Por Garret Edwards | Director de Investigaciones Jurídicas en Fundación Libertad | @GarretEdwards
Suenan Los Piojos, suena “Maradó”, de aquel álbum que fuera “3er Arco”, de 1996. Sí, ¿y de qué iba a hablar, si no? Tengo mucho para decir sobre Diego Armando Maradona, y a la vez tengo tan poco.
Pensaba, recordaba, una frase de Andrés Calamaro que para mí siempre es muy difícil de olvidar, de aquella mítica canción “Crímenes Perfectos”, cuando en el año 1997, en “Alta Suciedad”, decía “Me parece que soy de la quinta que vio el Mundial 78”. Y yo no soy de la quinta que vio el Mundial 78. Tampoco vi el de España 82. Ni la gesta heroica de México 86, con Maradona a la cabeza. Y no porque no quisiera. Es que todavía no había nacido.
Me cuenta mi viejo que cuando era bebé me ponía delante de la pantalla para ver Italia 90. Pero de eso no me acuerdo. Tampoco me acuerdo de Estados Unidos 94. A lo sumo de un pequeño álbum de figuritas de la época en el patio de mis abuelos maternos.
El primer Mundial del que me acuerdo es de Francia 98. De su mascota, el gallito Footix, de Zinedine Zidane, del croata Davor Šuker, de David Beckham, de Ronaldo.
También me acuerdo de ese Corea–Japón 2002 de partidos en la madrugada. Y de partidos a la hora de la escuela en mi primer año en mi querido Superior de Comercio. ¿Y cómo olvidar el Mundial de Alemania 2006, con el Ratón Ayala peleando hasta la última pelota?
Increíblemente, de Sudáfrica 2010, el que tuvo a Diego Armando Maradona como técnico de la Selección, de lo que más me acuerdo es del “Waka Waka” de Shakira.
¿Y qué decir de Brasil 2014? Y sentir tan cerca la posibilidad de vivir ese México 86 que no había vivido, para que terminara siendo el Italia 90 que no recordaba.
Rusia 2018 ni vale la pena traerlo a la memoria. Y tanto para decir sobre Maradona. Tanto se ha dicho ya. Tanto se va a seguir diciendo. Tantos puntos para ahondar, para profundizar. Con un personaje que yo no vi en vivo jugando. Un personaje del fútbol que siempre vi en una pantalla, siempre fue un vídeo, siempre fue un recuerdo, siempre fue un VHS. Siempre fue un gol no en la calidad en la que se ven ahora, ni en el recuerdo. Cuando digo calidad, me refiero a si se ven en o no en HD, y no a la calidad deportiva y futbolística de Diego Armando Maradona. Que no lo voy a decir yo, lo dicen los que entienden del tema, es el mejor jugador de fútbol del mundo y de la historia.
Hace rato que los doctrinarios dicen, quizás equivocadamente, que los partidos de fútbol no se pueden considerar propiedad intelectual. A diferencia de las coreografías del ballet, las coreografías del fútbol, como no se pueden repetir a ciencia cierta, como tienen el valor de lo imponderable, como no se sabe qué va a hacer el rival, dicen “acá no hay propiedad intelectual”. Que no se pueden patentar tampoco las jugadas, no se puede ser dueños de los goles. Aunque nos imaginemos la carrera que tomaba Roberto Carlos, otros puedan tratar de imitarla. Que nos imaginemos el Escorpión de Higuita y otros puedan tratar de imitarlo. Que nos imaginemos al Loco Abreu cuando la picaba pateando los penales.
Ahora, sin embargo, aunque no pudiera patentar esas mismas jugadas que Maradona repetía una y otra vez, y que dejaba indelebles en las retinas, eran sólo de él, y también eran de todos.
Un Maradona, que todavía no nos hemos detenido todavía en esto, pero que bien vale la pena recordar esa diferencia entre modelos e ídolos. Maradona fue un ídolo, no fue un modelo, por lo menos no en su vida personal, que es su vida personal y con lo que quizá los que vivimos sólo la parte final de Maradona, sólo sus años de decadencia, sólo sus años de opiniones con las que quizá no estábamos de acuerdo, no tenemos que olvidar la diferencia entre modelos e ídolos. Maradona era un ídolo, no era un modelo, y no tenía tampoco por qué serlo.
Es un reduccionismo todo eso que se ha dicho, todo eso que hemos escuchado, de “el mejor gol de la historia del fútbol, en el mismo partido cuatro minutos después de distancia el mismo jugador junto con el gol más famoso por ser violatorio del reglamento por ‘la mano de Dios’”. Y sí, son las contradicciones. Es aquello que sucede a nivel micro en cada uno de nosotros, y que sucede a nivel macro en la cancha como expresión poética de la vida.
Y también pensaba en Maradona y en la cultura de la cancelación. ¿Por qué le criticábamos, y yo también me sumo porque también lo hice, tantas cosas que no nos gustaban de Maradona, de sus comportamientos a nivel personal, de sus ideas políticas, y no lo hacemos con cuestiones de la vida personal con personajes como Woody Allen o como Roman Polanski?
También me preguntaba, y recordaba, y evocaba, lo que sentí cuando se murió Umberto Eco, y que a mi mente venía la imagen de haber leído por primera vez “El Péndulo de Foucault”. O me preguntaba qué voy a sentir cuando se mueran algunos de mis ídolos, y nombro sólo algunos que se me vienen a la cabeza, como Al Pacino, Robert De Niro, Stephen King, Eric Clapton. Todos están vivos, y obvio que es una lista parcial, subjetiva e incompleta, como todas las listas. Perdonen, es que no podía evitar ser tan autorreferencial. Es que Maradona formó parte de la vida de todos nosotros, de una forma o de otra.
Lo leía al director de cine Paolo Sorrentino, napolitano él, ultra mega fanático de Diego Armando Maradona, cuando dijo que se murió su juventud. Y sí, para muchos se murió una parte importante de su juventud. Y eso no es menor, ni un detalle.
También pensaba, y por eso lo dejo de lado, ni hablemos de la utilización política que intentó darle el Gobierno Nacional a todo esto, porque no vale la pena ensuciar este momento con esa otra imagen.
Tenía mucho para decir, y a la vez tan poco, como ya adelanté. Ya ven, no les mentí en ese sentido. Paul Verlaine afirmaba que todo el resto era literatura. Parafraseándolo, está Maradona, y todo el resto es sólo fútbol.