Luego de muchos años de ser el único centro en torno al cual orbitaban todos los actores políticos –propios y ajenos– Cristina Fernández ha ido perdiendo la exclusividad de los reflectores. La agenda que el oficialismo impulsaba a su antojo, logrando instalar temas, profundos o superficiales, sobre los cuales discurría la atención de los medios, de la ciudadanía y hasta de los referentes de la oposición, está siendo tironeada por otros núcleos políticos.
La nueva estrella del firmamento político es Sergio Massa, actual intendente de Tigre y candidato a diputado nacional. Hacia el tigrense se dirigen en procesión varios dirigentes peronistas, en busca de asegurarse la continuidad en sus cargos, presupuestos y estructuras. Otros, lo miran con deseo pero especulan antes de dar el paso, dada su dependencia al gobierno nacional o –como es el caso de varios intendentes bonaerenses– de la necesidad de mantenerse en buenas relaciones tanto con Cristina como con Scioli, a quienes la necesidad política les hizo olvidar batallas de un pasado reciente.
El fenómeno Massa es curioso. Si el ex jefe de gabinete kirchnerista ha logrado construir una mayoría bajo su Frente Renovador, o si una mayoría lo ha construido a él, en pos de manifestar su rechazo al gobierno, es una cuestión que se develará en los veinticuatro meses posteriores a octubre. ¿Correrá Massa con el albur de Francisco de Narváez, votado para golpear al kirchnerismo y relegado posteriormente? ¿O se trata de un dirigente que logrará aunar bajo su ala a peronistas disidentes y kirchneristas “arrepentidos”? Es sabido que el peronismo busca permanentemente regenerarse. Del menemismo al duhaldismo, del duhaldismo al kirchnerismo. ¿El 2015 comenzará el año del massismo? Todavía falta una eternidad.
Por lo pronto, el tigrense se da el lujo de hacer esperar a dirigentes de todas mentas y empresarios que quieren aportar para su campaña. También recibe otro tipo de atenciones. El robo que sufriera antes de las PASO no fue un episodio aislado, como tampoco lo fue el ataque que recibió su caravana en La Matanza. Sin embargo, hasta en estos casos, Massa ha sabido buscar el rédito político. Despegando completamente al intendente matancero –el kirchnerista Fernando Espinoza– Massa le hizo un guiño para una futura “conversión”. Massa recluta pensando en el futuro.
Los números le son más que amigables. Podría sacar el 41% de los votos el 27 de octubre, contra el 30% de Martín Insaurralde. A diferencia de 2009, cuando fue candidato testimonial dentro del kirchnerismo, esta vez Massa asumirá concretamente su banca de diputado. Desde allí se le presentará el desafío de construir el consenso necesario para 2015.
En la vereda opuesta, Cristina Fernández, se haya estratégicamente desentendida de la campaña, luego de las PASO. Ha dejado a Insaurralde –quien coqueteó con la idea de bajarse y volver a Lomas de Zamora, un terreno mucho más hóspito– librado a su suerte y a la ayuda que Daniel Scioli quiera brindarle. La Presidenta se ha distanciado no sólo de los avatares electorales, sino aparentemente de la realidad política, económica e internacional.
Acaso más ensimismada que de costumbre, se dedica a ilustrar a la sociedad sobre la vida y obra de ella –y del ubicuo Néstor–, en una pintoresca “entrevista” con un periodista de chimentos. Al mismo tiempo, pide enardecida que la oposición no “desfinancie al estado” y apruebe un presupuesto de ciencia ficción, que tiene entre otros dislates, una inflación del 10,6% anual, una suba del gasto público del 15,6% y un crecimiento del PBI del 6,2%. La lección que pretendió impartirle al mundo en el Consejo de Seguridad de la ONU, queda para otro capítulo.
Más acá queda la absurda prórroga de un blanqueo fracasado, que juntó poco más de U$S 340 millones, cuando la expectativa eran 4.000. Hace un par de días, este tema logró generar una fuerte pelea entre Guillermo Moreno y Echegaray. El inefable secretario de Comercio Interior, impulsor de la paupérrima medida, logró extenderla, contra los deseos del titular de AFIP, que había reconocido la esterilidad del blanqueo. El gobierno pretende abstraerse del proceso de cambio que se entroniza a su alrededor.
Este proceso no debería ser lo traumático que Elisa Carrió mencionó en su visita a Rosario. Pero tampoco debe ser algo de fácil asimilación luego de una década en el gobierno. El ex candidato a la Presidencia, Ricardo López Murphy –quien también anduvo por nuestra ciudad– dejó una alerta interesante. La gente está esperanzada de que luego de las elecciones las cosas van a cambiar de inmediato. Este optimismo –que también se ve reflejado en la última encuesta de Poliarquía– puede frustrarse rápidamente en estos dos años en los que, más allá de la política, la economía no mostrará su mejor cara. A tener en cuenta este elemento.
Por el lado de nuestra provincia, dos noticias importantes sacudieron el escenario político. La primera es la reaparición del ex gobernador Carlos Reutemann, quien se mostró en un encumbrado asado justamente con Sergio Massa y con los referentes de la Mesa de Enlace. “Lo que quieras, me decís y lo hacemos”, le habría dicho Reutemann al tigrense. Algunos sueñan con una fórmula conjunta. Pero, como se ha dicho, para el 2015 faltan siglos.
La otra noticia, de cariz político e institucional, es que luego de las elecciones, el gobierno provincial propiciará un diálogo con el resto de los espacios políticos para avanzar en un borrador de puntos, en aras de modificar la Constitución Provincial. Cuestiones como autonomía municipal, Consejo de la Magistratura, estatizaciones de EPE y Aguas Provinciales y –por supuesto– la reelección del gobernador (hoy prohibida por el art. 64) prometen un debate polémico.