Como la mudanza de su fundador, de Mar del Plata a la provincia de Tierra del Fuego, la radical transformación que atravesó la panadería La Unión obligó a Emilio Sáez a convertirse de proyecto de panadero en empresario pyme.
El marplatense llegó a la capital del fin del mundo nada más que con sus bolsos cuando comenzaba la primavera de 1984. A su llegada, dejó su equipaje en una panadería con la que se cruzó por azar para buscar con comodidad la dirección de un conocido que lo hospedaría. Cuando volvió a buscar sus bultos, se llevó más que sus pertenencias: consiguió un puesto para trabajar en la panadería los fines de semana.
Un poco por gusto y otro por herencia familiar – su padre, el español Antonio Sáez, era panadero – decidió convertir a su recién aprendido oficio en negocio y comenzó a vender pan con tan sólo dos bolsas de harina prestadas como inversión inicial. Hoy, La Unión recibe, en un buen fin de semana, a alrededor de 5000 clientes, casi el doble de la población total de Tolhuin, el pueblo que vio crecer el emprendimiento.
“Buscamos siempre innovar y adaptarnos a las necesidades de la gente, y no dejamos que la popularidad nos haga traicionar al cliente; acá el producto tiene la misma o mejor calidad que hace más de 30 años, cuando abrió la panadería”, dice Jorge Mario Centurión, uno de los encargados, a Apertura.com. Más conocido como “Chiche”, trabaja en La Unión hace 8 años. Comparte su puesto con otro encargado, ya que la jornada laboral en el emprendimiento de Sáez es extensa. “Desde que Emilio abrió, la panadería trabajó todos los días del año de 6 de la mañana a 12 de la noche y sin interrupciones”, destaca.
Hoy son alrededor de 30 los empleados que trabajan allí, repartidos entre la cocina y las mesas del salón. Aunque nació como casa de panificados, esa adaptación constante a las necesidades del cliente llevó a la empresa familiar a ofrecer desde medialunas y churros hasta sandwiches de lomito y milanesas. “La docena de medialunas está $ 80 y la hamburguesa completa está $ 95”, enumera el empleado. Y como parte de su política de satisfacer a quien se acerca, resalta: “Acá, si lo pedís, te preparamos una pizza a las 8 de la mañana o un café con churros a las 10 de la noche”.
El fundador de La Unión conoció Tolhuin como la mayoría de los viajeros: en la travesía de Ushuaia a Rio Grande, dos importantes ciudades de la provincia más austral del país. En el punto medio del trayecto, a 100 kilómetros de ambas ciudades, Tolhuin creció al lado del lago Fagnano. Cuando Sáez llegó, tenía solo 200 habitantes; hoy viven allí alrededor de 2500 personas.
Su ubicación la convierte en paso obligado de personalidades del teatro y la música que se embarcan en giras por Tierra del Fuego. Fue por eso que La Unión se convirtió en “El parador de las estrellas”. Aunque las paredes están empapeladas de fotografías de Graciela Alfano, figura admirada por el fundador del negocio, “Chiche” recuerda también otras visitas recientes que causaron conmoción en el pueblo, como la de la “China” Zorrilla y Carlos Perciavalle.
El pedido de la Hostería Kaiken para incluir los productos de La Unión en sus menús fue, para Sáez, otro de los puntapiés que ayudó a que su negocio se convierta en una atracción. Hoy, la panadería es un punto turistico destacado para quienes visitan esa zona del sur: una suerte de Parador Atalaya patagónico.
Ciudadano ilustre de importación
Al ingresar a La Unión, la experiencia completa en el comercio consiste en algo más que tomar un café con leche con medialunas. En una esquina del local, la presencia de un personaje llama la atención del público. La estatua del doctor René Favaloro recibe a los comensales, que se pueden sacar fotos. La escultura fue hecha por el mismo escultor que inmortalizó a Olmedo y Porcel en la calle Corrientes. “Cuando Emilio vio que la muerte del cantante Rodrigo causaba más sensación que la de Favaloro, decidió hacer algo al respecto”, cuenta el encargado Centurión.
Al principio, su cara comenzó a aparecer en las bolsas plásticas de la panadería. Luego, el fundador del negocio empezó a planificar acciones a nivel municipal. “Hoy tenemos un paseo y un busto en honor a Favaloro, todas iniciativas de Emilio”, cuenta Centurión. Y agrega: “La más famosa a nivel local es la bicicleteada; en la primera éramos 10, pero en la última ya pedaleamos como 400 personas”.