Los procesos de salinización de suelos generan fuertes impactos en los sistemas productivos. Además de la degradación física del suelo, genera altos gastos energéticos en los cultivos para abastecerse de agua, lo que termina en marchitamiento o pérdida de stand de plantas. A esto se suma el efecto tóxico de algunas sales o su interferencia en la absorción de iones importantes para el desarrollo de los cultivos como potasio o calcio.
En su paso por Agenda Aapresid, Julián Isasti, Responsable Técnico de Desarrollo de la Chacra Aapresid América, relató las estrategias de recuperación que han logrado implementar.
Salino, sódico o salino-sódico?
Según Isasti, lo primero es conocer con qué problema lidiamos. La conductividad eléctrica o CE y el pH son buenos indicadores para suponer e identificar si estamos ante un suelo salino, sódico o salino-sódico. En líneas muy generales, podemos decir que cuando la CE está por encima de 4 dS.m-1 (decisiemens por metro) hablamos de un suelo salino, y si a esta alta CE le sumamos valores de pH arriba de 8, estaríamos ante un suelo salino-sódico.
El origen de la salinización en la zona de América es la escasa pendiente regional que hace que, dependiendo del año húmedo o subhúmedo, las napas queden cercanas a la superficie y exponen las sales al evaporarse el agua. Los productores de Aapresid de la zona decidieron hacer frente al problema y se aliaron con especialistas en busca de soluciones, fundando la Chacra América.
El objetivo que se propuso la Chacra fue probar y desarrollar estrategias que permitan el lavado de las sales por medio de la acción de las raíces, mejorando la infiltración. “Si bien las sales no van a irse del perfil, con la implantación de cultivos adaptados se pueden recuperar los primeros 30 cm del suelo mejorando la actividad biológica a través de la respiración radicular, y obtener una buena performance de las pasturas o cultivos que implantemos” destaca Isasti.
Pautas para un manejo efectivo
Para colonizar estos ambientes el primer paso es evaluar los niveles de salinidad y pH. Esto va de la mano con la medición del riesgo hídrico, es decir, caracterizar la pendiente del terreno y la frecuencia con que los bajos sufren anegamientos o inundaciones, producto de las precipitaciones o desborde de ríos.
En tercer lugar, es importante realizar muestreos de suelos y de las napas para entender la dinámica de las mismas en un contexto donde el clima cambia año a año. Y por último hacer una correcta elección de especies.
En este punto se pueden optar por especies anuales o perennes, pasturas o cultivos de servicios. En los ambientes de la Chacra dominados por pelo de chancho, el objetivo fue empezar la restauración con especies invernales sembradas temprano, con pasturas como agropiro y cultivos de servicios como triticale, cebada, vicia y melilotus.
Las siembras tempranas fueron la estrategia clave, ya que es cuando se dan condiciones de recarga en el perfil que diluyen las sales, y por otro lado, las temperaturas son óptimas para un buen crecimiento inicial que les permita pasar el invierno para generar gran cantidad de biomasa hacia la primavera.
En estos ambientes la gran dificultad es lograr el stand de plantas deseado, con lo cual el segundo acierto fue el uso de alta densidad de plantas, y acompañar todo el manejo con la fertilización adecuada, entendiendo que esos suelos tienen además bajo contenido de materia orgánica.
La tarea de siembra debe ajustarse también a estos ambientes: “sacar las tapadoras, asegura una buena penetración de las cuchillas turbo para que las costras o coloides de sodio se rompan, y que la cola de castor esté haciendo bien el trabajo para favorecer contacto suelo-semilla”, explica Isasti.
Isasti concluye que en estos ambientes la clave es trabajar la intensificación del sistema dentro del paisaje, recuperar o mantener la productividad en estos suelos implica generar suelos fértiles y vivos con actividad radicular y de microorganismos permanentes, para mejorar la infiltración y lavado de sales. (Aapresid)