He escuchado a varios jóvenes contar que, a pesar tener un título universitario bajo su brazo no logran conseguir ese empleo al que aspiran. Pasan una, dos, hasta tres entrevista pero no más allá. En este momento es cuando empieza la frustración y la inseguridad que genera buscar empleo y no conseguir y el consecuente replanteo de la carrera elegida. Sin embargo, la mayoría de las veces lo que inclina la balanza para el NO, no son las credenciales académicas sino las habilidades personales.
En un punto, el título de grado para el profesional, como la tecnología para las empresas, es un commodity si el que lo posee no le aporta algo propio, ese enfoque o forma de hacer que nos diferencia del resto.
En las entrevistas de selección, los selectores ponen el ojo en encontrar ese diferencial entre los candidatos. Buscan personas con predisposición a aprender, que sean hábiles para la resolución de problemas y que trabajen en equipo en función de alcanzar los resultados propuestos.
Las empresas no buscan simplemente “empleados”, lo que necesitan son “socios” que se comprometan y asuman con dedicación sus responsabilidades, que muestren flexibilidad y capacidad de adaptarse a diversas situaciones y que, fundamentalmente, sean preactivos. Es casi inaceptable que un joven profesional que forma parte de la Gen Y, sobrestimulado por la tecnología, no se muestre emprendedor.
Para alcanzar el trabajo de tus sueños, poner en la mesa el título ya no alcanza, es necesario que muestres tus habilidades de comunicación, de liderazgo y hasta de conducción, porque en esta etapa la clave no está en los libros sino en las personas.
Jorge Figueroa – Director de Business Development & Outsourcing de Randstad