La vaca – el oro rojo del futuro…
Una vez más, volvemos a destacar la incidencia de las expectativas que el productor se forma en base a sus proyecciones sobre un negocio determinado, y lo hacemos de cara a las particularidades de una coyuntura que expone a dos alternativas políticas que indirectamente escenifican dos visiones sobre la economía que, tempranamente por convicción política, o más tardíamente por restricciones empíricas, conducen al inversor a proyecciones futuras parecidas.
Está claro que la economía, y ahora específicamente la ganadería, se enfrenta a un inminente cambio de paradigma propiciado desde la política. Nuevamente, independientemente de quien sea el próximo presidente, enfrentará necesariamente el quiebre de una política monetaria insostenible. Definitivamente la política cambiaria cambiará, y el tipo de cambio, con mayor o menor celeridad, se apreciará tendiendo a la unificación de la actual multiplicidad de sus medidas.
Ahora, dichas condiciones no serán estériles, y de hecho ya no lo son frente a los cursos de acción adoptados por los integrantes del sector, y donde los eslabones primarios de su cadena de valor empiezan a incidir en la configuración del negocio al optar por retener hembras y con dicha decisión impactar directamente en el reparto del valor que se agrega a lo largo de la cadena.
Hoy se advierte un sector que se ensancha, donde se adicionan a los integrantes de siempre (sobrevivientes), nuevos actores, posiblemente viejos conocidos, que vuelven de una agricultura diezmada por presión fiscal, incremento de costos, y baja de precios internacionales, con el propósito de encontrar refugio en la ganadería. Los precios de la carne se mostraron firmes y se avisora una continuidad de dicha tendencia, pero ello no inhibe de dificultades para quien reingresa a la actividad, producto de los altos costos de infraestructura a afrontar, y fundamentalmente, la oposición de su mayor barrera, la inversión inicial para la compra de la hacienda requerida.
Vemos una cadena de valor con ruidos propios de una transformación, que claramente se fundan en expectativas, pero que no dejan de significar dificultades a enfrentar en su dinámica evolutiva. Ruidos que afectan la fluidez del intercambio y el incremento en los costos de transacción, producto de una mayor competencia por lo que escasea (vientres, invernada, y gordos para faena), así como de un mayor riesgo crediticio consecuente de la incursión de nuevos actores, en principio desconocidos, y que se presumen golpeados por quebrantos en el sector agrícola.
Hoy ya se aceptan como una realidad, estimaciones realizadas por DG meses atrás, como ser una invernada a $30 para fines de 2015, así como la idea de que una validada correlación (fuertemente negativa r=-0,81) entre el precio del ternero de invernada y el ratio (faena de hembras / stock de hembras), permitía inferir posibles restricciones en las remisiones de hembras a la faena, la consecuente y esperable contracción de la oferta de carne, y la significativa ponderación de probabilidad a posibles correcciones en el precio de esta. En relación a esto último, resulta tal la evidencia del apetito del sector por la retención de vientres, que hemos recibido información de consignatarios amigos manifestando su sorpresa luego de advertir que en sus remates de vaquillonas gordas p/faena, las mismas terminaron siendo compradas nuevamente por productores que las adquirían con el objetivo de preñarlas e incrementar sus rodeos.
En virtud de lo expuesto hasta el momento resulta lógico suponer y proyectar una mayor retención de hembras para el último tramo de 2015, no solo en respuesta a expectativas de cambios positivos en la ganadería, sino también por su reconocido aporte como resguardo frente a momentos de crisis.
Fuente: Decisión Ganadera