Las pasturas ofrecen el menor costo de materia seca por hectárea para la producción de carne y leche bovina. Por lo tanto, todos los esfuerzos son válidos para aumentar la productividad de las praderas y verdeos y prolongar la vida útil de estos recursos forrajeros. El aporte de nutrientes es clave para lograr esos objetivos y permite aumentos superiores al 25% de producción de materia seca por hectárea.
Marcelo Palese, del Servicio Técnico de Nidera Nutrientes, señala que “la corrección de los suelos debe ir más allá de lo que comúnmente se denomina ´darle de comer a la pastura´, ya que con ese criterio tradicional de manejo sólo se obtiene una respuesta inmediata. En cambio, debemos apuntar al logro de un ambiente de confort y estabilidad que, además de aumentar la productividad de la pastura, permita que su vida útil se extienda por varios años”.
“En muchos casos –agrega Palese-, a los dos años de la siembra de la pastura, o incluso antes, suele haber una caída vertiginosa del stand de plantas que el productor suele asociar con problemas de la semilla o de la implantación. Sin embargo, en la mayoría de los casos esto es debido a que no se han realizado las correcciones de suelo necesarias para lograr la estabilidad de sus nutrientes y que por lo tanto se encuentren disponibles para las plantas”.
“Es común encontrar pasturas con un buen establecimiento y un aceptable nivel de producción en el primer año y que luego comienzan a decaer -indica el especialista-. Y esto ocurre cuando la raíz se expande y encuentra capas subsuperficiales con, por ejemplo, exceso de algún elemento”.
Prioridad
Palese plantea que “lo primero que tenemos que hacer es poner en equilibrio al suelo partiendo de un buen diagnóstico”. El especialista remarca la utilidad de realizar análisis de suelos completos “para generar información de base y estratificada hasta 60 centímetros de profundidad con antelación a la siembra de la pastura”. Esos análisis permiten determinar cuáles serán los impedimentos que deberán enfrentar las raíces y anticipar los tratamientos que permitan la corrección. Otro aporte para realizar el diagnóstico de la situación en la que se encuentran los suelos es la información que ofrece el análisis de las plantas de la pastura o verdeo.
“Un caso emblemático es el de la alfalfa –explica Palese-, que es una especie muy preciada como recurso forrajero pero en cuya productividad aparece un aspecto que no siempre es tenido en cuenta, como la relación que se establece entre esa leguminosa con el nivel de minerales del suelo, los rizobios y el ambiente”. El técnico de Nidera señala que “la alfalfa es una gran proveedora de proteínas formadas por cadenas de diferentes aminoácidos en cuyas estructuras participan diversos minerales, como es el caso del azufre en la cisteína y en la metionina”. Por ejemplo, la producción de 8 toneladas de materia seca de alfalfa por hectárea demanda 280 kilos de óxido de calcio –que ubica a la especie entre los primeros puestos de requerimientos de calcio-, 480 kg/ha de nitrógeno, 53 kg/ha de fósforo, 405 kg/ha de potasio, 41 kg/ha de magnesio y 40 kg/ha de azufre.
Palese enfatiza que los verdeos no escapan a estos conceptos. “El manejo nutricional de estos cultivos forrajeros anuales no debe limitarse al aporte de urea, debemos considerar la totalidad de sus demandas de nutrientes y, por ejemplo, nos vamos a encontrar con las necesidades extremas de magnesio que tiene la avena”.
Cuándo corregir
Palese explica que las correcciones de los suelos realizadas con anterioridad a la siembra son las que ofrecen resultados más positivos, ya que “le damos tiempo a que sus efectos lleguen a los horizontes del perfil que presentan el problema”. Para los casos de pasturas que ya se encuentran implantadas y a las que se deben realizar tratamientos correctivos, indicó que el momento es después de un corte o pastoreo para que los materiales que se están esparciendo tengan un rápido contacto con la superficie del suelo. “En el último caso –agrega- la respuesta se va demorar más que cuando hacemos los tratamientos antes de la siembra”.
Retorno
La corrección del balance de nutrientes en los suelos ofrece un alto retorno económico. Palese explica que es factible lograr incrementos de producción forrajera superiores al 25%. “En el caso de un establecimiento lechero –dice el especialista-, si se realiza el análisis económico sobre pasturas con niveles de producción medios, del orden de los 5.000 kilos de materia seca por hectárea anuales, el aumento de la productividad forrajera del 25% termina generando un ingreso extra -por mayor cantidad de litros de leche producidos- superior a los 360 dólares por hectárea anuales”.