Cuando todavía faltan unos 60 días para que comience el ingreso a circuito comercial de los primeros lotes de trigo de la cosecha nueva, el mercado local continúa operando sin dirección y con escaso volumen de negocios, en el marco de una gran incertidumbre entre los productores y el resto de los actores de la cadena. Por más de un mes y medio los precios forward se mantuvieron relativamente estables, sin recibir el impacto de los fundamentos climáticos y de los mercados externos de referencia. Si se los convierte a dólares, estos valores diferidos presentan una considerable mejora frente al mercado disponible.
A lo largo de esta semana, el cese de comercialización propuesto por las entidades gremiales de productores y acompañado por otros participantes vinculados a la comercialización hizo que no se conozcan valores de referencia en las principales plazas, mientras que por mercado de futuros los contratos a cosecha alcanzaron mínimos desde principios de julio, pese a que las expectativas de producción se están recortando fuertemente a la baja. Tras conocerse la proyección del USDA de 11,1 millones de toneladas en el informe de agosto, esta semana el Consejo Internacional de Cereales ajustó su previsión para el país a 10,9 millones, argumentando que los principales detonantes de la reducción son el incremento en los costos de producción, la caída de los precios, la baja disponibilidad de financiamiento para la siembra y los temores a las políticas locales.
En realidad, la producción se ha vuelto un dato prácticamente irrelevante para anticipar el comportamiento de los precios domésticos, ya que independientemente de que la cosecha sea de 8 u 11 millones de toneladas, por mencionar un rango posible, se trata de un volumen largamente superior a las posibilidades de consumo interno. Por ello, será crucial monitorear el comportamiento de la exportación, que en gran parte estará atado a las medidas de restricción que puedan aplicarse a través de los mecanismos de cuotas. Hasta el momento, lo que se ha negociado de trigo nuevo es muy poco.
Por otro lado, de ocurrir un eventual impacto alcista por caída de la producción éste se verá atenuado por la abundante disponibilidad de stocks al cierre del presente ciclo. El USDA ubicó su proyección de carry over en 3,2 millones de toneladas, pero fuentes nacionales estiman que podría ser mucho mayor. De hecho, si en la hoja de balance del Ministerio de Agricultura se ajusta la variable exportaciones al límite de ventas externas autorizado, el stock remanente al concluir la campaña 2014/15 será de 4,5 millones de toneladas.
No obstante, cabe advertir que gran parte del trigo que sobrará este año no reúne buenos parámetros de calidad para la industria molinera. De hecho, los déficits de proteína ya se sienten en el tramo final de la comercialización de este año, observándose sustanciales premios para aquellos lotes que alcanzan mínimos de gluten comparativamente bajos en relación a las medias históricas. Con el otorgamiento de primas por calidad de entre 30 y 40% por sobre los valores de Cámara, los molinos han reforzado su competencia por la originación de materia prima, resultando en un deterioro de sus márgenes de molienda en relación a los obtenidos el año pasado.
Igualmente, podría decirse que la disponibilidad de trigo para la industria es relativamente cómoda. El volumen de compras acumulado entre diciembre y julio resultó de unas cuatro millones de toneladas, de las cuales aproximadamente un 80% tiene precio fijado. Restando sobre dicho total el tonelaje procesado en el mismo período, el stock resultante es de prácticamente un mes de consumo a nivel promedio de la industria. No obstante, a la misma altura del año pasado la situación era bastante más cómoda, con compras acumuladas de 4,2 millones de toneladas y de buena aptitud para la producción de harina.
La situación planteada genera enormes interrogantes de cara al próximo año, en el que la industria podría enfrentar mayores dificultades si las condiciones climáticas siguen presentándose como una amenaza para la producción del cereal. Sobre una superficie implantada que experimentó una caída superior al 25% frente al ciclo 2014/15 deben deducirse las pérdidas que sufrió la cuenca del río Salado, más aquellos lotes implantados solo con el objetivo de cobertura o con muy baja aplicación de tecnología, prácticamente sin finalidad comercial. El panorama climático para los meses de septiembre y octubre podría complicar aún más las cosas, avizorándose caluroso y húmedo en toda la franja central del país.
Los cultivos de a poco comienzan a abandonar la etapa de macollaje para comenzar el encañazón, encontrándose en condiciones mayormente favorables. El potencial de rendimiento no se ha visto alterado significativamente por los eventos climáticos recientes, aunque hay campos bajos y lotes saturados que están a punto de darse por perdidos. Hasta el momento, hacia el sur de Santa Fe y norte de Buenos Aires los problemas sanitarios no son de gravedad, pero la disponibilidad de nitrógeno es baja y hay zonas donde se necesita refertilización, lo que incrementará los costos de producción respecto de las previsiones iniciales.
Autor: Guillermo Rossi – BCR