Por eso, el Congreso Maizar 2024 convocó a uno de los principales expertos en esta plaga, Paulo Garollo, investigador especialista en cultivo de maíz en FITOLAB Brasil, para que contara cómo manejan esta plaga, en una charla con el presidente de Maizar, Federico Zerboni.
Paulo Garollo contó que fue en 1995 cuando vio los primeros brotes de chicharrita con daño económico, que se dieron en la región baja del centro de Brasil: “Como es una plaga predominantemente tropical, con más probabilidad de ocurrencia en regiones más cálidas, nadie la conocía allí, entonces no se hacían controles. Obviamente, el daño fue altísimo.
En esa época, dijo, se sembraban cerca de 3,5 millones de hectáreas de maíz en Brasil, la mayoría, en fechas tempranas. “En 2015, cuando tuvimos el segundo brote, teníamos cerca de 15 millones de hectáreas con maíz, sembradas en tres épocas diferentes, lo que terminó propiciando el desarrollo y dispersión de la plaga. Fue un desastre total”, recordó.
“Siempre, en todas las regiones donde fue apareciendo la chicharrita, el daño fue alto la primera vez. Sin embargo, eso no frenó la expansión de la producción: “En 2021 plantamos cerca de 21 millones de hectáreas de maíz. No paramos el cultivo, al contrario, avanzamos, con un trabajo conjunto de acciones de manejo para controlar la población y viabilizar el cultivo. No podemos dejar de plantar maíz”, enfatizó.
Una buena práctica de manejo requiere armar una estrategia conociendo cuatro factores: la plaga, el ambiente (“campo de batalla”), las herramientas (“armas”), y la planta y su fenología.
Garollo explicó que “la chicharrita busca siempre las plantas más jóvenes y las partes más jóvenes de la planta, entonces siempre está migrando”. Además, las ninfas viven debajo de las hojas, no es tan fácil matarlas, y es preciso hacerlo.
Por otro lado, señaló que “se necesita tener el ambiente a la vista cuando vamos a hacer el manejo”. Hay que tener en cuenta los factores abióticos a los que quedarán expuestos los productos que se apliquen: lluvias, radiación luminosa, temperatura y presión de vapor de agua. “Si sé que esta plaga es migratoria, necesito un producto que dure más tiempo, porque todos los días llegarán chicharritas”.
El mejor producto será el que tenga las características físico-químicas más adecuadas para un ambiente, dijo Garollo, “pero precisamos conocer mejor los productos, cómo actúan, para poder escoger el más adecuado para cada momento”. Si los defensivos se aplican cuando la planta inicia su desarrollo, y en las regiones más cálidas hay una nueva hoja cada 3 o 4 días, no servirán para esas nuevas hojas, que son las que prefiere la plaga”, ilustró.
En Brasil, señaló, antes de comenzar la actual campaña vieron que los pronósticos meteorológicos suponían un incremento de la presión de las plagas y se prepararon. “Precisamos estar mejor munidos de información”.
La chicharrita es muy sensible a la temperatura, que interfiere mucho en su biología. Con menos de 20 °C, sus huevos no eclosionan. Por eso, las temperaturas bajas reducen fuertemente la población de la plaga. En cambio, en un año con temperaturas de entre 26 y 39 °C, puede haber hasta 6 generaciones de chicharritas, porque sus ciclos se acortan: “Años más cálidos podemos llegar a ver 190.000 millones de chicharritas en un año”, explicó.
Este insecto es vector de una enfermedad, el achaparramiento del maíz, producido por dos bacterias sin pared celular (mollicutes): Spiroplasma kunkelii y fitoplasma, que se desarrollan en los vasos del floema de la planta, por donde pasa el azúcar para el llenado de granos. “Las hojas siguen produciendo azúcar, pero no consiguen trasladarla; entonces se va concentrando en las células de las hojas y va hacia la superficie. Al oxidarse, se transforma en antocianina, y por esto las hojas van tomando coloraciones rojizas”, explicó. Los síntomas comienzan en la espiga y van bajando, por eso la planta va a muriendo hacia abajo. Además, al no llegarles el azúcar, los granos presentan malformaciones. Y también puede haber quiebres de tallo, y predisposición a hongos de pudrición de tallo. “Hay que hacer diagnóstico en el campo, para no errar”, insistió Garollo.
En cuanto a las ninfas de la chicharrita, el experto señaló que hacen cinco cambios de piel hasta ser adultas, y están en las hojas nuevas. “Es preciso revisar mucho”, indicó. Y explicó por qué los químicos que matan a las chicharritas no son efectivos con las ninfas: “Cuando el adulto pica la hoja para alimentarse del floema, pasa a través del xilema, que es por donde pasan los líquidos y también los químicos”. Así, si hay insecticida, se contamina. Sin embargo, las ninfas de la chicharrita están en una posición distinta, debajo de las hojas: tienen los vasos de alimentación cerca, entonces, al no atravesar el xilema, el insecticida no las mata. ¿Cómo se matan? Por vapor o por translocación translaminar: algunos insecticidas tienen capacidad de circular por los espacios de las células y depositarse debajo de la hoja, señaló. De todos modos, insistió: “No es solo el producto, no se engañen: es preciso saber para hacer una buena estrategia de manejo”, recalcó.
Desde su experiencia en Brasil, el especialista brindó recomendaciones de manejo.
Dijo que es “importantísimo” eliminar los maíces guachos, porque en ellos se desarrolla la chicharrita, y porque los agentes causantes de las enfermedades solo sobreviven en plantas vivas de maíz. “Al eliminar los guachos, tenemos altas chances de disminuir el potencial infectivo de la plaga”.
Es indispensable el tratamiento de las semillas, especialmente con el grupo químico de los neonicotinoides, que son los más eficientes en el control inicial de la chicharrita. En este aspecto, el experto contó que presentaron un trabajo en Estados Unidos en el que identificaron eficiencia de manejo por tratamiento de semillas de hasta 88%. “Pero un 88% de eficiencia en una población de 10.000 individuos, deja un resto de 1.200, y en una de 100.000 individuos, deja 12.000: este es el problema, ya que no sabemos cuál es la población inicial”. Por eso, dijo, el tratamiento de semillas es indispensable, “pero apenas el maíz empieza a nacer y tener hojas, inmediatamente hay que hacer una primera aplicación con defensivos, para corregir ese resto que quedó”.
Además, recalcó, el periodo de mayor daño de la chicharrita es entre la primera hoja y la octava, por eso es el periodo de guardia constante: cuanto menos chicharrita se deje, mayor éxito tendrá el manejo, “y eso es independiente del nivel de tolerancia de los diferentes híbridos”.
En cuanto a los híbridos, Garollo indicó que “la tendencia del mercado es tener híbridos tolerantes o moderadamente tolerantes; estamos trabajando fuertemente, pero todavía hay ciertas dificultades”. Sin embargo, enfatizó: “Ni plantando un híbrido de alta tolerancia podemos olvidarnos de la chicharrita. No. Tenemos que hacer el trabajo de manejo hasta por lo menos 6 a 8 hojas. Híbridos tolerantes sin manejo terminan perdiendo 30 a 40% de los rindes”. No se puede usar una sola herramienta, es un conjunto de buenas prácticas de manejo que va a llevar al éxito”.
En consecuencia, recomendó comenzar las aplicaciones desde el inicio del desarrollo de la planta en el área total, “apenas abrió una hojita”. Respecto del lapso entre una y otra, indicó que en la mayoría de los insecticidas disponibles y registrados, deberíamos esperar una semana. Ahora hay productos que indican 5 días, pero cuidado, eso puede crear un desequilibrio ambiental altísimo. En área total, lo ideal es aplicar cada 7 días”.
Pero entre 3 y 4 días después de la aplicación en el área total podemos hacer una aplicación de borde, porque la primera migración de la chicharrita es en el borde, y se queda por lo menos 12 horas. Por eso mejora mucho el manejo hacer la primera aplicación en el área total lo más pronto posible; y al 3° o 4°cuarto día, en un borde de 30 a 50 metros, no se precisa más.
En cuanto a los productos, aconsejó trabajar en las primeras aplicaciones preferentemente con productos de contacto (de VE o V1 hasta 4 hojas), porque las chicharritas son adultas, no hay ninfas. Los neonicotinoides, que son sistémicos (vascular y translaminar), tenemos que resguardarlos para aplicar cuando tenemos ninfas”, indicó. “Existe límite de uso de productos químicos, y deberíamos respetar las indicaciones”.
Los biológicos son muy importantes dentro del sistema, pero siempre como complementarios a los químicos, nunca solos, remarcó. Entre ellos, hongos (Beauveria bassiana, Isaria fumosorosea), y está comenzando el uso de bacterias (Pseudomona fluorescens y Pseudomona chlororaphis).
Garollo mostró los grupos químicos y principios activos de defensivos de contacto disponibles en Brasil. Y dijo que los de primera elección son los de baja solubilidad en agua, no volátiles y lipofílicos, que duran más tiempo hasta descomponerse. En cuanto a las innovaciones que apuntan a lo central, quebrar el ciclo de la plaga destruyendo a las ninfas, se refirió a dos productos: la buprofesina y un triterpenoide tipo limonoide que es una esencia de aceite de Neem bioactivada. “Son también complementarios de los químicos, actúan en las ninfas como inhibidores de crecimiento, y también infertilizando a las hembras”, contó. “No dejamos de plantar maíz, continuamos mejorando los procesos de manejo. Sería muy triste que una Nación deje de hacer este cereal tan importante”.