Tinelli y el sistema político
Por Roberto H. Iglesias.-
La presentación del nuevo ciclo de Marcelo Tinelli en El Trece fue una demostración inmensa de poder que podía percibirse a cada segundo: el tremendo despliegue del show inicial; los pases de factura “cifrados” entre Tinelli (él y Cristóbal López) contra Adrián Suar (Grupo Clarín) y hasta el haber reunido a los candidatos presidenciales con una dinámica impuesta por la producción.
Yo soy “agnóstico” con el programa de Tinelli: ni me molesta ni me agrada. Y si le va bien como empresario de “show business” o como dirigente deportivo –por su propio esfuerzo- no me causa ningún problema.
En cuanto a los análisis apocalípticos: en todo el mundo hay programas así y en todo el mundo los miran millones de personas. El reality de la nada misma, Gran Hermano, surgió en Holanda, el país de Erasmo y de Rembrandt y la sociedad de la cultura cívica y de la tolerancia. Y hay equivalentes de figuras como Tinelli no sólo en Brasil o en Honduras sino también en Estados Unidos o en Francia.
A su vez, candidatos en campaña haciendo cosas atípicas (o ridículas) pueden concurrir a muchos de estos programas en distintas partes del mundo como parte de ofertas más generales. (Clinton tocaba el saxo en MTV ya en su campaña de 1991.)
Nada de esto significa per se “decadencia” cultural ni “cívica”.
Sin embargo, el único problema es cuando estas cosas están mezcladas con el poder político. Y este es el problema en la Argentina.
Un equivalente de Tinelli en otro país no se reúne con presidentes, jefes de gabinete o hijos presidenciales para ver si el Estado le da una participación en los derechos del fútbol o lo ayuda para ser titular de la asociación nacional del fútbol (dos de los tres candidatos que concurrieron ayer a Showmatch le ofrecieron esa ayuda). Ni le vende su productora a un empresario que a su vez ya está previamente arreglado con el gobierno. Ni sus declaraciones o acciones impactan en el sistema político, por inmensamente popular que sea.
El poder de estas figuras, en otras latitudes, está acotado al ámbito de la TV o del espectáculo. A nadie se le ocurriría que la visita de un político al show de David Letterman en EEUU determine su suerte electoral. Ni nadie solicitaría que Saturday Night Live, el célebre programa de comedia de la NBC, organice un debate entre los candidatos a presidente.
La mezcla entre el ámbito del espectáculo y el poder estatal es un fenómeno muy característico de la Argentina y tiene orígenes y desarrollos ulteriores muy complejos. El propio peronismo es un subproducto, en parte, del espectáculo (Evita era actriz radioteatral y Perón visitaba constantemente estudios de cine y radio cuando era secretario de Trabajo y vicepresidente en 1944 y 1945.)
Pero los subproductos de esta mezcla nunca fueron buenos. Dieron lugar a la comunicación propagandística gubernamental a gran escala y a las “listas negras” artísticas creadas por los peronistas (y que luego de 1955 fueron usadas contra ellos). También contribuyeron –entre muchas otras cosas– a debilitar el sistema de partidos y generaron asimismo la base simbólica de populismos tendientes al autoritarismo.
Llegando al día de hoy, han derivado en un “aparato” donde el poder del Estado se ensambló con el sistema de medios, el sistema político, el sistema institucional del deporte y el “show business”. En esta mélange, es difícil a veces separar donde termina uno o donde empieza el otro.
Alternan en este compuesto elementos que van desde el uso político de los barrabravas de Chacarita Juniors hasta las telenovelas de la actriz K Andrea del Boca financiadas por universidades nacionales, pasando por la conversión de la publicidad oficial en un espectáculo o por el surgimiento de personajes insólitos como Javier Vicente, “el relator militante” de Fútbol para Todos (“Boca 1, Independiente 1… ¡Todos con Cristina y la Ley de Medios!”.)
La solución sigue siendo desvincular estos sistemas (en lo institucional y en lo fáctico, aunque es obvio que siempre habrá influencias recíprocas) para que cada uno se desarrolle en su esfera y con su propia lógica.
De no procederse así y de avanzar este proceso, a nadie le debe extrañar que Tinelli sea proclamado como candidato presidencial algún día. Y que hasta pueda ganar una elección