Por Ernesto Edwards / Filósofo y periodista / Desde Madrid @FILOROCKER
El teatro es otro de esos objetos culturales que propician profundas reflexiones acerca de cuestiones de fondo para el ser humano. La obra “La golondrina”, magistralmente estelarizada por Carmen Maura, es de esas piezas que hacen pensar sobre una cuestión crucial: la libertad.
Como en muchas otras partes del mundo, también en Madrid, las obras teatrales se dividen entre las que están planeadas (o así resultan) para permanecer en cartel largo tiempo, o aquellas que por tener protagonistas encumbrados y de alto perfil sólo estarán pocas semanas, con suerte quizás meses. Este último parece ser el caso de “La golondrina”, un texto de Guillem Clua que fuera estrenado mundialmente en Londres en 2017, y que en la ocasión está dirigido por Josep María Mestres, que tiene como protagonista a la gran Carmen Maura, acompañada dignamente por Félix Gómez. Sin embargo ya pasaron siete meses de su estreno.
Carmen Maura, una talentosa actriz de vanguardia, y de recursos histriónicos notables, quien fuera considerada por la crítica como la primera “chica Almodóvar”, justamente por ser la pionera en atreverse a darle carnadura a los personajes del genial y transgresor realizador, vuelve a las tablas luego de cinco años de estar fuera de ellas, para lucirse en la composición de un complicado papel.
Basada en hechos recientes, de amplia repercusión mundial, “La golondrina” pondrá cara a cara a sólo dos personajes, Amelia y Ramón. La Maura como una exigente y reputada profesora de canto, que recibirá en su casa a un muchacho de alrededor de 40, quien busca perfeccionarse vocalmente para poder cantar en el inminente acto recordatorio de su madre recientemente muerta. O por lo menos eso es lo que cuenta. Y lo que pretende cantar es “La golondrina”, una canción que parece tener para él un significado especial. Y lo mismo para Amelia, razón por la cual, pese a reticencias iniciales, accederá a darle clases.
Pero lo que parecía un incipiente vínculo maestra-alumno, rápidamente se tornará en un diálogo revelador de las impensadas intenciones de uno y del rígido pensamiento de otra. Y ambos, coincidiendo en el dolor, eso que afirman, en el texto, nos hace incuestionablemente humanos. El dolor propio y también la empatía, si es que queda lugar para sentirla.
Conviene en este punto advertir que la obra se inspira en el reciente ataque terrorista contra los asistentes de identidad homosexual en el bar Pulse, en Orlando, Estados Unidos, en 2016, en el que fueron asesinadas 49 personas, aunque también resuenen en el texto varios atentados recientes más. Fuese en Barcelona, Niza o París. Porque la intolerancia y el odio por lo diverso y lo diferente puede llegar a extremos inesperados. Y es que después de ello, lo que queda es terreno arrasado. Porque ya nada será igual. Porque no habrá posibilidad de arreglo o reparación. Y los que sobreviven a ese vacío, a ese agujero existencial, -sus deudos-, tienen su alma en estado de emergencia. Desde allí, estos dos personajes dispares comenzarán a conocerse, develando en una sola noche, todos los secretos y misterios que parecían inimaginables. Y entre reproches cruzados, surgirán aquellas cuestiones para las que los mayores no parecen preparados: la orientación sexual de los hijos. El no aceptar, o no querer ver de qué se trata cada elección. O no poder entenderlo. Y en el medio, la tragedia y el horror, que harán repensar en el tiempo perdido. Y en el sinsentido de los que buscan provocar el terror. Y en sus víctimas, que no serán sólo quienes son asesinados o mutilados.
Pero el amor es más fuerte, decimos a veces los argentinos. Y eso será lo que puede salvarnos de la debacle. Porque sólo el amor puede hacernos comprender y aceptar algunas cuestiones que nuestra educación tradicionalista las hacen aparecer como imperdonables.
Y es aquí que en “La golondrina” surge claro un elemento de fuerte raigambre filosófica: la libertad. Respecto de la misma, en un trayecto al que frecuentemente recurro, Aristóteles buscó coordinar el orden natural y el moral mediante la noción de finalidad, siendo en el hombre la tendencia natural hacia la felicidad, mediante una acción voluntaria y una elección. Más tarde, Agustín distinguiría entre libre albedrío como posibilidad de elección, y libertad como realización del bien con vistas a la beatitud. Pero no basta con saber lo que es el bien: es menester poder inclinarse efectivamente hacia él. Para Sto. Tomás el hombre goza del libre albedrío, y su voluntad es libre de coacción, la cual es impulsada por el entendimiento, que aprehende el bien como su objeto propio. Acerca de la libertad Kant estableció que en el reino de los fenómenos hay un completo determinismo, y es imposible salvarla dentro de él. La libertad aparece dentro del reino del nóumeno: el reino moral, y no puede ser una cuestión física, es únicamente una cuestión moral, y en su reino no sólo hay libertad sino que no puede no haberla, pues es un postulado de la moralidad. En el siglo XIX la noción de libertad fue debatida como libertad humana frente a los fenómenos de la naturaleza y a la sociedad. Bergson la enfocó con relación a la conciencia, y Kierkegaard la abordó desde el punto de vista religioso.
Ya en el siglo XX, la libertad fue abordada por pensadores analíticos, que sostienen que en vez de tratar de explicar hay que describir qué sucede al emplear expresiones relativas a acciones voluntarias o involuntarias. Pero también fue analizada como un existenciario clave para el hombre. Sartre la enmarcó como condición de la acción. Y Ortega y Gasset se anticipó al señalar que el hombre está condenado a ser libre. Todo lo que estos destacados pensadores nos enseñaron es que en el respeto por la libertad del otro es donde lo reconocemos como humano. Y de eso se trata el mensaje de “La golondrina”.
Los demás detalles no conviene contarlos. Porque la obra vale la pena verla. A sala llena, como en mi caso. La ovación del final se prolongó, con un emocionado público de pie. Sólo quedó algo de tiempo, algunos minutos después, para que este periodista y crítico intercambiara algunas palabras y conceptos sobre la obra con su gigantesca protagonista. Sí, con la ya legendaria Carmen Maura.
FICHA TÉCNICA “La golondrina”
De Guillem Clua
Dirigida por Josep María Mestres
Con Carmen Maura y Félix Gómez
Teatro Infanta Isabel (Madrid)
Duración: 80’ – Calificación: Muy Buena