Así lo indicó Alberto Quiroga, investigador del Grupo de Suelos y Agua de INTA Anguil y del Programa Nacional de Agua del INTA.
Desde la antigüedad se trató siempre de “copiar el método de la naturaleza”, reconociendo qué atributos o características tenían las especies vegetales nativas que dominaban en un determinado ambiente. “Una agronomía que se distancie de esos atributos seguramente tendrá que enfrentar más situaciones de conflicto”, alertó Quiroga.
Por ejemplo, en la región pampeana, con lluvias promedio de 1000 milímetros anuales, las gramíneas nativas dominantes consumían unos 1200 milímetros tenían raíces de 3 a 5 metros y la relación biomasa de raíces/ biomasa aérea era de 4 a 6. La agronomía actual predominante consume unos 500 milímetros al año con plantas que tienen raíces de 1,5 a 2,0 metros y relaciones raíz/parte aérea que se aproximan a 1,0.
“Con ello hemos pasado a consumir la mitad de lo que llueve, utilizamos la mitad del perfil y la cantidad de raíces parece insuficiente para abastecer con agua la parte aérea en periodos de altas temperaturas”, explicó el investigador.
Asociado con esos cambios aparecen otros conflictos como el ascenso de napas, de sales, pérdida de macroporosidad con mayor encharcamiento, distribución desuniforme del agua de lluvia en el perfil, menor transitabilidad, mayor lixiviación de nutrientes y erosión.
“Una situación similar se comprueba con la intensificación ganadera, donde el encierre a corral y el pastoreo mecánico (exportación de forraje del lote) permiten inferir cambios importantes en el complejo de intercambio, reacción del suelo, dinámica de algunos nutrientes, balance de Materia Orgánica y propiedades físicas asociadas a la misma”, indicó Quiroga.
Los ambientes naturales son polifíticos, con especies que se adaptan a distintas situaciones, tienen un consumo más distribuido de nutrientes en el tiempo y en profundidad (amplio rango de variación de periodos críticos y profundidades de extracción también variables dado por las diferentes especies).
“Con la rotación de pasturas perennes y cultivos anuales nos parecíamos un poco más al método de la naturaleza. Durante el ciclo de las pasturas polifiticas recuperábamos condiciones, mientras que durante el período de cultivos anuales nos alejábamos de esa estrategia. Los planteos con predominancia de monocultivo (no necesariamente más intensificados) tienen concentrado los consumos de nutrientes en tres meses y luego en seis a ocho meses no se consume nada. ¿Qué pasa con los nutrientes de mayor movilidad, con las malezas, la cobertura, la erosión, el balance de carbono?. ¿Los efectos son los mismos en todos los ambientes? ¿En cuánto tiempo se manifiestan estos efectos?”, preguntó Quiroga.
“Resulta clave entonces diferenciar ambientes con distinto potencial productivo. En cada uno de ellos deberían reconocerse las mejores combinaciones genotipo-ambiente-manejo, los principales factores que la condicionan y los conflictos entre el sistema de producción implementado y los recursos naturales, agua y suelo”, añadió.
El investigador del INTA dijo que reconocer y jerarquizar los factores que generan variación de rendimiento es el paso inicial de una agronomía inteligente. En una segunda etapa es necesario categorizar cada factor a través de su rango de variación, estableciendo valores críticos para la toma de decisiones. En una tercera etapa, estos aportes disciplinarios (frecuentemente reduccionistas) deben ser integrados para poder abordar problemas complejos que tienen lugar en los sistemas de producción.