Umberto Eco y el periodismo

Por Ernesto Edwards

Filósofo y periodista

@FILOROCKER

Sobre todo cada vez que nos adentramos en algún período electoral, en tiempos en que todavía se sigue discutiendo y debatiendo, en nuestro país y en el mundo entero, acerca de la actividad periodística, su rol, su transparencia y su ubicación e independencia, y sobre si la profesión se regula naturalmente con algún código de ética, desde la filosofía, alguien que también se destacó en similar nivel en el medio periodístico, vino a aportar algo de luz a través de lo literario. La que finalmente sería la última novela de Umberto Eco exhibe lo peor de la actividad periodística actual, exacerbando lo que es la manipulación de la información. Para lo cual, por cierto, si se presta un poco de atención, existe una especie de reconocible protocolo.

 

No hace tanto, a comienzos de 2015, allá por el invernal enero, Roma mostraba un paisaje similar al de Londres de hace una década, cuando había centenares de metros de cola de adolescentes impacientes por comprar en la librería “Waterstone’s” el último libro de “Harry Potter”. Pero hace poco más de dos años la expectativa pasaba por adquirir la anunciada nueva novela filosófica del genial pensador italiano, recientemente desaparecido, Umberto Eco. Académico en Torino, Firenze y Milano, sin embargo cobra notoriedad con su cátedra de Semiótica en Bologna, alternando entre cuestiones hermenéuticas y las más llanas situaciones cotidianas de divulgación, hasta llegar a la cima, en 1962, cuando publica “Obra abierta”, proponiendo que el usuario de las obras de arte efectuara actos de “libertad conciente” con cada objeto cultural en sus manos. Erudito como pocos, aún siendo originariamente marxista, se especializó en Filosofía Tomista, con la idea de conocer a fondo aquello con lo que no se coincide. Con esa creencia que parece no envejecer, que es la de tener vigilado al adversario (ideológicamente hablando). El gran público le llegaría a Eco como novelista. Siempre best sellers y traducidas a medio centenar de idiomas, “El nombre de la rosa” (1980, llevada al cine), “El péndulo de Foucault” (1988), “La isla del día de antes” (1994), “Baudolino” (2000), “La misteriosa llama de la Reina Loana” (2004) y “El cementerio de Praga” (2010) precedieron el lanzamiento de “Número Zero”, todas editadas por Bompiani, de este destacado autor.

Es posible que ante la descripción del núcleo argumental de “Número Zero”, muchos crean descubrir peligrosas e inquietantes similitudes con una realidad próxima a nosotros mismos. Esta novela no se trata solamente sobre preparar supuestos “números cero” de un periódico ficticio con el fin de presentárselos, extorsionándolos con los mismos a aquellos políticos, empresarios y financistas de los cuales se denunciarían cuestiones inconvenientes para cada uno de ellos, esperando acceder a alguna participación o paquete accionario de lo que sea conveniente, y sin que nada deje que sospechen que dichos ensayos periodísticos serán sólo una amenaza, que nunca fueron pensados para ser publicados realmente, sino que, además, la ulterior excusa para no publicarlos será que los sectores de poder se han encargado de silenciar al “periodismo independiente”. Nada más perverso. Sobre todo si “Domani” (“Mañana”, tal el nombre del proyecto que se ofrece) es un intento de borrador de diario que sostiene económicamente un poderoso Comendador, todavía limitado a cuestiones menores, pero que quiere escalar rápidamente en cuanto a lo social y lo mediático a través del chantaje. Para ello, contratará a Simei, un inmoral comunicador fracasado, como jefe de redacción que reclutará a redactores desocupados como escaparate de una publicación inexistente (aunque ellos nunca lo sabrán), y que interesará a Colonna (el narrador del texto), un perdedor, un mediocre traductor de alemán para que sea su “escritor fantasma”, redactando (en secreto y en paralelo) el libro “Domani, iera” (“Mañana, ayer”) que explicará (falazmente) por qué “Domani” nunca se pudo publicar. Un libro que tampoco saldrá jamás a la venta.

Mucho se ha dicho sobre que existen diferentes modalidades de hacer periodismo. Diarios “serios” y sensacionalistas. Periodismo “militante” (que para muchos es nada más que periodismo comprado), periodistas “pendulares”,  también los supuestamente “independientes” (cuando en realidad todos estamos posicionados desde lo filosófico e ideológico), y también los hay, evidentemente, mercenarios. Son aquellos que venden su opinión al mejor postor, y la acomodan a ellos. Y los hay, además, de aquellos que pueden llegar a levantar un teléfono y anunciarle a la víctima de turno que si no tienen un conveniente arreglo, mañana puede salir publicada tal cosa. Que se hará exponiendo un archivo olvidado u oculto, o simplemente, inventando todo. Como aquellos “carpetazos” de los que abundan en cualquier “operación de prensa”.

No es casual que “Número Zero” es la primera novela de Eco ambientada en la actualidad. O más precisamente en Milán, en 1992, año en el que aparecería quien luego sería un verdadero pope mediático y de la política italiana, con un Berlusconi degradando al periodismo, convirtiéndolo en una industria de la difamación, desacreditando y deslegitimando a todo aquel que no se rindiera frente a su creciente poder, a través de la desinformación o de la manipulación de la información. Con aquellas típicas falacias “ad hominem”, que recomendaban desarticular la imagen de una persona, aún con la simple insinuación, para que nada que afirmara resultase creíble. Y siempre, intimidando y mintiendo. Porque de eso trata el poder cuando se edifica sobre cimientos de corrupción. Acompañados por lo que hoy se llama, en Italia, la “máquina del fango”.

“Número Zero”, tal como proponía el mismo Umberto Eco en su rol de semiótico, actúa como una adecuada “metáfora epistemológica” del contexto histórico que describe, porque desfilarán, a veces sin proponérselo, toda la historia italiana reciente de los años ’50 en adelante, desde la supuesta huída de Mussolini a la Argentina, el asesinato del Papa Albino Luciani, el operativo “Mani pulite”, y hasta la P2 con Licio Gelli incluido. Mención especial, dirigida a los lectores de este volumen, para Bragadoccio, personaje clave de la historia.

Y aunque para Eco su última novela en modo alguno es una especie de tratado crítico sobre el periodismo, sin embargo lo es, porque fija los límites en cuanto al manejo de la información, aún sin juzgar la actividad desde una superficial moralina. Podremos leer editoriales, artículos de opinión, críticas firmadas. Con nombres y apellidos que aparentemente se hacen cargo de lo que escriben. Pero la amenaza puede estar en cualquier nota anónima de cualquier página impar.

Ya lo había adelantado muchos años antes, en “La estrategia de la ilusión”, en un texto rigurosamente académico. Pero décadas después, Umberto Eco, ya con formato literario, con “Número Zero”, en su desarrollo deja planteado el debate de la aparente imposibilidad de la objetividad periodística. Es un libro para leer con todos los periódicos posibles en la mano, viendo cómo, sobre un mismo tema, se afirman cuestiones diametralmente opuestas, sin que nadie se ruborice al hacerlo. Y con cada sector redactando su propio manual de ética periodística. Nada más actual, vigente y necesario.

En tiempos de posverdad y de relatos, donde todo se distorsiona y se confunde, se hace cuesta arriba poder confiar. Y el escepticismo, como actitud de descreímiento, se vuelve una característica que nos describe. El ya eterno Umberto Eco, con “Número Zero”, con singular maestría y profundidad, lo refuerzan casi ilimitadamente.

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