“El peso argentino vuelve a estar bajo presión” y “¿Se termina la pax cambiaria?” titularon hace unos días los medios internacionales The Wall Street Journal y The Economist en forma respectiva, al referirse con escepticismo y preocupación sobre la economía argentina.
Y si, como era de esperar, la “pax cambiaria” concluyó la semana pasada. Luego de casi 120 días de dólar estable en torno a los diez pesos, la divisa en el mercado paralelo volvió a subir y superó los 12 pesos. En tan sólo una semana el blue subió un 8%.
Al no efectuarse las correcciones de fondo que requiere este modelo –ya agotado- basado en el consumo, los parches duran sólo un tiempito hasta que vuelven las tensiones. El gobierno se debate entre el nivel de actividad y la tranquilidad en el mercado cambiario. Si escoge la primera variable, comienzan las fricciones en el tipo de cambio y la pérdida de reservas, si opta por la segunda, se acentúa el descenso en la actividad con sus consecuencias en el mercado de trabajo.
En enero de este año, cuando la sangría de reservas no se detenía y el blue se disparaba, la administración optó por el “plan Fábrega” de suba de tasa de interés y devaluación y logró ponerle coto a la salida de divisas y al precio del dólar. El costo fue una profundización en la caída del nivel de actividad, que ya venía en declive desde mediados del año pasado, fundamentalmente por la inflación, y un peligroso incremento en el pasivo del Central.
La semana pasada, en esta misma columna, analizábamos cómo el gobierno preocupado por los números de la actividad, decidía motorizar el consumo a través de más gasto público. La lectura de esta medida fue más relajamiento en la emisión monetaria –y más inflación- y por ende, el mercado comenzó a presionar sobre tipo de cambio paralelo. En este marco, el Central se vio obligado a restringir al mínimo la autorización de importaciones y a reprogramar solicitudes con el fin de conservar las reservas en U$S 28.000 millones y poner freno al blue. Tampoco hay que perder de vista que las trabas a las importaciones derivan luego en un retraimiento de la actividad, con lo cual, cualquiera sea la opción elegida para sortear los problemas económicos sin atacar las verdaderas causas, deja a los hacedores de política económica atrapados sin salida.
La pregunta que cabe efectuarse es hasta cuándo podrá seguir el gobierno en su dilema – que hoy parece enfrentar al titular de Hacienda con el presidente del Central- entre tasa de interés y devaluación, sin resolver las cuestiones de fondo, esto es, déficit fiscal e inflación. El objetivo es llegar a fines de 2015 con una relativa calma y seguir con la política del parche tras parche, pero hay que saber que los márgenes de maniobra son cada vez menores. La actividad seguirá estancada y la inflación seguirá entre las más altas del mundo.
Las mayores complicaciones vendrán en la segunda mitad del año, cuando ya no estén los dólares de la cosecha -que permitieron en estos meses saciar la sequedad de dólares- y cuando las necesidades del fisco se incrementen notablemente. Lo que podría aliviar al gobierno es una eventual entrada de dólares, y es por eso que estaría en la agenda –por necesidad y no por convicción- acercarse a los organismos internacionales de crédito. Justamente, esta semana el Ministro de Economía visita Francia para negociar la deuda de 9.000 millones de dólares que Argentina posee con el Club de París.
Aún así, nada reemplaza las correcciones que en algún momento deberán llevarse a cabo. La inflación vinculada a una expansión fiscal sin límites financiada con emisión y la falta de confianza en el gobierno, son los principales obstáculos para la inversión, hoy tan necesaria para poder salir a flote. Ninguna de las dos cosas resolverá este gobierno, sólo podrá evitar que la suba de precios se descontrole insistiendo con los ya fracasados acuerdos de precios, en tanto que la falta de credibilidad no podrá revertirla. Mientras no haya confianza, no habrá agentes económicos dispuestos a arriesgar su capital – salvo los beneficiados con políticas del gobierno-. Sólo hay que esperar entonces llegar a final de mandato sin que la inestable y zigzagueante economía derive en una severa y profunda crisis.