Por Ernesto Edwards
Filósofo y periodista
Pasó la elección a gobernador de Santa Fe y el triunfador es el contador Omar Perotti. Desde la usina kirchnerista se apuraron en afirmar que fue gracias a que el electorado está ansioso por el regreso al poder de Cristina Fernández. Nada que ver.
Omar Perotti, representando al Justicialismo santafesino y luego de imponerse en las PASO de abril pasado a María Eugenia Bielsa, acaba de ganar las elecciones para gobernar la provincia de Santa Fe los próximos cuatro años. De esta manera el peronismo local recuperó este territorio luego de tres períodos dominados por el Socialismo, encarnado en Hermes Binner, Antonio Bonfatti y Miguel Lifschitz, sucesivamente. Un Socialismo que está comenzando a languidecer, corriendo peligro de extinción.
Las interpretaciones y lecturas acerca de por qué sobrevino este resultado han sido múltiples y diversas, pero la más descabellada es la que desde algunos sectores nacionales se pretende instalar: que Perotti se benefició de la corriente nacional que indicaría el inminente retorno al poder, a partir de octubre, del kirchnerismo, en la figura de Cristina Fernández.
Omar Perotti, actualmente senador nacional y de vasta trayectoria política, ganó, fundamentalmente, en respuesta a una agobiante agenda propia de la provincia de Santa Fe que marcaba el agotamiento del proyecto del socialismo, toda vez que el descontrol de la violencia y la inseguridad, y sus consecuentes e innumerables asesinatos, vinculados con el predominio del narcotráfico, sumado a las obscenas muestras de corrupción con formato de nepotismo (toda una especialidad de este grupo), finalmente provocaron el esperado desenlace: un claro e inapelable triunfo electoral de la fórmula Perotti – Rodenas.
Atrás quedaron los intentos desde la otra vereda por convencer al electorado de que Perotti es la derecha del peronismo, que es antiderechos abortistas, y hasta que como intendente de Rafaela propiciaba la matanza de perritos sueltos. Podríamos analizar los matices que ideológicamente parecen diferenciarlo de otras expresiones internas del justicialismo. No vienen al caso.
Algunos apuntes de los resultados finales de este domingo. Ganó Perotti, un peronista moderado. Pero en Rosario, un Roberto Sukerman, actual concejal públicamente encuadrado con el kirchnerismo nacional terminó perdiendo a manos de un Pablo Javkin que se presenta como un radical aggiornado que raudamente buscará tomar distancia en la interna del Frente Progresista de sus socios socialistas. Si Perotti hubiese ganado porque se viene arrolladoramente el regreso del kirchnerismo, Sukerman no hubiera perdido.
Es cierto que el Socialismo le facilitó las cosas a Perotti. Haber decidido que el candidato oficialista fuese un soberbio y ególatra Antonio Bonfatti fue como decirle a la gente que habían hecho todo mal pero que no les importaba y no pensaban cambiar. Si no hubiera sido así, de ninguna manera Miguel Lifschitz, mucho mejor visto, hubiera logrado el avasallante triunfo que tuvo con su lista de diputados provinciales, considerando además que en su listado había incorporado personajes como Maximiliano Pullaro, el inepto ministro de Seguridad provincial, que tenía asegurada su banca legislativa aún antes del acto eleccionario.
Ya nadie quería saber más nada con los socialistas conocidos en Rosario. Le pasó a la todavía intendente Mónica Fein, que candidateada para senadora departamental perdió demoledoramente con Marcelo Lewandowski, un modesto comentarista de fútbol sin antecedentes políticos, representando al peronismo. Nadie imagina, todavía, al veterano periodista militando con los K. Tampoco ganó el primer lugar en el rubro concejales Eduardo Toniolli, actual concejal y presidente de la Departamental del PJ, y un claro referente kirchnerista.
Tampoco debe pasar desapercibido la irrupción de la mediática y otrora escandalosa Amalia Granata, hoy representando fuertemente a quienes defienden la postura antiabortista. No sólo que salió tercera, sino que encabezará un nutrido bloque de seis diputados provinciales, contándose a sí misma.
Ganó Omar Perotti. Y en buena ley. Los santafesinos tenían sobrados motivos para no querer una vez más a Bonfatti como gobernador. Haya tenido que ver o no, lo cierto es que durante su mandato se instaló y se consolidó el narcotráfico en la provincia, y que desde Buenos Aires etiquetaron a su partido, quizás excesivamente, como el “NarcoSocialismo”. Y Perotti, con una campaña electoral bien diseñada y sin fisuras, que incluye propuestas que aportarían a resolver temas como el trabajo y la producción, y con una imagen seria y creíble, se llevó los votos necesarios como para imponerse. Nada tuvo que ver, entonces, el supuesto alud cristinista que sobrevendría el próximo octubre en las generales presidenciales. Porque, además, está por verse lo que sucederá en cuatro meses.
Si no ganó Sukerman la municipalidad de Rosario, si no se impuso Toniolli con su lista para el Concejo, si Leandro Busatto no se quedó con la mayoría en la Cámara de Diputados, es porque claramente el mensaje fue “queremos a Perotti, que no es K, para que podamos superar el desastre que están dejando los socialistas”. Ni más ni menos que eso.
Sea cual sea el lugar que finalmente ocupe Cristina Fernández en las listas de cara a octubre (lo sabremos este sábado 22 de junio), no hay dudas de que forma parte de un pasado al que no se quiere regresar. El fantasma de convertirnos en Venezuela sigue sobrevolando. Y aunque no es menos cierto que un núcleo duro de aproximadamente un tercio del electorado nacional fantasea y desea su retorno, todo ha cambiado y nada volverá a ser como en el 2007. Porque además ha cambiado el mundo, virando a polos ideológicos impensados una docena de años atrás. Quienes monopolizaban el poder en la ex Patria Grande latinoamericana ya no están. O marcharon presos o se murieron. En cambio, Donald Trump y Jair Bolsonaro, entre otros, tomaron las banderas de un sector que no parece ser del todo agradable estéticamente a nivel político, pero claramente efectivo en cuanto a resultados vinculados con la economía y el pleno empleo, de la mano de un Trump, en los Estados Unidos, que parece un elefante en un bazar, y odiado por todo el Partido Demócrata y aún por sus pares republicanos, pero que es rotundamente exitoso. En un mundo así, con el actual contexto internacional, Cristina Fernández con su discurso que atrasa ya no tiene cabida. Y la buena acogida de Miguel Ángel Pichetto en la fórmula oficialista algo está diciendo.
¿Que Mauricio Macri no tuvo una buena gestión en su primer período de gobierno? No caben dudas. Pero su modelo no aparece todavía como agotado. Y la historia política contemporánea argentina indica que hasta que ello no sucedió, los sucesivos presidentes retuvieron el poder. Puede sonar raro, pero el momento de Macri no parece terminado. Su gobierno ha sido malo, pero el de la viuda de Kirchner fue peor. Y a todas luces el más corrupto de la historia. Y la fórmula “roban pero hacen” ya no resulta admisible. Podríamos entrar en mayores detalles y traducirlo en términos económicos y hablar de desendeudamiento y posterior endeudamiento. Y de algunas cuestiones más. Y seguramente no nos pondríamos de acuerdo. Pero lo que vale es que el peronismo se merece una auténtica discusión interna y una renovación de sus principales figuras. Algo que no viene ocurriendo.
Omar Perotti es el legítimo ganador de la gobernación de Santa Fe. Se la ganó él solito y no le debe nada a nadie. Y eso que tuvo que soportar oleadas de gorilismo dispuestas a dejarlo afuera votando a Bonfatti, como también de algunos que tienen el carnet del PJ. Pero la razón se impuso. Y es verdad que está por verse cómo el gobernador electo se alineará a nivel nacional. Pero esa será otra historia.
Kirchneristas, a bajarse del carro. Que en octubre se pueden pegar un porrazo. Ganó Perotti. Y punto.