El estrés por sequía es una de las principales amenaza para los cultivos debido a que provoca la pérdida de millones de toneladas de granos en todo el mundo. Por esto, el equipo de investigadores Fisiología del estrés hídrico y térmico del Instituto de Fisiología y Recursos Genéticos Vegetales (IFRGV) del Centro de Investigaciones Agropecuarias (CIAP) del INTA trabaja en el desarrollo de herramientas fisiológicas y bioquímicas para la identificación temprana de genotipos de soja que resistan ante la falta de agua.
María Carla Guzzo, especialista de esa unidad del INTA en Córdoba, aseguró que “es fundamental estudiar cómo funciona el cultivo de soja para poder desarrollar estrategias de identificación temprana de cultivares con tolerancia diferencial a la sequía”.
“Nuestra meta es encontrar genotipos tolerantes y conocer qué mecanismos y criterios de selección son los que se relacionan con esa tolerancia bajo el estrés por sequía, para que puedan incluirse en un programa de mejoramiento vegetal de soja”, señaló Guzzo.
Según Guzzo, el trabajo busca determinar criterios y parámetros de fácil medición, y bajo costo. Para esto, “desarrollamos un sistema experimental modelo en cámaras de crecimiento, con fotoperíodo y temperatura controlados”.
El estrés por sequía se desarrolló mediante la suspensión de riego de la maceta, sobre dos genotipos de soja comerciales designados genotipo 1 (G1) y genotipo2 (G2). El ensayo se realizó en cámaras de crecimiento controladas, con un fotoperíodo de 16 horas luz y 8 de oscuridad y bajo condiciones controladas de temperatura. Así, el estrés por sequía se obtuvo mediante la suspensión de riego de la maceta para llegar a un 50, 30 y 15 % de agua en el suelo.
Según Guzzo: “El sistema experimental modelo nos permitió analizar cómo la falta de agua afecta a un genotipo determinado y cómo varía entre los genotipos a través de los parámetros de crecimiento como: peso seco, peso fresco, altura y superficie foliar”. Y agregó: “En nuestro estudio el G1 mostró mejor crecimiento en sequía comparado con el G2”.
En cuanto a la observación de los parámetros bioquímicos, Guzzo señaló: “Habitualmente, bajo condiciones de estrés, las plantas desarrollan diferentes estrategias de adaptación. Así, ante la falta de agua por ejemplo, la planta activa su sistema de defensa donde promueve cambios en el sistema antioxidante para contrarrestar el daño y evitar la muerte de las células”.
De acuerdo con la especialista del INTA, durante la evaluación se observaron aumentos en el sistema antioxidante enzimático y prolina–un aminoácido que actúa como regulador osmótico– del genotipo G1, lo que “nos permite proponer la participación de estas moléculas en la tolerancia observada al estrés por sequía en estas plantas”.
“Estos ensayos nos permitieron determinar que el genotipo G1 es resistente al estrés por sequía, y que G2 es susceptible”, explicó Guzzo.
En el marco de un trabajo interdisciplinario realizado en el campo experimental de la Facultad de Agronomía en Zavalla de la Universidad Nacional de Rosario, a cargo de José Rotundo, investigador del Conicet, se comprobó la resistencia del genotipo G1 a estrés por sequía en etapa reproductiva.
“Allí, el genotipo resistente mostró un rendimiento de los granos un 16 % superior y un incremento de la biomasa del 23 %, en comparación con el genotipo susceptible”, explicó Guzzo quien agregó: “Estos resultados nos permiten confirmar la tolerancia observada en condiciones controladas”.
“Trabajamos en la integración de los resultados desde el laboratorio al campo, para lo que desarrollamos estrategias fisiológicas que nos permitan identificar genotipos de soja que resistan la sequía y que puedan aprovechar en forma más eficiente el agua, para optimizar la producción y la calidad de los cultivos”, concluyó Guzzo.
El trabajo a campo fue realizado en el marco de los Programas Nacionales Agua y Cereales y Oleaginosas del INTA. (Fuente: INTA)