El sudeste es la región que aporta el mayor volumen a la producción nacional de girasol. En Tandil, que juega como centro geográfico y productivo de esa importante zona agrícola, productores y técnicos se reunieron en el simposio organizado por ASAGIR para realizar una puesta al día frente a las renovadas perspectivas que tiene el cultivo.
Pablo Calviño abrió el fuego con un título que desde el arranque del encuentro propuso el debate: “Soja o girasol”. Rápidamente el reconocido asesor del Sudeste cambió la “O” por una “Y” señalando que ése es el mejor enfoque para la región. “En el sudeste de Buenos Aires el cultivo de girasol no se vio tan desplazado por la soja como ocurrió en otras regiones del país y esto es debido a las ventajas que ofrece mantener a lo largo del tiempo un equilibrio entre las diferentes alternativas de producción”.
Calviño señaló en primer término que mantener al girasol y también a la soja en la rotación tiene la ventaja de mantener diversificados los períodos críticos. “Mientras que para la soja son muy importantes las lluvias de febrero, para el girasol lo son las de diciembre y enero”, dijo.
Además, explicó que la inclusión del girasol en la rotación permite cortar el ciclo de malezas y enfermedades que son típicas de los lotes con monocultivo de soja, a la vez que ofrece la posibilidad de rotar los principios activos utilizados para el control de malezas.
Entre otras ventajas, Calviño señaló que el girasol permite reducir la cobertura en los ambientes maiceros y funciona como un excelente antecesor de los cultivos de granos finos (“con los cuidados que requieren en los años secos los cultivares CL”, aclaró) y de praderas en los planteos mixtos.
“Además –agregó Calviño-, el girasol se cosecha antes que la soja y esa es otra gran ventaja, a la que hay que agregar que ahora está beneficiado por el esquema de retenciones de las que el girasol quedó liberado. En la soja, se espera que el 30% actual baje al 25% para el próximo año”.
El asesor demostró que para los principales ambientes productivos del Sudeste (con potenciales altos y medios), los márgenes netos del cultivo de girasol superan a los de la soja. En buena medida esto se debe a que el precio interno de la soja está en desventaja por las retenciones. Pero puso un toque de atención al decir: “mientras que el mercado de soja es casi transparente, la falta de un precio futuro del girasol genera incertidumbre”.
Residualidad
El Sudeste no escapa al problema de las malezas resistentes. Patricia Diez de Ulzurrun, de la Cátedra de Botánica Agrícola de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Mar del Plata (UNMdP), señaló que se suman casos que siguen complicando el panorama agrícola. “Los primeros problemas de la región aparecieron con el raigrás resistente al glifosato que luego fue sumando otras resistencias –explicó-. Luego siguieron las crucíferas como el nabón, y ahora tenemos malezas emergentes como la `cerraja` que es problema en los barbechos de girasol, y el Amaranthus palmeri que ya se encuentra en lotes del Sudeste y al que debemos prestar mucha atención porque una planta puede diseminar 400 o 500 mil semillas”. La especialista indicó que se deben utilizar todas las herramientas disponibles, sin descartar la extracción manual, para evitar que estas especies incrementen su presencia.
Frente a la intensificación del control de las malezas aparecen problemas de residualidad, o carryover provocados por algunos herbicidas. Este efecto se mide por el tiempo que un producto permanece activo en el suelo con concentraciones fitotóxicas para las plantas. Al respecto, Francisco Bedmar, de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNMdP, explicó que “el girasol es una especie muy sensible a cualquier tipo de herbicida, inclusive a los recomendados para el mismo cultivo”.
El especialista enumeró las estrategias para impedir o atenuar los problemas derivados de la residualidad de los herbicidas. Bedmar enfatizó la necesidad de realizar convenios de alquiler en los que queden asentadas las aplicaciones anteriores de herbicidas residuales. También remarcó que se deben respetar las dosis aprobadas y las restricciones sobre las rotaciones de cultivos, a la vez que al planificar las aplicaciones de herbicidas se deben tener en cuenta los cultivos futuros que se sembrarán en el lote.
Otros aspectos destacados por Bedmar fueron considerar las condiciones climáticas –especialmente lluvias y temperaturas- entre la aplicación de los herbicidas y la siembra de los cultivos. También indicó que “se deben rotar los modos de acción de los herbicidas para impedir el incremento de la acumulación” (stacking). Por último, indicó que se debe tener en cuenta la posibilidad de laboreo para `diluir` el herbicida, la siembra de cultivos tolerantes y la realización de bioensayos o análisis químicos para conocer la situación de cada lote.