Los recientes sucesos pertinentes a la posible transición política que protagoniza Venezuela han colocado al país caribeño en el centro de la agenda latinoamericana. El surgimiento del ingeniero Juan Guaidó, quien preside la Asamblea Nacional de Venezuela, y es parcialmente reconocido como Presidente de la república venezolana, puso en jaque al ya decadente régimen de Nicolás Maduro.
El funcionario se proclamó presidente interino, haciendo valer los artículos 233 y 333 de la constitución venezolana. El primero trata lo referente a las faltas absolutas del Presidente, ya sea por muerte, incapacidad física o mental, renuncias o destituciones. También sostiene que en caso de darse cualquiera de estas situaciones, es el presidente de la Asamblea Nacional quien debe asumir el cargo durante los treinta días siguientes, con el fin de convocar una elección universal, directa y secreta.
El segundo faculta a todo ciudadano a “colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia”, en referencia a la propia Carta Magna, en caso de que ésta sea violada. La oposición sostiene que Maduro ha violado el texto constitucional en reiteradas oportunidades, por lo que lo califica como dictadura. Tras su asunción, no tardó en ser reconocido por buena parte del pueblo venezolano, sino que también fue ungido con el aval de la mayoría de los países de América, incluídos los Estados Unidos, y varios organismos internacionales como la OEA y el Fondo Monetario Internacional.
En las últimas horas los medios internacionales se han poblado de titulares que hablan de “tensión creciente” y de manifestaciones populares masivas. Por otro lado, la Casa Blanca ya quitó el control de las cuentas bancarias de Venezuela en Estados Unidos al Chavismo y lo entregó a Guaidó. Mientras tanto, el gobierno de Trump ya anunció que avanzará sobre las cuentas petroleras, la variable principal de la economía venezolana, que representan un ingreso de 11.000 millones de dólares. Londres rachazó el permiso para que Caracas retire 1.200 millones de dólares en oro depositados en el Banco de Inglaterra.
Para comprender la naturaleza y las posibles consecuencias de este punto de inflexión en la historia, hablamos con el analista político organizacional Víctor Maldonado. Desde su despacho en Caracas, el especialista se prestó a una videollamada en la que trazó una profunda reflexión sobre la idiosincrasia de su país, sus errores, el surgimiento de Guaidó y la decadencia de un régimen al que calificó de “tiránico”, cuya concentración de poder lo llevó a cometer la “traición de Leviatán”.
¿Cómo describiría la situación de Venezuela?
Nosotros tenemos veinte años viviendo una tiranía que se ha instalado progresivamente, al punto de transformarse en un totalitarismo del socialismo del siglo XXI. Una especie de formato híbrido en el que tanto civiles como militares se coligan en una ideología radical de corte castrista. Están intentando instalar toda la agenda del comunismo con, por supuesto, toda la rudeza, represión, pérdida de libertades y control de la economía que uno se pueda imaginar. Todo al costo de una alta violencia, una alta persecución política y una devastación inimaginable de la economía venezolana.
Vivimos una tiranía que ha perdido toda base social y toda legitimidad. Afrontar este ritmo de su mandato provocó un gran fraude electoral, en el que persiguió a los principales partidos, los inhabilitó, hizo trampa, violó el secreto del voto y, por lo tanto, violó el mandato constitucional de Venezuela que dice “directa, secreta y competitiva”. Habiendo vencido el plazo del último período que también fue fraudulento, no le queda más remedio que afrontar este desconocimiento masivo que está afrontando.
¿Qué opinión tiene sobre Juan Guaidó?
Guaidó es un diputado de la Asamblea Nacional, miembro de uno de los partidos importantes como Voluntad Popular. Llega allí porque le correspondía este año a su partido ejercer la presidencia de la Asamblea Nacional; todos los venezolanos estamos festejando que él asumiera el desafío que le corresponde en este momento histórico.
En este momento está demostrando el coraje y la capacidad en su política como para llevar esta etapa de la transición que corresponde al reconocimiento internacional de su papel, de su rol legítimo y a tratar de desafiar eso que nosotros llamamos la hipocresía internacional. Todos los grupos, intelectuales, ONGs y gobiernos de izquierda, como siempre, se alinean con la peor de las opciones para nuestro pueblo y quieren desacreditar el rol legítimo de Guaidó y ratificar el rol supuestamente legítimo del tirano. Más allá de que parte de la Asamblea Nacional ha sido penetrada por la corrupción, creo que podemos estar seguros de que con Guaidó y parte de los diputados este hecho político es irreversible.
Andrea Rondón García, Doctora en Derecho y directora del Comité de Derechos de Propiedad de Cedice Libertad, calificó a Venezuela como un “gulag del siglo XXI”. ¿Coincide con esta afirmación?
Totalmente. Hace muchísimo tiempo hemos planteado que las sociedades de los países son víctimas que muchas veces no pueden luchar contra gobiernos represivos, indolentes, violadores de los derechos humanos, cuya agenda es la servidumbre de los ciudadanos. Hace muchísimo tiempo nosotros decimos que, en tanto que víctimas, necesitamos toda la ayuda internacional. Por eso nosotros agradecemos la ayuda de los Estados Unidos que no es la única.
Cuando tienes al 80% de la población pasando hambre, destruyes la moneda y sometes a la gente a la incapacidad de recurrir al sistema de mercado, cuando destruyes las capacidades productivas del país, ya no hace falta poner una cerca. Cuando eliminas la capacidad de los venezolanos de acceder a una moneda que les permita hacer transacciones afuera, tú no necesitas ninguna otra cosa para construir un gran sistema de servidumbre.
El profesor Carlos Sandoval se cuestionó, en su artículo publicado por el New York TImes titulado “La necesidad de quedarse en Venezuela”, en qué punto se había extraviado su país. ¿Tiene usted una opinión formada al respecto?
Nosotros padecemos un estado patrimonialista, dueño de los recursos del país, demasiado fuerte, demasiado poderoso en relación con la capacidad de riqueza y espacio autónomo de sus ciudadanos. Un gobierno que constitucionalmente es el dueño de los recursos del suelo, subsuelo, áreas marinas y submarinas, del espacio y etc, y que pretende ser mejor que la mayoría de sus ciudadanos para redistribuir, termina facilitando la traición de Leviatán. Un Leviatán que se propone para que garantice vida y propiedad, pero entonces se voltea, te expropia y te mata.
Hay una línea que nos condena y que tiene que ver con nuestra tradición constitucional y que tiene que ver con un complejo que nosotros hemos tenido siempre, de recelo contra la riqueza, la propiedad privada, la economía de mercado y contra la prosperidad individual. Un recelo que probablemente viene de las guerras del siglo XIX y del discurso fundacional de los padres libertadores.
Segundo, tenemos un problema que es lo que algunos llaman la filotiranía. Los venezolanos son proclives a caer en las garras de los caudillos. En lugar de ser ciudadanos y ejercer como ciudadanos, se asocian como montoneras. Yo digo que erotizan la relación política. Se entregan a un personaje y por lo tanto lo dejan avanzar y avanzar hasta que en un momento se da la traición de Leviatán.
Hay mucho que resolver desde el punto de vista nuestra tradición constitucional, eliminar lo social socialista que tiene, como supuesta protección del privado. Fomentar la economía de mercado, resguardar los activos de los privados que están en manos del Estado, y evitar que el Estado crezca demasiado. Por otro lado, se debe eliminar la reelección presidencial como un dique que favorece los personalismos que se eternizan y que le han hecho tanto daño a América Latina.
¿Qué escucharemos sobre Venezuela en el corto plazo?
Yo creo que la gran jugada de Venezuela está en el concierto de América Latina. Lo que me gustaría escuchar es un ultimátum internacional contra este régimen de Nicolás Maduro y cerrarle todas las opciones para que siga al frente del país. Me gustaría también que hiciéramos una transición modelo, en la que se garantice la libertad de la justicia, en la que seamos capaces de demostrar que por muy terrible que haya sido esta experiencia de servidumbre, los países que se proponen dejarla atrás sepan que es posible. También me gustaría que toda América Latina tome nota de que es temerario y no vale la pena siquiera el darle el beneficio de la duda a estos discursos socialistas populistas que al final sólo traen división, pobreza, miseria y servidumbre.
Por Emmanuel Paz (e.paz@on24.com.ar)
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