Por Garret Edwards / Director de Investigaciones Jurídicas en Fundación Libertad
Las discusiones y los debates en Rosario atrasan. Temáticas y problemáticas que se repiten, que se dejan de lado, que vuelven a aparecer. Que nunca se resuelven. Y no estamos hablando de las grandes preguntas, esas que la humanidad se ha hecho desde sus orígenes hasta la actualidad. En Rosario -y en la Argentina también, claro está- discutimos en círculos sobre cuestiones que ya han encontrado respuesta y solución en el mundo civilizado. Lo de Uber es sólo un ejemplo más. Lo de Uber es anecdótico, porque la discusión no pasa por esa plataforma digital en sí misma, sino que se extiende la discusión por las nuevas tecnologías, aquellas que son disruptivas y que vienen a mejorarle la vida a los consumidores y los usuarios. Cuando hablamos de Uber también hablamos de Cabify, de Lynx, de Airbnb, de Rappi, de Glovo, de PedidosYa y de tantas otras empresas de tecnología que han desarrollado mejores maneras de vincularnos con los demás y de satisfacer nuestras necesidades y demandas.
Estas apps, y muchas otras, son sólo algunas de aquellas que han surgido para desintermediar la oferta y la demanda y facilitarle la vida a la gente. La tecnología puesta al servicio del ser humano como una herramienta más para vivir mejor. Herramientas que han demostrado con creces su utilidad práctica durante todo el año 2020, año pandémico que nos forzó a encontrar nuevas formas de solucionar situaciones y ocurrencias que antes no se daban con gran asiduidad o frecuencia: como el delivery de artículos de todo tipo, no sólo de comida. Argentina y Rosario en particular suelen chocarse de bruces con el progreso, sin terminar de entender que el futuro ya llegó hace rato. Al menos así lo es en el resto del mundo. Rosario, no obstante, parece pretender permanecer en el siglo XX. O en el siglo XIX, en algunos casos.
La Ciudad de Rosario no debería librar batallas contra el progreso. Especialmente, contra el progreso tecnológico, que abarata costos, procesos y que permite que todos tengamos bienes y servicios de mejor calidad y a mejor precio. Paradójico de una ciudad que hace décadas se ha dicho de sí misma ser progresista. La descripción de la situación actual de Rosario respecto a abrazar nuevas tecnologías suena más bien a la de una ciudad retrogresista, si se permite el neologismo. No sorprende: Rosario y Santa Fe fueron también las cunas del mal llamado “descanso dominical”. Que era inconstitucional y siempre lo fue, lo dijo la Corte Suprema. No llama la atención que se intente detener el progreso. Lo que debe quedar claro es que el progreso es inexorable. El futuro, más tarde o más temprano, termina convirtiéndose en presente. Siempre.
Las aplicaciones de la economía colaborativa se enfocan en muy distintas áreas, y pueden nombrarse algunas como ejemplo: transporte, hospedaje y comida. ¿Queremos ir desde la Municipalidad al Parque Independencia? Sólo habrá que marcar el punto de origen y el de destino, y algún conductor que esté cerca aceptará nuestro viaje y nos llevará a donde queremos ir. Con la particularidad de que sabremos cuánto nos cuesta antes de subirnos y tendremos todos los datos de quien conduce -y quien conduce, todos los nuestros- ¿Tenemos hambre y no tenemos ganas de salir del departamento (o el protocolo sanitario no nos lo permite)? Con sólo presionar en las pantallas de nuestros teléfonos inteligentes podremos comer prácticamente lo que queramos. ¿Y si necesitamos algún lugar donde quedarnos a dormir en esa ciudad a la que estamos yendo? También es fácil, siempre hay alguien que tiene una habitación o un lugar que le sobra y quiere hacerse un dinero extra por prestarlo. No hace falta que expliquemos mucho más respecto a los beneficios de estas apps: el que las ha usado sabe que funcionan mucho mejor que cualquier solución estatal existente o futura.
Cuando hablamos de razones para Uber hablamos de razones para las plataformas digitales de la economía colaborativa. No hablamos solamente de Uber, hablamos del futuro. Hablamos de tecnología. Hablamos de Derecho del Ciberespacio. El ridesharing es sólo un ejemplo más. Ejemplo de éxito que ha quedado demostrado puede convivir con otros sistemas y servicios vinculados con el mundo del transporte, como queda claro con lo que sucede en Barcelona -los taxistas usan Uber- o en Mendoza -donde su Legislatura Provincial reguló la temática para todo el territorio mendocino-. ¿Por qué Rosario, su Municipalidad y su Concejo, se resisten a dar las discusiones que hacen falta? Ubicarse en la postura caprichosa de la negativa por la negativa impide que discutamos ideas en vez de posiciones de partes. Los debates se tornan en adultos y enriquecedores cuando dejamos de lado las posturas duras y comenzamos a debatir ideas.
Las aplicaciones de smartphones mencionadas son sólo la punta del iceberg. La muestra de una Rosario que en algunos casos parece preferir el atraso. Si Rosario no quiere caerse del mapa debe abrirse al mundo, y para abrirse al mundo no debe encerrarse en sus propio errores. Rosario debe dejar de mirar hacia dentro y hacia atrás para empezar a ver en proyectiva hacia el futuro. Porque el futuro ya llegó, y va a seguir llegando, y mientras más pronto aceptemos eso mejor podremos aprovechar las oportunidades que éste nos trae.