Optimizar el manejo en la patagonia

La herbivoría por grandes animales caracterizó a las estepas patagónicas en los últimos 10.000 años, pero actualmente, un alto porcentaje de sus pastizales muestra signos de degradación y se señala al pastoreo como la principal causa. Si bien suele plantearse que en los campos de la región existiría un conflicto entre los servicios de producción de bienes (como forraje, carne o fibra) y los de regulación (relacionados a la sustentabilidad local y global), un estudio realizado por la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) demostró que es posible maximizar ambos tipos de servicio a través del ajuste de la cantidad de animales por hectárea. ¿Pueden los productores patagónicos bajar la carga para conservar los recursos naturales? ¿Qué consecuencias sociales acarrearía?

“Se ha propuesto que en la Patagonia, las técnicas de manejo del pastoreo que buscan aumentar los servicios de provisión de bienes van en detrimento de la capacidad de los ecosistemas de proveer servicios de regulación (e.g., almacenaje de carbono, calidad del aire, etc.). Lo que nosotros encontramos es que estos servicios ecosistémicos se pueden optimizar simultáneamente regulando la carga animal (es decir, el número de animales por unidad de superficie) en valores intermedios de intensidad de pastoreo”, afirmó Gastón Oñatibia, docente de la cátedra de Ecología de la FAUBA.

“Nosotros sostenemos que el pastoreo por grandes herbívoros es un fenómeno idiosincrático de las estepas patagónicas, al menos desde hace 10.000 años. Por esta razón, creo que la clave está en determinar cuál es la carga animal óptima. Es el punto esencial de nuestro experimento, en el que estudiamos qué ocurría en tres situaciones posibles y bien contrastantes: clausuras (exclusiones del pastoreo por medio de alambrados), campos en los que se pastoreaba con cargas intermedias (0,2 ovejas/ha), y campos con cargas muy altas (0,4 ovejas/ha durante todo el año)”, puntualizó Martín Aguiar, profesor de la misma cátedra que Gastón y miembro del instituto IFEVA-CONICET.

Por su parte, Oñatibia señaló que sus resultados, publicados en la revista Ecological Engineering, muestran que el deterioro de estos pastizales se relaciona con el pastoreo continuo con altas cargas animales, y que la exclusión del ganado no es una solución para el problema. “Desde hace años existe la creencia de que el pastoreo en la Patagonia es sinónimo de desertificación. Sobre esa base, y ante la condición grave de estos sistemas, diversos estamentos suelen proponer eliminar el pastoreo doméstico de los campos. Nuestros resultados demuestran que la mejor alternativa de uso de la tierra es el pastoreo moderado. En primer lugar, determinamos que cargas animales leves e intermedias maximizaron al mismo tiempo la producción de forraje y el almacenaje de carbono y nitrógeno sin afectar indicadores de diversidad biológica. Esto pone en evidencia la ausencia de conflictos entre los servicios de provisión y regulación. Por último, vimos que en los campos intensamente pastoreados caían todos los indicadores. Esta es la peor opción para cualquier objetivo de producción sustentable o conservación”.

“Un problema importante es que la mayoría de los productores ovinos en la Patagonia realiza un pastoreo intenso y continuo. Ellos conservan altas cargas porque siguen viendo ‘pasto verde’ en sus campos, sin darse cuenta de que las mejores especies forrajeras fueron reemplazadas por otras no forrajeras. Como resultado de este manejo, los animales tienen índices productivos muy bajos, incluso con altas tasas de mortalidad en los años secos o con inviernos crudos, lo cual repercute directamente en la economía de las familias”, le contó Gastón al sitio de divulgación científica Sobre La Tierra (SLT).

Un problema con muchas dimensiones

En una perspectiva histórica que cubre más de 10.000 años, Aguiar explicó que en el pasado, las estepas patagónicas podían conservar las mejores especies forrajeras tanto ante las variaciones del ambiente como a las de las poblaciones de herbívoros. Los más abundantes eran los guanacos, capaces de responder de diferentes maneras ante los disturbios. En años de sequía, cuando la producción del mejor forraje decrecía mucho, podían ajustar su dieta comiendo otros pastos menos nutritivos. Frente a eventos más drásticos (e.g., grandes nevadas), las poblaciones de guanacos decrecían por mortandad o por migración a otras áreas. Al disminuir naturalmente la carga animal, los sistemas empobrecidos ganaban tiempo para que las especies con mayor valor forrajero (similares para guanacos y ovejas) se restablecieran.

“Para que el forraje se restablezca, los campos tienen que descansar del pastoreo. Las plantas deben recobrar vitalidad y producir semillas que estén en condiciones de establecerse, crecer y desarrollarse. Hoy, toda nuestra agronomía pretende estabilizar la carga en tiempo y espacio. Por ejemplo, ponemos alambrados para impedir que los animales migren. Además, frente a disturbios de gran magnitud, con alta mortalidad de ovejas, el Estado suele brindar subsidios para recuperar las majadas. Que se entienda bien: no digo que eso esté mal, ya que el sentido es asegurar la producción y la subsistencia de los pobladores. Pero si miramos el pastizal en sí, estamos perdiendo la oportunidad de que un campo descansado, con menos carga, pueda iniciar procesos de recuperación”, comentó Aguiar, quien también es Investigador Principal del CONICET.

En este sentido, Oñatibia y Aguiar coincidieron en remarcar que el stock de animales de la Patagonia viene cayendo de manera sostenida desde el siglo pasado, probablemente debido a que los campos cada vez pueden sostener cargas menores. “Es un problema con muchas aristas. Desde el punto de vista económico, los productores se encuentran en un círculo vicioso en el que para poder subsistir necesitan una cantidad mínima de ovejas, pero en términos de sustentabilidad, muchas veces esa cantidad resulta demasiado alta. En consecuencia, la degradación de sus recursos va en continuo aumento”, mencionó Gastón.

La desertificación y el factor humano

“Hay una dimensión social, tal vez más importante que la ecológica, que no hay que dejar de lado. Cuando las posibilidades de subsistencia en el campo bajan más allá de cierto punto, las familias migran a las ciudades. Cada vez que ‘la sociedad’ (y sobre todo la urbana) le requiere a los productores que reduzcan las cargas animales para favorecer la producción de servicios ecosistémicos, lo que en realidad está haciendo es decidir sobre recursos naturales ajenos. Los objetivos de toda la sociedad (como podría ser maximizar el secuestro de carbono) no necesariamente tienen que coincidir con los de los productores. Al fin y al cabo, ¿de quién son los recursos naturales?”, cuestionó Martín.

En 2007 Aguiar y Marcela Román estudiaron la distribución de las unidades productivas en la provincia de Chubut y encontraron que el 50% de la superficie provincial estaba ocupada por establecimientos más grandes que la unidad económica, que es la superficie que por su tamaño y capital natural permite mantener una familia. “Un primer análisis indicaba que en esos casos —afirmó el investigador— era posible iniciar un plan de descanso y recuperación del pastizal sin necesidad de subsidios estatales. Sin embargo, el otro 50%, que representaba el 60-70% de las familias del sector, estaba ocupado por pobladores en campos muy pequeños. Ellos carecían de posibilidades económicas para reducir las cargas o para realizar inversiones tales como instalar alambrados y aguadas, por lo que resultaba clave la intervención con subsidios económicos. Entonces, si se quiere llegar a una solución para estos ecosistemas patagónicos es imperativo analizar todas las dimensiones del problema. El primer paso ya esta dado. El estudio indica que moderar las cantidades de animales en pastoreo optimiza lo que le interesa al productor (el forraje) y lo que le interesa a la sociedad (los servicios ecosistémicos)”. (Fuente: Prensa Fauba)

 

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