En el inicio de “El milagro de Asia”, documental sobre Singapur dirigido por James Wiffen, su autor se pregunta: “¿Cómo es posible que un país que solía ser una pobre colonia británica, con una población pequeña, un territorio limitado y sin recursos naturales logró convertirse en uno de los más desarrollados del mundo en poco más de 50 años?”.
Sin dudas, el reverdecer de Singapur es un interesante caso de estudio, pero también es cierto que, más allá de las causas puntuales y privadas de la bonanza de esta nación, gran parte de sus vecinos del Sudeste Asiático (Indonesia, Malasia), así también como diversos países de América Latina y Asia experimentaron cifras de crecimiento destacadas en el mismo período.
En las últimas tres décadas, China, la India y Pakistán han alcanzado altos niveles de desarrollo, con el consecuente ascenso social de decenas de millones de habitantes. El Sudeste Asiático, por su parte, revela datos significativos: según estimaciones del Banco Mundial, entre 1990 y 2013 más de 920 millones de personas salieron de la pobreza extrema en la región.
Grandes poblaciones, economías más robustas y sociedades más avanzadas son sinónimo de mayor consumo de granos, energía y materiales derivados de la producción agropecuaria. Este nuevo status social provocó -y lo seguirá haciendo- una revolución en los mercados económicos del mundo. “Cuando un ser humano se incorpora a la clase media comienza a demandar ingredientes exóticos y foráneos a su dieta, la curiosidad por conocer nuevos sabores e integrar su mesa al mundo revoluciona el comercio global de alimentos”, dice un apartado del libro “Campo”, de Iván Ordóñez y Sebastián Senesi.
En muchos de estos países emergentes la población que vivía con dos dólares diarios pasó de casi un 70% en 1981 a menos de un 15% en 2011. “Cientos de millones de seres humanos dejaron la pobreza extrema en apenas treinta años; en el mismo período el hombre chino promedio pasó a medir cinco centímetros más, producto de una mejor alimentación”, explican los autores.
En este escenario, el negocio agroindustrial se encuentra ante una gran oportunidad pero también ante una posible amenaza: por un lado, la demanda de alimentos a los grandes países productores continuará en alza debido al crecimiento sostenido de estas naciones emergentes; por el otro, el sector deberá redoblar sus esfuerzos para producir de forma sustentable mayor cantidad de alimentos utilizando aproximadamente la misma cantidad de tierra.
Incluso en países con crecimientos demográficos en baja las exigencias al mercado agrícola también serán altas. El mejor ejemplo de esto es China: la población del “Gigante Asiático” crecerá sólo el 0,3% en la próxima década y, eventualmente, será superada por la India como la nación más populosa del mundo. Esto, sin embargo, de ningún modo significa que demandará menos alimentos, sino todo lo contrario: la nueva clase media china podría contar con unos 1000 millones de habitantes para 2030 y, por lo tanto, podemos conjeturar que habrá una menor exigencia de hidratos de carbono y una mayor de proteínas.
Desde luego, para la Argentina, Brasil y otros grandes productores de la región siempre es una buena noticia contar con nuevos clientes. El desafío, entonces, pasará por cumplir con las crecientes demandas de estos mercados practicando una agricultura moderna y eficiente. Con la ayuda de nuevas plataformas tecnológicas aplicadas al agro y el desarrollo de la agricultura de precisión, buscaremos alcanzar nuestros objetivos de forma sustentable.
Autor: Juan Farinati – Monsanto Argentina