La llegada de la Pandemia agudizó el ocaso del centro de la ciudad.
Abundan casas de principios del siglo pasado, derruidas por el abandono. Algunas pocas son consideradas patrimonio histórico para asegurar su inmortalidad, aunque ese status no garantiza la restauración de un nuevo dueño.
Las fachadas sucias y descuidadas de muchos locales exteriorizan la crisis económica y el hartazgo de los comerciantes.
Pablo Gagliardo -Ceo de Obring Arquitectura- ensaya un análisis urbanístico resaltando el potencial inmobiliario del viejo centro
¿Tiene futuro el casco histórico de Rosario?
Hoy el centro es de donde todos quieren escapar, pero tenemos que empezar a proyectar la post pandemia.
Al centro le fue mejor de lo que se esperaba después del 2000 con una apertura comercial hacia las afueras, con los shoppings.
Rosario sigue necesitando del centro a nivel comercial y a nivel oficinas también. Si bien hubo un éxodo de oficinas premium hacia Puerto Norte, la inmensa mayoría siguen allí.
Aún así es una de las áreas que muestra un visible estado de deterioro
¿Cómo se podría revitalizar?
El problema del centro más allá de la pandemia, es la noche, la falta de vivienda, por eso el proyecto de Aldo Lattuca es interesante, porque le da vida más allá de lo comercial.
Justamente hacen falta nuevas alternativas. La gente se va del centro a veces por falta de nuevas propuestas edilicias, de haberlas se verá atraída nuevamente. Con eso el centro empieza a ser un espacio de 24 horas de la ciudad y no un espacio diurno.
¿Cómo compatibiliza este área con la revaloración de los espacios ambientalmente puros?
Hoy todos queremos aire pero también la gente quiere comodidad, cercanía, hay una valoración de las costumbres saludables. Desplazarse caminando o en bicicleta son tendencias que se consolidan y crecen. Son prácticas muy ecológicas y para muchos, la cercanía al trabajo, el colegio y los comercios son especialmente importantes. La cercanía también es calidad de vida.
La bicicleta tuvo una gran evolución como transporte en la última década, los deliveries que antes estaban motorizados, ahora circulan en bici.
En cuanto al éxodo hacia el oeste que se consolidó con la pandemia, no deja de ser antinatural porque se invierte tiempo, son horas semanales de viaje.
La obra pública no es un tema menor a la hora de acompañar la inversión privada
¿Cómo la imaginas en épocas de vacas flacas?
El modelo de Puerto Norte es el que debería desarrollarse en el centro: articulación pública y privada. El problema en realidad está en dotar de obras donde el mercado inmobiliario no entra.
Costavía podría ser también un ejemplo de integración público privado. ¿Cómo se materializa ese nuevo formato urbano?
Costavía marcó una tendencia y la pandemia lo confirmó
La planta baja de las torres es urbana donde se encuentra lo privado y lo público, ahí es donde busco la seguridad. La ciudad se mete en el edificio. Y la suma de estos espacios le da identidad a la urbe. Son escalas mucho más chicas que un parque, una plaza, pero son calles que atraviesan la planta baja donde transita gente las 24 horas.
¿Cuál será la tendencia de los departamentos a partir de ahora?
Hoy un balcón vale oro, un edificio más vidriado con más relación con el exterior
antes era un plus que no todos valoraban. Los desarrollos van hacia ese lado.
Los reglamentos de edificación habilitan balcones más profundos, ahora los balcones son un espacio más, donde también se vive.
Hace algunos años me costaba vender el balcón al mismo precio que el living. Ahora
no hace falta ni decir que el metro cuadrado del balcón es el mismo al del resto del departamento.