Asomando al final de un largo año electoral, a prácticamente 10 días de la segunda vuelta presidencial del 22 de noviembre, merecen efectuarse tres reflexiones. La primera, orientada hacia quien se perfila como el gran protagonista de la jornada, hoy, el candidato que seguramente ganará y se pondrá la banda presidencial el 10 de diciembre. La segunda, tiene relación con quien, parece, no se recupera del knock-out técnico propinado por las urnas, en la primera vuelta del 25 de octubre. La tercera, se vincula con la herencia del kirchnerismo, tras 12 años en el poder. En las dos primeras, prevalecen las sensaciones y en la tercera, queda al desnudo, con crudo realismo, toda la vulnerabilidad del actual “modelo”.
Macri es otro, en las últimas semanas (tal vez, en los últimos meses). Como quedó exhibido ayer en el acto de despedida de su campaña, en Rosario, tras la gira iniciada en el día por Paraná y Santa Fe, en un acto cuantitativa y festivamente muy superior al acto que congregó sólo militantes en setiembre pasado en un boliche bailable de la ciudad, se advierte un enorme entusiasmo renovado de sus adherentes. Pero ese fervor es contagiado por el propio candidato. Qué lejos quedó aquel frío y dubitativo Macri de la cena de la Fundación Libertad, en diciembre de 2014. Este es otro MM. Gesticula, mueve sus brazos, muestra sanguinidad, grita, se enrojece nerviosamente, mira a todos sus interlocutores, se emociona, memoriza a las personas que se han contacto con él a lo largo de su campaña, arenga a la manera de un pastor evangelista y logra la adhesión de sus “fieles” como verdaderos conversos, con un unánime “Sí, se puede”. Clases sociales variadas, en la forma de una marea más valiente que nunca y hasta, dirigentes y militantes partidarios que uno no imaginaba, semanas o meses atrás, por ejemplo, los radicales, “aliados” de los socialistas en la Provincia de Santa Fe, entre los muchos asistentes al acto, demostrando su apoyo a un líder que ya excedido con creces, el “amarillo puro” del inicial duranbarbismo y se perfila como una especie de Alfonsín postmoderno, convocando a la “unión nacional”, hoy devenido en un singular “estoy con vos”.
Del otro lado, es todo sorpresa, incomodidad, improvisación, apuro, hasta inautenticidad. Scioli en menos de 15 días, ha pasado de un “Scioli más Scioli”, que no se conoce a ciencia cierta, qué es, hasta un papel de CFK en la campaña que tampoco queda claro, pasando por una campaña del miedo, burda, extemporánea, contradictoria. Sólo el debate del 15 próximo, podría torcer la historia, si Macri se equivoca o, del lado de Cambiemos, se comete algún error de campaña, al estilo del caso Niembro. No parece ser la reproducción del caso Dilma, la que salve a Scioli, sencillamente porque las condiciones son muy diferentes con el ejemplo brasileño. Quedará para el análisis a posteriori, por qué un candidato que tenía ganada la elección en enero del año, la termina dilapidando: qué factores ajenos pero sobre todo, propios, que lo han conducido al actual abismo.
Finalmente, la herencia. Sin dudas, que la macroeconomía post K, no será sencilla de desanudar, máxime considerando todos los reajustes estructurales que deben hacerse sobre la sociedad argentina y que se han venido postergando desde hace tiempo, en aras de evitar “sufrimientos quirúrgicos”, sin impedir el masivo “sufrimiento crónico” (inflación, distorsiones de precios relativos, subinversión). Pero creo que el efecto Macri, con su cambio rotundo de expectativas sobre los mercados, le da al hipotético ganador, una suerte de “cheque en blanco” mayor que el habitual en estos casos. No es ésa entonces, la herencia que más preocupa. Sí lo es, esa especie de tutelaje que deja el kirchnerismo en no pocos sitios de la estructura estatal. Miles de contratos a último momento, pases a planta permanente, funcionarios que se “atornillan” a sus cargos, usurpaciones de terrenos “liberadas”, la no recolección de residuos, son indicadores de una gestión en fuga desprolija, pero que deja “tierra arrasada”, al estilo de los rusos con la Moscú abandonada a las tropas napoleónicas o para dar un ejemplo, más vernáculo, el Exodo jujeño. Irresponsabilidad mayúscula, nepotismo, arbitrariedad, carencia de visión estratégica en el poder, cortoplacismo, vocación patrimonialista, por doquier. Qué podrá hacer un eventual gobierno de Cambiemos con este panorama, es una incógnita pero resulta claro, que se requerirá de mucho apoyo colectivo y consenso legislativo para resolver estos curiosos cerrojos que deja una administración que se preció de ser la única referencia “nacional y popular”.
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