Por Fabiana Suárez
f.suarez@on24.com.ar
Zona del micro centro –Entre Ríos entre Santa Fe y Córdoba-, cuatro agentes de la Policía Federal detienen una moto de cadetería para control de documentación.
Es posible que bajo la apariencia de una empresa se pueda esconder el delivery de estupefacientes, pero aún siendo así, ya a estas horas la sociedad se pregunta por qué las fuerzas de seguridad no van por las cabezas del crimen organizado.
“Todos sabemos dónde viven, a qué colegio van sus hijos, en qué autos se mueven” decía una vecina del lugar mientras miraba la escena.
En abril del año pasado, luego del cinematográfico operativo del Ministro de Seguridad Sergio Berni en el Gran Rosario, que derivó en el cierre de varios bunkers de droga y la detención de algunas personas involucradas, el periodista Jorge Lanata en la misma ciudad se preguntaba cómo pudo dar con los jefes narco para realizar una entrevista cuando el aparato del estado solo encontró algunos “empleados rasos” del negocio de la droga.
El conductor de “Periodismo para Todos” comparaba a su equipo de producción, que había ubicado con suma facilidad a los pesos pesados del narcotráfico, con los 3000 efectivos de la Gendarmería, Prefectura Naval, Policía de Seguridad Aeroportuaria, Policía Federal y las Tropas de Operaciones Especiales, más helicópteros y un avión, comandados por Berni en persona.
Lanata se preguntaba cómo un periodista que ni siquiera es de Rosario podía tener acceso al corazón de una banda al punto de entrevistar a sus jefes y el operativo más grande de la historia argentina había logrado resultados tan pobres.
Narcos, delincuentes comunes, todos saben donde están, nadie sale a detenerlos, mientras tanto los operativos siguen, muy lejos de donde hay que buscar realmente.