Cuando buscan controlar tu pensamiento

La iniciativa del NODIO va en la misma dirección que la Secretaría del Pensamiento de la presidencia de Cristina Fernández, recordando el Ministerio de la Venganza que hacía presumir el actual gobierno

Por Ernesto Edwards – Filósofo y periodista – @FILOROCKER

El filósofo existencialista Albert Camus, en “El mito de Sísifo”, decía que “La única manera de lidiar con este mundo sin libertad es volverte tan absolutamente libre que tu mera existencia sea un acto de rebelión”. Y esta utopía libertaria, en la contemporaneidad, muchas veces debió confrontar con numerosos dictadores que pretendieron establecer un pensamiento único, de rigurosa verticalidad, y sin margen para la reflexión, el disenso y el debate.

De Hitler a Stalin, de Franco a Mussolini, de Castro a Pinochet, de Ceaucescu a Videla, de Salazar a Chávez, más la “revolución cultural” de Mao, todos impusieron un reinado asfixiante a partir del terrorismo de estado, y sin distinciones ideológicas. Sucesivas “purgas políticas” se fueron encargando de que artistas, científicos e intelectuales en general desaparecieran por pensar distinto. También periodistas. La izquierda y la derecha, para el caso, fueron totalmente lo mismo.

George Orwell, con “1984”, Aldous Huxley, con “Un mundo feliz”, “La rebelión de Atlas” de Ayn Rand, y el “Fahrenheit 451” de Ray Bradbury denunciaron, a través de la metáfora literaria, la opresión, la persecución y la eventual eliminación (de ser necesario) del ciudadano que ha perdido su libertad de pensamiento a manos de un Estado omnipresente e impiadoso que reacciona violentamente ante cualquier denuncia o tan sólo sospecha de criterios y concepciones divergentes. El cine, como objeto cultural, acompañó alegorizando esta manifestación conceptual a través de títulos como la versión fílmica de “1984”, “Rebelión en la Granja”, “Pollitos en Fuga”, “Brazil”, “Sostiene Pereira” y “Los Juegos del Hambre”. Y la televisión hizo lo propio con esa serie de culto que fue “The Prisoner”. Con sus protagonistas siempre observados, censurados, perseguidos, castigados. Y el rock tampoco fue ajeno. “Señor Tijeras” de Charly García en su época de Sui Generis describe a ese censor destructor de obras de arte, cercenador de metrajes que acaparaba para editar su propio filme de desnudos. David Bowie, el ícono del glam rock, con el disco conceptual “Diamond Dogs”, con tono sombrío y desolador, rinde tributo en sus letras al mismísimo “1984”, con canciones cuyos títulos reflejan el libro.

El filósofo Althusser inspira a Roger Waters, que en Pink Floyd afirma: “no necesitamos ningún control de pensamiento”. El propio Waters ya había compuesto “Animals”, una placa completa girando en torno, con sus cerdos, perros y ovejas -otra vez desde el rock-, a “1984”. Rick Wakeman, líder de Yes, y la contemporánea banda Muse también abordaron, críticamente, la cuestión. Todos ellos, desde la más elaborada obra de arte, cuestionan y rechazan hasta el más mínimo intento de controlar y reprimir el libre pensar.

La entonces presidente Cristina Fernández nombró en su momento a Ricardo Forster, del grupo “Carta Abierta” (espacio ultra oficialista) como secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional, dependiente del ministerio de Cultura nacional. Rezaba en el Boletín Oficial, que la “responsabilidad primaria” de Forster sería la de “diseñar, coordinar e instrumentar una usina de pensamiento nacional”, agregando en otro considerando que se buscaba la homogeneización del pensamiento. Y aunque no se especificaba ni definía en qué consistía dicho pensamiento nacional, expresado así pareció casi lo mismo que consolidar un “relato” que fuera en determinada dirección, ocupándose de instrumentar el adoctrinamiento más conveniente a los intereses estatales.

El italiano Antonio Gramsci, que acuñó el concepto de “bloque hegemónico”, pensaba en la supremacía cultural de las clases dominantes sobre las sometidas, a través de la educación, la religión y los medios de comunicación, para que se identifiquen con sus explotadores, naturalicen la persecución y repriman su potencialidad revolucionaria. Parece justo para aplicarlo al Nodio.

Ernesto Laclau, el filósofo de cabecera reconocido por los Kirchner, con su teoría sobre la hegemonía y su propuesta de antagonismo permanente, donde el otro sólo puede ser amigo o enemigo, parece haber dado el preciso marco teórico de ese “ministerio de la Verdad” que se describía en “1984”, donde el mesiánico “Gran Hermano” se enteraba de todo y la privacidad desaparecía por completo a manos del Partido, con la excusa de un supuesto Bien común.

Con el NODIO, Observatorio de la desinformación y la violencia simbólica en medios y plataformas digitales (¡que alguien me explique la sigla!), la reciente iniciativa oficial -desde la Defensoría del Público-, se apunta a la creación de una Policía del Pensamiento, similar a la peligrosa Policía Religiosa iraní, un país tan caro al kirchnerismo. De este modo el gobierno quiere controlar (y censurar) la información desde no sabemos qué lugar de superioridad moral. Justamente los campeones del relato, la posverdad y las fake news. Algo propio de los populismos que generan enemigos imaginarios, y que creen que un pensamiento diferente es peligroso para el régimen.

De avanzar con esta intención, el NODIO será casi lo mismo que se planteaba en el filme “Minority Report”. Es decir, la aplicación de una censura previa, y de un castigo arbitrario por situaciones muchas veces inducidas o provocadas por aquel organismo encargado de castigar. Es que estos iluminados vendrían a protegernos de “las noticias falsas, las publicaciones maliciosas y las falacias”. Y avisan, también, que nos cuidarán de la violencia discursiva, de la desinformación y de las redes sociales. Y de “los discursos de odio” y las emocionalidades irreflexivas que generan discriminación. Porque “la libertad de expresión” sería como un paraguas bajo el cual se escudan las malas intenciones de la “prensa hegemónica”. Parten del supuesto de que el ciudadano común promedio es irremediablemente estúpido y necesita la tutela intelectual permanente por parte del Estado.

Hablando de falacias, consideremos la ad hominem, justamente algo que querremos evitar. Pero recordemos la trayectoria periodística de Miriam Lewin, la Defensora del Público, precisamente quien encabezará este Observatorio, que de tan amplio y abarcativo no contempla en su integración nadie por afuera de la ideología oficialista.

Bajo la órbita de la Defensoría del Público, el Observatorio de la desinformación y la violencia simbólica en medios y plataformas digitales (Nodio) tendrá la tarea de “proteger” a las personas mediante la “detección, verificación, identificación y desarticulación de las estrategias argumentativas de noticias maliciosas y la identificación de sus operaciones de difusión”. Sin dudas preocupante que un observatorio estatal vaya a monitorear y “desarticular” supuestas fake news. ¿Y la libertad de prensa? ¿Y el debate de ideas? ¿Y la convivencia democrática? ¿Y los derechos que ya consagró nuestra Constitución Nacional? ¿Justo Miriam Lewin será la encargada de verificar las noticias? Serán tiempos de trazabilidad y algoritmos espías. De stalkeo y voyeurismo oficial. De redes sociales sospechadas. Manteniendo estructuras estatales a modo de aguantadero para unos cuantos parásitos.

Las entidades más serias y representativas del periodismo argentino, como ADEPA, ya expresaron su alarma: “la instauración de este tipo de órganos de vigilancia desde el Estado conlleva un riesgo cierto de que estos sean utilizados como método sutil de disciplinamiento o represalia por motivaciones ajenas a los principios que dicen promover”. Y lo expresa sobre todo porque el Estado ya tiene a su disposición una ley contra la discriminación y un instituto que protege esos derechos (Inadi). Por el contrario, se sabe que la Defensoría del Público lo que debería garantizar es la pluralidad de opiniones.

Todos deberíamos poder mirar, leer y escuchar los medios informativos que nos parezcan mejor. Y más aún, hacerlo de modo tal que tu atención favorezca apreciar, alternativamente, tanto a Lanata como a Sylvestre, a Majul como a Navarro, a Página 12 como a Clarín, a C5N como a Canal 13. Y arribar a conclusiones propias. No compren el buzón de que necesitan del profundo análisis de Ciencia Política de Alberto Fernández para comprender la realidad, o reflexionar sin un debido acompañamiento. Si no, puede suceder lo que avisaba a mediados de los ´80 Juan Carlos Baglietto cuando cantaba: “La censura no existe, mi amor. La censura no existe, mi. La censura no existe. La censura no. La censura. La”.

Siempre enseñé a pensar de modo crítico e independiente. No necesito, no necesitamos, que Miriam Lewin, o Alberto, o Cristina, o cualquiera, nos protejan del libre pensamiento, que es lo que más inquieta al régimen, siempre inclinado a una “cultura de la cancelación” para todo aquel que no lo suscriba y apoye. Arthur Schopenhauer afirmaba que “La rebeldía es la virtud original del hombre”. Con estas iniciativas gubernamentales se corre el riesgo de que la prohíban. Y, lo que es peor, que a nadie le importe.

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