Tanto el uso de energías renovables como no renovables tiene consecuencias perjudiciales sobre los organismos, el agua, el suelo y/o el aire. La comunidad internacional le ha prestado una atención prioritaria al calentamiento global y a su causa principal: la emisión de gases de efecto invernadero (GEI). En este sentido, el uso de biocombustibles en lugar de combustibles fósiles parecería ser ventajoso, pero el desmonte, la tala y quema de bosques o el reemplazo de pastizales naturales o de cultivos agrícolas para implantar cultivos energéticos tendría consecuencias ambientales de importancia.
Este señalamiento fue realizado a SLT por Santiago Verón, profesor del Departamento de Métodos Cuantitativos y Sistemas de Información de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA). Verón nos recordó que el calentamiento global es un hecho: según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, la temperatura media del planeta subió 0,85 ºC entre 1880 y 2012, y este aumento se relaciona de manera directa con la emisión de GEI (como el dióxido de carbono) liberados al ambiente principalmente por actividades humanas como la quema de madera y de combustibles fósiles.
“Es comprensible que se le preste tanta atención al calentamiento ya que sus efectos están medidos: el área cubierta por hielo ha disminuido, el mar sube 1,7 mm por año, las catástrofes climáticas son más frecuentes y los rendimientos de los cultivos se ven afectados. Por eso, la presión internacional tiende al uso de energías más amigables con el ambiente como los biocombustibles”, nos explicó Tamara Propato, docente del Dto. de Métodos Cuantitativos y Sistemas de Información (FAUBA) y autora, junto a Santiago, del artículo “La matriz energética argentina y su impacto ambiental”, publicado en la revista Ciencia Hoy.
“Actualmente existe un gran debate en la comunidad científica acerca de los efectos colaterales que surgen de la implantación de cultivos energéticos. Se los llama cambios indirectos en el uso del suelo (ILUC es su sigla en inglés). No es que los cambios estén motivados directamente por estos cultivos, sino porque al ser implantados, reemplazan actividades productivas o las desplazan a otros ecosistemas que no estaban dominados por el hombre, como pastizales, montes y bosques”, le comentó el investigador a SLT.
Efectos indirectos del uso de biocombustibles
Los biocombustibles serían más amigables con el ambiente que los combustibles fósiles ya que su uso permitiría disminuir la concentración de CO2 en la atmósfera. Sin embargo, esta ventaja podría perderse al tener en cuenta los efectos colaterales negativos que surgen de su producción. “Para producir cultivos energéticos es necesario cambiar el uso que se le da al suelo. Deben cultivarse en campos antes usados para producir alimentos. Como la producción de alimentos es muy necesaria, debe ser en parte desplazada a otras tierras no-productivas, eliminando pastizales y desmontando (y quemando) arbustales y bosques. Dado que éstos absorben grandes cantidades de CO2, y que la quema devuelve este gas a la atmósfera, el efecto final del mayor uso de etanol o biodiesel podría ser menos beneficioso, en términos de GEI, que lo que se estima sin considerar el ILUC”, le explicó Santiago a Sobre La Tierra.
Pero los ILUCs incluyen otros efectos indirectos que, hasta el momento, parecen no ser tenidos en cuenta, y así nos lo cuenta Tamara: “Existe muy poca información disponible acerca del impacto ambiental del uso de distintas fuentes de energía. Los más investigados tienen que ver con el uso del agua y el calentamiento global, pero muy pocos han cuantificado los efectos indirectos del uso de distintas fuentes de energía sobre, por ejemplo, la pérdida de calidad de hábitats (por fragmentación del paisaje), la pérdida de biodiversidad y de servicios ecosistémicos, la modificación de los ciclos del agua y del carbono, y la erosión y el empobrecimiento de los suelos, entre otros aspectos”.
La medición, un desafío
Para Propato, la cuantificación de los impactos indirectos es muy compleja, y esa dificultad se relaciona con la manera de expresar el impacto. Por su parte, Verón, quien también es investigador del CONICET y del INTA, nos cuenta que una dimensión clave en términos de impacto ambiental del uso de energías fósiles vs. renovables es el área asociada a la producción de cada una: “El impacto sobre el ambiente lo podemos estimar como el producto entre la energía generada por unidad de área y la superficie afectada a la producción de esa energía. Por lo general, encontramos que el petróleo o el gas natural tienen un impacto bajo porque si bien generan mucha energía, alteran un área relativamente pequeña. Con los biocombustibles sucede lo contrario: generan menos cantidad de energía por unidad de área, pero su producción demanda una superficie elevada (una cantidad muy grande de hectáreas). El impacto ambiental, en este caso, sería enorme. Y lo más preocupante: en nuestro país, esto aún no ha sido cuantificado”.
“Actualmente, en la Argentina hay muy pocos estudios que describen los impactos ambientales de la generación de energía, más allá de la emisión de GEI, del uso de agua y, en menor medida, de la biodiversidad —advierte Santiago. Nuestra propuesta es cuantificarlos. Tal vez no le prestamos atención a la superficie involucrada en la generación de energía por cuestiones histórico-culturales asociadas a las dimensiones de nuestro país. En Argentina usamos principalmente gas natural ya que tenemos grandes reservas. Pero no son infinitas. En las próximas décadas deberemos tomar decisiones trascendentes en materia energética, y en ese momento va a ser fundamental contar con la información necesaria, sobre todo en un contexto internacional que presiona hacia la intensificación de la utilización de fuentes renovables”. (Prensa Fauba)