Primero fue un hobby, cuando aprendió junto a su abuelo “Bubi” a hacer cerveza en pequeñas escalas. Después llegaron la formación profesional y un convenio de transferencia tecnológica con el CONICET y la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) para crear su propia empresa y crecer en la cadena de valor. Hoy desarrolla cepas de levaduras líquidas que, además de sustituir importaciones, son clave para mejorar la calidad y aumentar la variedad de las cervezas argentinas.
Oriundo del barrio de Quilmes, Juan Francisco Llamazares Vegh tiene 26 años, está próximo a presentar su tesis para recibirse de ingeniero agrónomo y se apasiona cuando habla de los procesos de elaboración de cerveza y sobre la historia que lo llevó a concretar su emprendimiento Stämm junto a su primo Federico D’Alvia.
Ambos supieron ver una oportunidad cuando, en el camino de aumentar la producción de su joven fábrica de cerveza, comenzaron a encontrar algunas falencias en la cadena de valor que impactaban sobre el producto final, fundamentalmente cuando faltaban cepas de levaduras en el mercado.
“Las cepas de levadura son los caballitos de batalla de muchas marcas, porque definen el sabor de cada cerveza. Son un insumo clave y, cuando hay faltantes, los fabricantes no pueden ofrecer a sus clientes el producto que los caracteriza”, explicó Llamazares Vegh.
“Pensamos que ahí había una oportunidad para crecer”, aseguró, atraído por un sector que crecía más de 20% cada año, según sus cálculos: “Los productores de cerveza artesanal incluso habían empezado a organizarse en cámaras empresariales y a agruparse para comprar insumos y negociar mejor los precios, por ejemplo. La cadena de valor empezaba a mostrar síntomas de madurez”.
Por otra parte, además de las faltantes del mercado, la oportunidad también radicaba en la baja variedad de cepas que existían en nuestro país, respecto de otros competidores: Sucede que la Argentina sólo contaba con 13 cepas de levaduras, respecto de las 200 que se manejan a nivel mundial. Esto significa que el fabricante local tenía muy pocas herramientas para elaborar la cerveza que buscaba en comparación con otros países, algunos de ellos vecinos como Chile y Brasil.
“Por eso pensamos que parte de nuestra propuesta es ayudar a que la Argentina aumente su competitividad y que, por lo menos, nuestros fabricantes de cerveza cuenten con las mismas herramientas que sus competidores y puedan ofrecer productos de mejor calidad”, sostuvo Llamazares Vegh.
El socio ideal
La nueva orientación del emprendimiento cervecero Stämm, que sumó a la producción el objetivo de mejorar el acceso a diferentes cepas de levaduras, demandó nuevos conocimientos y el ingreso al proyecto de profesionales idóneos. Para eso, mientras estudiaba Agronomía, Llamazares Vegh comenzó a trabajar como ayudante ad honorem en la cátedra de Bioquímica de la FAUBA, donde se acercó al mundo de la biología molecular y a la biotecnología, y logró trazar un puente entre la producción y la investigación.
Además, a fines de 2013 el emprendimiento ingresó a la incubadora de la Facultad de Agronomía de la UBA, IncUBAgro, y pocos meses después se alcanzó un convenio de transferencia tecnológica con el Instituto de Investigaciones en Biociencias Agrícolas y Ambientales (INBA), que comparten el CONICET y la FAUBA.
Este acuerdo incluyó asesorías por parte de las investigadoras Romina Giacometti y Florencia Kronberg, ambas especializadas en biotecnología y con una amplia experiencia en levaduras, y el acceso a un laboratorio para ampliar el banco de cepas existente, abastecer a cervecerías y prestar un servicio de propagación.
“A partir de ese convenio desarrollamos un producto líquido que, si bien tiene una vida útil menor respecto del seco, cuenta con una vitalidad mayor y le agrega calidad a la cerveza, porque hasta ahora los productos disponibles en la Argentina eran levaduras secas que ingresaban al país después de haber cruzado el océano y de haber estado envasadas durante un año”, explicó.
Y agregó: “La incubadora jugó un rol ideal, porque tiene un grupo asesor muy interesante e interdisciplinario, con conocimientos técnico-académicos y de negocios que me sirvieron para avanzar en el emprendimiento. Accedimos a capacitaciones y nos asistieron en la búsqueda de subsidios como los del Ministerio de Industria de la Nación y Jóvenes Emprendedores Rurales, que ganamos y nos permitieron adquirir equipos para avanzar con las investigaciones”.
“Hace un año y medio que tengo dedicación full time a este emprendimiento, prestando el servicio de propagación de levaduras a empresas artesanales y generando información sobre el mercado. También estamos escribiendo nuevos proyectos que vamos a presentar para seguir creciendo y escalar la producción”, finalizó. (Prensa Fauba)
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