A mediados de 2011 Samanta Schabel trabajaba en una constructora, pero buscaba tener más tiempo para estar con sus hijas. En ese momento, su madre le propuso ayudarla con su pequeño negocio de distribución de imágenes religiosas en santerías de la ciudad. Al principio dudó, porque la idea no la terminaba de convencer, pero finalmente la posibilidad de no tener horarios pesó más.
Casi en clave de juego, empezó a delinear una reversión de algunas imágenes clásicas de la iconografía católica. “Se me ocurrió la idea, pero no sabía cómo llevarlo a la práctica. Ahí José me contactó con Vero”, cuenta Schnabel. José es José Luis López, su marido, que era gerente de Planeamiento de Telecom Personal, cargo que dejó para dedicarse de lleno al emprendimiento. Vero es Verónica Schiliro, que hacía “los Power Point” que López le presentaba al directorio.
Así, con un “rediseño” de la imagen de la Virgen de Guadalupe, Schnabel daba los primeros pasos para el nacimiento de Salve Regina, que tuvo como primeros productos una línea de bijouterie religiosa para un público menos tradicional.
“La primera producción fue en el play room de mi casa, con una computadora, mientras charlábamos con Vero. Después ella trabajaba desde su casa y por mail y WhatsApp definíamos las cosas. Así arrancaron los dibujos: en mi cabeza, en un papel ilegible, con unos mails que no entendía nadie excepto Vero”, cuenta Schnabel y agrega que allí también nació el lema que acompaña a las imágenes: “Virgencita, porfis, cuidame mucho”.
Para esa primera producción aprovechó los contactos de su madre. Cada vez que salía a distribuir imágenes de yeso llevaba consigo algo de lo que producía y se lo mostraba a los encargados de las santerías. “En septiembre de 2011, estaba haciendo el primer diseño y, en diciembre, cerré mi primera venta”, dice.
La cartera de clientes empezó a expandirse. Las casas de diseño y colegios ya pedían los rosarios y medallitas de las “Virgencitas porfis”. “Producíamos lo que yo podía hacer en el fin de semana y a la noche. Después sumé la producción de amigos. A la mañana compraba los materiales. Durante el día facturaba, a la tarde levantaba a mi hija del colegio, buscaba lo que habían hecho mis amigas y a la noche me quedaba haciendo rosarios”, agrega.
La compañía pasó a un local en el barrio de Flores, primero, y a un departamento con personal full time, más tarde. Durante 2012, facturó unos $ 360.000. En ese momento hicieron la primera inversión real: $ 120.000 de un préstamo familiar. Con ese dinero compraron un horno usado, un plotter y una resinadora.
Pronto el espacio empezaba a faltar, por lo que en 2014 instalaron una planta en Lomas del Mirador, con una inversión de US$ 230.000 de un crédito bancario, utilidades de la compañía e inversores familiares. La empresa crecía a pasos agigantados y con un business-plan que se armaba día a día. “Yo vengo de Planeamiento. Y acá siempre lo que me costó fue eso: planificar”, admite López.
En febrero de 2015, llegó la apertura del primer canal de venta directa a través de e-Commerce. Cinco meses después, la apertura del primer local en Palermo. Para fines de este año, contará con 12 locales en el país y uno en Asunción del Paraguay. Además de accesorios, Salve Regina ofrece artículos de decoración y de librería. Ahora, cerraron 2016 con una facturación de $ 27 millones.