecuación de] los procesos de trabajo. Anunciamos un programa de seguridad democrática en noviembre de 2012, y se está llevando a cabo, etapa por etapa. Estamos ahora en la etapa de los concursos policiales. Tenemos 8000 policías que han asistido a cursos para concursar y ascender. Hubiera sido imposible tomar ascensos por concurso sin capacitación previa.
-La suba de los homicidios y de las disputas territoriales de las narcobandas, ¿la policía fue parte de la solución o no?
-No estarían presas esas 36 personas [en referencia a los procesamientos a la banda de Los Monos] si no hubiese actuado la policía. Lamentablemente, también había policías implicados, pero sus propios colegas terminaron denunciándolos, y fueron presos. El policía no es alguien que está al margen de la sociedad; también hay médicos que trampean a obras sociales, contadores que fraguan balances, empresarios que evaden impuestos… Vivimos en una sociedad que ha perdido valores, y esto es lo que tenemos que recuperar: el respeto al otro, ser solidarios, ser honestos. Y tiene que haber una pena cuando se descubre que alguien es deshonesto. Vivimos en una sociedad compleja en cuanto a la corrupción.
“Abordamos con mayor fuerza la reestructuración policial, la reforma judicial y el abordaje de los delitos en la provincia”
-Eso es lo que aparece con el crimen organizado…
-No solamente: hay mucha gente que lava dinero mal habido… ¿o quiere que hablemos del 40% de la soja que se va en negro en este país?
-¿El cambio del sistema judicial inquisitorio al acusatorio causó malestar en las filas policiales?
-El policía dejó de ser el eje. Antes, ante un hecho criminal, era el primero en intervenir y después el juez, sobre la base de todo lo que recogía el policía, iba armando el juicio. Hoy el protagonismo lo tiene el fiscal, y la policía es su auxiliar. Esa pérdida de protagonismo, o que se haya desbaratado algún mal proceder, genera resistencia.
-En enero lo recibieron en el Departamento de Estado norteamericano y le hablaron del problema con el narcotráfico en el centro del país y, específicamente, en Rosario. ¿Qué resoluciones tomó ?
-El Departamento de Estado nos dio una visión respecto de la droga [su tránsito desde el Norte por] el río Paraná, los puertos, la exportación de drogas a los Estados Unidos y Europa. También se habló de la situación que padeció Rosario en la década del 90, cuando tantas familias perdieron el empleo y muchos de esos chicos hoy son la consecuencia de aquellos tiempos, una generación que “ni estudia ni trabaja” y no construye su identidad en la familia, la escuela y el trabajo, sino desde “la esquina” y, quizás, una mala junta.
-¿Fue después de eso que se dio el acercamiento con la Nación?
-No. Venimos desde el año pasado en una aceitada y muy buena relación, tratando de compatibilizar información, análisis de tipo criminal. Pedimos auxilio en diciembre, cuando sabíamos que había algunos pícaros que intentarían desestabilizar con saqueos y tuvimos la concurrencia de la Gendarmería. Durante el Dakar, que mostró a Rosario a miles de millones de televidentes en todo el mundo, tuvimos una muy buena asistencia de gendarmes. Estamos permanentemente en diálogo.
-¿Con la cuestión de las guerras entre bandas los ayuda la Nación?
-Cuando uno habla de narcotráfico, habla de un tema federal. Y lo que hay es una escasa presencia de la justicia federal en la provincia, dada la magnitud de un problema que ha crecido en los últimos años, con los mismos jueces de hace 40 años. Hay que tener mayor celeridad en la designación de funcionarios y personal judicial para colaborar en las investigaciones.
-¿La Nación les proveyó algún contingente más de gendarmes ante los problemas de seguridad?
-Sí, hay más gendarmes. En Circunvalación, las grandes avenidas, las rutas principales. Hay mayor presencia.
-¿Sólo mantienen presencia en puestos fijos o trabajan como fuerza de seguridad de proximidad?
-Trabajamos coordinadamente…
-¿Cuál es su expectativa en cuanto a lo que pasa en Rosario con los delitos graves?
-Que empiecen a dar resultados tanto las acciones derivadas de los nuevos cambios en la Justicia como de la reestructuración de la policía. De cualquier manera no hay una varita mágica para resolver el problema. Dejemos de lado el narcotráfico, que, según nuestras investigaciones, es responsable del 15 al 20% de los homicidios. El resto es por el que toma justicia por mano propia o resuelve diferencias, desde la más nimia y tonta hasta la más profunda, con un arma en la mano. Eso no hay policía que lo pueda prevenir; no se puede corregir en poco tiempo.