La doctora Edda Villaamil se graduó como farmacéutica y trabajó toda su vida en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la prestigiosa Universidad de Buenos Aires (UBA), donde alcanzó el nivel de profesora titular de la cátedra de Toxicología. Dedica su vida al estudio de los efectos en seres humanos de las sustancias químicas. De acuerdo con una investigación académica que llevó adelante en los últimos años, concluye que la exposición humana a productos fitosanitarios resultó muy baja en la región evaluada (Pergamino, Chacabuco y Bragado) y los niveles de estas sustancias en cursos de agua resultaron bajos y menores a los límites máximos admitidos en agua potable en Argentina.
En colaboración con la Facultad de Agronomía de la UBA, Villaamil comenzó en 2012 un estudio sobre nivel de exposición humana por el uso de agroquímicos en individuos que viven en zonas rurales o que trabajan en cultivos transgénicos. Con financiamiento de los ministerios nacionales de Ciencia y Técnica y de Agroindustria, el trabajo de campo se concentró en las zonas de Pergamino, Chacabuco y Bragado. Se trabajó con población rural, urbana y con población trabajadora del agro que está en contacto con las sustancias.
Como parte del relevamiento se evaluaron algunos marcadores para ver los niveles de exposición de plaguicidas y los niveles de actividades de algunas enzimas que disminuyen por la exposición a ciertos agroquímicos. Los resultados fueron contundentes: Prácticamente no se registraron niveles de exposición, siendo éstas muy bajas.
El Estudio se hizo en dos etapas: A los mismos individuos se les tomaron muestras biológicas de sangre en 2015 y en 2016. En la primera oportunidad se evaluaron 212 personas en un momento en el que teóricamente no debía haber aplicación de agroquímicos; la segunda muestra se tomó a 116 de esos mismos voluntarios, pero cuando sí había aplicaciones. “Se compararon ambos períodos -explica Villaamil– y se vio que en la época de siembra y en la preparación del barbecho es cuando hay un nivel de exposición un poquitito más alto, pero sin significar eso riesgo para la salud humana, ni en trabajadores, ni en población rural, ni en población urbana.”
Paralelamente se tomaron muestras de agua para consumo humano y se analizaron a fin de determinar algunos contaminantes, como el glifosato. En estas muestras no se encontró presencia del herbicida.
El proyecto del estudio, cuyo director fue el doctor Eduardo Pagano, incluyó también la medición de glifosato en suelo, y en aguas ambientales, encontrándose glifosato en concentraciones inferiores a las admitidas para agua de bebida en EEUU.
¡Entonces está todo solucionado, no tenemos ningún problema!
-Bueno, la verdad es que las muestras que nosotros tomamos indican eso. Que no hay importante exposición. Trabajamos con dos tipos de práctica laboral en las zonas rurales. En la zona de Pergamino se trabaja en forma más tradicional con los cultivos transgénicos, con menor cuidado del ambiente y menor precaución en la aplicación de plaguicidas. Y trabajamos en otra región, que es la zona de Chacabuco y Bragado, donde hay mayoritariamente grupos de agricultores que aplican según los principios de Aapresid, una siembra con una utilización cuidadosa de los agroquímicos. Y no se encontraron grandes diferencias entre las dos zonas, los niveles de exposición son muy bajos, aun cuando les dimos prioridad a aquellos que acompañan la aplicación del glifosato.
¿Es cierto que en la sangre de algunas personas encontraron residuos de principios activos que hace años no se utilizan en agroquímicos?
-Sí, es cierto eso. El tema es que los equipos que hoy se utilizan para la investigación de estas sustancias en sangre son extremadamente sensibles y pueden detectar cantidades muy pequeñitas. Estamos hablando que encontramos niveles en general por debajo de un nanogramo por mililitro. Es una concentración extremadamente baja. Esas concentraciones de esos principios activos que ya no se utilizan más, no son de aplicaciones recientes, sino que vienen a lo largo de lo que uno fue acumulando toda la vida, y de los residuos que todavía van quedando en la cadena alimentaria en cantidades muy, muy pequeñitas. A medida que pasan los años, esos aportes van desapareciendo de la cadena alimentaria, porque no se renuevan. Y esto se refleja en los niveles en sangre humana cada vez más bajos.
Usted acumula muchos años de trabajo haciendo mediciones de este tipo. A lo largo de las últimas décadas, ¿nota que hubo cambios de actitud en los agricultores respecto del manejo de agroquímicos?
-Yo hago estudios de este tipo desde los años ochenta, y cuesta mucho cambiar conductas. En realidad, como parte de mi estudio se hizo también una encuesta a los participantes, y en ella vimos también que quienes trabajan con estas sustancias no tienen miedo a los agroquímicos y subestiman a veces la peligrosidad que pueden llegar a tener si no se los usa correctamente. Yo diría que hay todavía una inmensa parte de la población que debe tomar conciencia para extremar las precauciones en las aplicaciones de uso de estas sustancias, y eso se logra con educación.
Menos mal que tenemos las campañas que hacen la Red BPA, CASAFE, Aapresid…
-¡Sí, totalmente! Me parecen muy buenas, son óptimas y van a ir ayudando, pero es un proceso muy lento. Evidentemente, también pienso que el hecho de que no haya importantes niveles de exposición, significa que no hay un abuso en el empleo de esas sustancias, cosa que nos deja un poco más tranquilos a todos.
¿Podría decirse que hay bioseguridad en los alimentos que ingerimos?
-Bueno, yo no podría establecer eso porque no investigo a los alimentos, sino a los seres humanos. Lo que sí puedo decir es que estos resultados son indicadores de lo que comemos. Si tenemos bajas concentraciones de agroquímicos a través de nuestros medios biológicos, eso significa que también es bajo el ingreso de esas sustancias a partir de los alimentos.
¿Usted, que es una académica seria, podría corroborar que el glifosato es tan tóxico como predican sus detractores?
-Yo estoy absolutamente convencida de que no es una sustancia peligrosa. Pienso que evidentemente hay muchos intereses que están más allá de mi capacidad de poder entender qué es lo que ha pasado con el glifosato, que lo han endemoniado de tal manera. Le están haciendo cargo de cosas de las que estoy absolutamente convencida y segura de que no son ciertas, como ciertos efectos adversos que le están achacando que no están científicamente comprobados. Algunos trabajos que indican esos efectos adolecen de muchísimos errores de diseño y de un montón de otras cuestiones, que les quitan validez a esos resultados. Yo estoy convencida de que el glifosato es una molécula segura de utilizar. Creo que el mundo entero no tiene vuelta atrás en la producción de los cultivos transgénicos, y a mí lo que más me preocupa es que si se prohibiera a nivel mundial, e incluso local, el uso del glifosato, vamos a una real crisis que exigirá poner otro herbicida que puede resultar mucho más peligroso. No conozco otro herbicida más seguro y más inocuo que el glifosato.
Fuente: Casafe