En el grave momento que atraviesa particularmente el oeste y norte de Argentina, charlamos con nuestro consultor Alfredo Elorriaga para analizar el corto plazo. También conversamos acerca de lo que puede volverse una seria amenaza para la agricultura argentina por el efecto de la desforestación del Amazonas.
—Alfredo, ¿Qué es lo último que se sabe de la “Niña”?
—Para el seguimiento mensual que publica GEA/BCR, se usaron los últimos datos de la NOAA para actualizar la curva que exhibe el impacto que tendría “La Niña”. La nueva curva reafirma que el mayor impacto se daría entre noviembre y febrero. Hay que destacar que la actualización muestra una intensidad menor, una “Niña” que está más cerca de ser leve que moderada de corta duración. En abril ya estaríamos en “neutralidad”.
—¿Por qué no llovió en la región central como estaba pronosticado?
—El fracaso de las lluvias del jueves 19 de septiembre es más importante de lo que parece. Alejó la posibilidad de un cambio en la dinámica atmosférica que plantee un escenario más húmedo en el corto plazo. Estaba todo dado para la tormenta. El pronóstico era firme en los modelos con no más de 10 a 15 mm. La mayor probabilidad de recibir agua la tenía la provincia de Buenos Aires, lo que efectivamente sucedió. Pero el sur de Santa Fe, sur de Córdoba y Entre Ríos también tenían buenas probabilidades. La influencia de un anticiclón en el Pacífico provocó que el frente frío, proveniente del SO, evolucionara rápidamente, pero sin superar el norte de Buenos Aires. Por otro lado, la persistencia de aire frío continuó limitando el ingreso de aire húmedo, lo que hubiera favorecido las precipitaciones posteriores. Este escenario también se dio el año pasado, pero luego hubo un “Niño” y lluvias importantes. El escenario por delante es de una “Niña”.
—Aparte del jueves, había pronósticos de lluvias para el domingo 22 y para el martes 24. ¿Septiembre se termina sin agua para la región central?
—El domingo prácticamente no medimos lluvias en la región núcleo con la red de estaciones GEA/BCR. Al fallar la tormenta del jueves, los demás pronósticos se cayeron y setiembre va a cerrar sin agua. Sólo llovió bien en Entre Ríos que recibió 20 a 25 mm junto a Uruguay. Hoy martes 24 pueden continuar las lluvias en Entre Ríos. Luego se desplazarían hacia el NE, llegando a Corrientes, Misiones y probablemente también al este de Chaco. Las lluvias del martes para la región central desparecieron y no hay más probabilidades hasta fin de mes.
—¿Cómo es la situación de Córdoba?
—Desde hace varias semanas, esa provincia viene soportando vientos muy importantes. En estos últimos días hubo vientos de 40 a 50 km/h con dirección muy cambiante, en el marco de una muy baja humedad relativa. Las temperaturas siguen muy altas, superando los 30°C, a pesar de que en los últimos días bajaron considerablemente en la región central. No hay lluvias a la vista para septiembre y las perspectivas no son buenas para la primera quincena de octubre. Hace más de 90 días que casi no llueve en Córdoba. El invierno lo pasó sin agua y el “Niño” no dejó lluvias suficientes durante el verano y el otoño para recuperarse de las 3 “Niñas”. La carga de agua que recibió ni siquiera alcanzó para hacer un acopio suficiente para pasar el invierno.
—¿Cómo estás viendo la primera quincena de octubre?
—Considerando que “La Niña” todavía tardará en instalarse, podría producirse un cambio en la dinámica atmosférica que permita un escenario más húmedo durante la primera parte de octubre. Pero el que no se haya consolidado la inestabilidad que se preveía en estos últimos días, nos indica que hay un contexto de alta variabilidad de la atmósfera. Setiembre fue muy afectado por la escasez de agua y el frío de este invierno. Sigue ingresando aire muy frío desde el territorio patagónico. Las intensas nevadas y la constante circulación polar hacia el centro de la región pampeana condicionaron el ingreso de aire cálido y húmedo, forzando un marcado déficit de precipitaciones durante todo el trimestre. Por eso estamos esperando que se consolide un cambio en la dinámica atmosférica que permitan condiciones más favorables.
—Pero cuando ingresa aire desde el norte, no lo hace con la humedad suficiente. ¿A qué se debe?
—La sequía que está atravesando Brasil también influye en esto. Brasil está sufriendo una falta de agua muy importante, hay ríos con cotas que reflejan una bajante que es histórica. Seguramente, es otro factor que dificulta que se afiance un cambio en el patrón de humedad. Pero más allá de esta situación coyuntural, podríamos estar yendo hacia un cambio estructural de lluvias.
—¿Por qué decís eso?
—En los últimos 20 años, Brasil perdió por incendios y desforestación unos 28 millones de hectáreas de bosque primario (según datos de World Research Institute). Por año, serían 1,5 M ha, pero en el 2022 fueron más incluso, se perdieron 1,7 M ha y en el 2023, 1,2 M ha. En lo que va de este año, los incendios han sido más importantes y se estima que van a superarse esos números. No es la primera vez que destacamos la importancia que tiene la humedad que viene de allí para el clima de Argentina. Lo primero que te voy a decir, ya lo sabés: un árbol bien desarrollado, un árbol con una copa de 20 metros de diámetro, transpira, o sea le aporta a la atmósfera, 1.000 litros de agua por día; una hectárea de bosque, 40.000 litros de agua por día. Este es un factor muy importante, a tal punto que a esos flujos de humedad se le llaman “ríos voladores”. Esta columna de agua es tan fundamental para Argentina que nuestra pampa húmeda es húmeda mayormente por este efecto. La desforestación del Amazonas está debilitando este aporte más de lo que pensamos. Lo empezamos a notar porque cada vez es más recurrente la situación de falta de agua. La humedad que proviene del Amazonas es la columna vertebral de las lluvias que se desarrollan en la región pampeana. A esa humedad se le suma o se le resta humedad proveniente de forzantes disruptivos como los de escala planetaria, “Niña, Niño” y Atlántico, y los de escala regional, centros de alta o baja presión, etc. Esa humedad llega incluso hasta el sur de Buenos Aires, dónde el límite lo pone la circulación fría patagónica.
—¿Qué impacto tiene esto en Argentina?
—Hay que tener en cuenta que, si se debilita la columna de agua que llega del Amazonas a la región pampeana, las lluvias tienen una mayor dependencia de los forzantes de gran escala (Niño/Niña y Atlántico) y de los efectos regionales (posición de centros de alta y baja presión, circulaciones frías y cálidas, pulsos de calor, etc.). Los efectos regionales son difíciles de pronosticar, ya que tienen una rápida evolución. De esta manera, el régimen de precipitaciones se vuelve más azaroso en el sentido que depende mucho de eventos con un comportamiento menos estable.
—¿Es por eso que cuando desde el GEA/BCR hacemos comparaciones con series estadísticas vemos cada vez más situaciones de anomalía?
—De alguna manera las estadísticas de los últimos 30 a 60 años tienen en cuenta un flujo casi estable de la humedad recibida del Amazonas en ese período. Si empezamos a considerar que ese flujo podría estar mermando, probablemente sea más difícil explicar el comportamiento pluvial con esas estadísticas y de ahí que aparecen situaciones anómalas como decías. Vos sabes como se han alterado los calendarios de siembra y como Argentina pasó a tener una gran dependencia del maíz tardío.
—Hasta que llegó la chicharrita… Pero, volviendo a las lluvias, entonces, ¿podemos estar ante un cambio importante del comportamiento?
—La agricultura argentina estaría ante un gran desafío, que es adaptarse a lo que podría constituirse en un cambio estructural del régimen pluvial. Esto es adaptarse a precipitaciones que cada vez respeten menos los ciclos típicos estacionales y a menores ventanas de humedad en momentos claves para los cultivos, como son la siembra y los períodos definitorios de rinde. (Fuente: BCR)