A pocas horas, e incluso mientras ya estaba transitando el frente frío por la región, los pronósticos seguían asegurando acumulados que no llegaron.
El saldo de agua fue muy poco con registros inferiores a los 10 mm como en Santa Teresita o Capital Federal. Fueron solo lloviznas y chaparrones aislados.
El jueves pasado, desde GEA de BCR se comentaba: “hay señales de actividad pluvial con volúmenes moderados y sobre el este”. El área con más probabilidades de concretar lluvias, el NE bonaerense de la región núcleo, no registró siquiera un milímetro.
¿Por qué el productor sigue con tantas expectativas estas lluvias y las que puedan darse hasta el 10 de octubre?
Con excepción de la zona núcleo y algunas áreas del este de Buenos Aires y Entre Ríos, donde las lluvias del primer fin de semana del mes (1 al 4 de setiembre) fueron muy importantes, los pronósticos se siguen con angustia.
Recibir 20 a 50 mm detendría el deterioro del trigo y renovaría las expectativas productivas. La incertidumbre de no contar con un trigo que deje margen positivo y, por lo tanto, un ingreso en diciembre para cumplir obligaciones y llegar a marzo no deja dormir al productor que quedó fuera de los acumulados del primer fin de semana de setiembre.
En condiciones regulares a malas hay casi 2 de los 5,4 millones de hectáreas implantados con trigo en Argentina. En esas zonas ya hay signos de deterioro y estrés hídrico marcado. En otros casos el cultivo sigue en buenas condiciones, pero “está aguantando”, afirman los técnicos. Advierten también que sin lluvias en una o dos semanas más, la caída de sus posibilidades productivas será marcada y abrupta. Un mes atrás, algunos técnicos y productores resumían muy gráficamente que “al trigo se le acabó la nafta”, recordando que se sembró con reservas de agua muy justas (menos del 50% de agua útil) y lejos de las recomendaciones agronómicas (partir con suelos por encima del 70% del agua útil).
Hay dos meses marcados en rojo en el calendario del sector: diciembre y marzo. La pérdidas de la campaña 2022/23 se “rolearon” para cuando ingresen las cosechas fina y gruesa. Pero también todo el costo financiero del cultivo de la campaña 2023/24 (alquileres e insumos entre los principales) está apalancado por los recursos que pueda dejar el trigo en diciembre y los del maíz en marzo y, posteriormente, los de la soja.
¿Y con el maíz… qué pasa?
La falta de agua también afecta a la siembra del maíz temprano. Un técnico lo explica así: “septiembre siempre es una extensión del invierno, deja acumulados escasos. El gran problema es que febrero, marzo y abril, hasta mayo, eran meses de acumulación de agua en el perfil. Pero esto no pasó este año, ni en los anteriores que estuvimos con (el efecto de) ‘La Niña’. Antes, lo único que necesitabas era, a fin de agosto o principio de septiembre, una lluviecita para humedecer los primeros centímetros y la semilla de maíz nazca. Hoy, como no hubo acumulación de agua y venís de años de sequía, para los productores que les llovieron 10 a 30 mm en setiembre, aunque es lo que se espera del mes, no alcanza. La desesperación es muy grande, los suelos están prácticamente secos en el primer metro. Así lluevan 30 o 40 mm y sembrás, la vida de ese maíz implantado se corta y perdiste la inversión si no empieza a llover en exceso”.
“El problema no es septiembre”. El problema es la deuda de agua de 3 años y 9 meses
“Septiembre no es el mes de la primavera. Por más que uno lo asocie con el inicio de la estación, el comportamiento estadístico es propio del invierno”, dice el consultor Elorriaga. “Septiembre es así. De los últimos 110 años, solo en 32 llovió más de 15 mm en la primera semana del mes. Y esta vez, en los primeros 7 días, el 80% de la región núcleo recibió de 30 a 110 mm. Pero faltan muchos milímetros, sobre todo en las zonas que siguen en sequía. El cambio de estación se consolida en octubre”.
En septiembre, la región núcleo suele recibir un acumulado de 30 mm tomando en cuenta los últimos 60 años de estadística; en octubre, 80 mm. “En este mes es más frecuente ver años en que la media se duplica o hasta se triplica. Por ejemplo, hay máximos de 290 mm en esa serie histórica. En octubre, los grandes forzantes tienen una gran influencia que se nota en los acumulados mensuales. Octubre (en comparación con setiembre) tiene valores de desvíos positivos que son muy importantes”, explica Elorriaga.
La desesperación que tiene el productor por recibir en el corto plazo lluvias importantes tiene que ver con la enorme deuda de agua que viene arrastrándose desde hace años. El culpable claramente no es septiembre 2023, si no la falta de agua que se arrastra desde hace casi 4 años en Argentina.
Los últimos 9 meses del 2023 le deben a la región núcleo entre 100 y 300 mm, deuda que se suma a los milímetros que no dejó el 2022 (250 a 500 mm). El año pasado llovió el 50 al 55% de una media pluvial que en la región núcleo es de 900 a 1050 mm. Pero la deuda sigue creciendo porque en el 2020 llovió solo entre el 65 y 70% de la media y en el 2021 entre el 60 y 70%. Esto hace un faltante equivalente a un año y medio de lluvias.
Sin lluvias a la vista para el final de setiembre
Hasta el 26 de setiembre, los modelos de pronósticos muestran muy poca agua para la Región Pampeana. Puede haber una inestabilidad en los próximos días. Pero para Buenos Aires y la región núcleo, los posibles montos serían inferiores a los 10 mm. Sí continúan los pronósticos de tormentas importantes para el extremo NE del país, específicamente en Misiones y Corrientes que afronta una temporada de constantes amenazas por inundaciones.
Para la semana próxima, hasta el 3 de octubre, parte del centro y sur de la franja este de la Región Pampeana podrían acumular algunos milímetros, pero muy modestos.
“Las posibilidades de algún cambio significativo podrían empezar a verse en los últimos días de septiembre o primeros días de octubre”, dice Elorriaga. (BCR)