“El alimento es lo más sensible que tiene la humanidad, y casi 1.000 millones de seres humanos se van a dormir sin comer. Es nuestra responsabilidad, producimos alimentos y el mundo nos interpela”, dijo Alfredo Paseyro al iniciar el panel. Y resaltó que “el maíz nos dio una amistad estratégica con Estados Unidos y Brasil, con los que ya hace casi diez años conformamos Maizall, para asegurar la provisión de alimentos al mundo cuando no imaginábamos ni una pandemia ni una guerra”.
Presente de manera virtual, el ministro de Agricultura de Brasil, Marcos Montes Cordeiro, se refirió a la seguridad alimentaria global y a la preocupación sobre cómo la guerra en Ucrania afectó la oferta mundial de granos, además de desestructurar profundamente las cadenas globales de suministro de commoditties, y que insumos esenciales como los fertilizantes estén expuestos a la escasez y al aumento de precios. “Como mayor productor y exportador de alimentos del planeta, Brasil está más que preparado para hacer su aporte como proveedor confiable de alimentos”, dijo, y recordó que, durante la pandemia, el país fue capaz de aumentar la producción y exportación agrícola. Brasil es uno de los pocos países del mundo capaces de incorporar áreas productivas cuidando la sustentabilidad, y de consolidarse como pilar de las cadenas globales de alimentación, consideró.
Al respecto, Paseyro agregó que Montes Cordeiro y Domínguez acordaron una “agenda prioritaria” para lograr el autoabastecimiento regional de fertilizantes. Además, recordó que, en los años ’70, Brasil era importador de alimentos y requería subsidios, y que en esa transformación que le permite producir hoy alimentos para más de 1.200 millones de personas tuvo un gran papel Alysson Paolinelli, indicado como candidato al Premio Nobel de la Paz, y “amigo de Maizall”.
Tom Vilsack, secretario de Agricultura de Estados Unidos, de visita en Tokyo, estuvo presente a través de un mensaje que fue leído por la consejera agrícola de la Embajada estadounidense en la Argentina, Rachel Bickford. El discurso subrayó cómo la invasión rusa a Ucrania afectó no solo al pueblo ucraniano sino también la seguridad alimentaria de los países del Medio Oriente y del Norte de África. “Rusia está usando los alimentos como arma y afectando al resto del mundo”, dijo, pero la comunidad agrícola es resiliente y resolverá la inseguridad alimentaria “a través de acciones conjuntas”. Como ejemplo, citó la declaración conjunta de la Argentina, Brasil, Canadá, Estados Unidos y México en la reciente Cumbre de las Américas sobre la necesidad de superar la inseguridad alimentaria garantizando la provisión de insumos y fertilizantes.
Vilsack no se privó de condenar, como lo hizo también la reciente Conferencia de Ministros de la OMC, las restricciones a las exportaciones, que “hacen que la situación empeore”. Como fuerzas positivas destacó las herramientas biotecnológicas para combatir plagas y enfermedades y proveer alimentos nutritivos, y reiteró el pedido de que los gobiernos apliquen “medidas basadas en la ciencia”, elogiando las acciones de la Argentina, en línea con Estados Unidos, “para promover la adopción de productos biotecnológicos”.
El funcionario norteamericano recordó que la Argentina, Brasil y Estados Unidos son los grandes exportadores mundiales de maíz, con Ucrania en cuarto lugar; pero agregó que, en la campaña 2022/23, por la guerra, la producción ucraniana se reducirá de 15 a 9 millones de toneladas, y los suministros de la Argentina y Brasil serán importantes para reducir esa brecha.
Paseyro recordó que, según las Naciones Unidas, la población mundial será en 2050 de 9.800 millones de personas, con gran parte del aumento en el sur de Asia y en África, y que la producción mundial deberá aumentar en medio de un clima más desafiante, sobre la base de innovaciones basadas en la ciencia, como los eventos biotecnológicos y la edición génica.
El panel lo cerró el ministro argentino Julián Domínguez, que se refirió al maíz como “la estrella de este tiempo”. El ministro de Agricultura argentino adelantó estimaciones de su cartera según las cuales, a pesar de las consecuencias de la sequía, la actual campaña maicera tendrá “mejores resultados que lo previsto”.
Destacó también la centralidad del productor: “Si hay un clima de esperanza y vitalidad e incorporación de tecnología, le va bien al resto de la cadena”, dijo, y subrayó la “institucionalidad agrícola” argentina, por la amplia presencia en el territorio de entidades del agro, como las rurales, el INTA, el SENASA, las facultades de Agronomía y Veterinaria, las escuelas técnicas y los colegios agrícolas de todo el país, entre otras.
La centralidad del productor y la institucionalidad agrícola, dijo, hacen que la Argentina esté preparada para “un tiempo bisagra”, que, además, el agro comprende más que otros sectores de la economía debido a su “alta sensibilidad para percibir los cambios a nivel global”. Un escenario, remarcó, en el que la Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay tienen un “destino compartido” y en el que los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) “vuelven a ser determinantes en el escenario global”.
Domínguez indicó también que, a pesar del actual escenario de inseguridad alimentaria a causa de la guerra, las exigencias de trazabilidad y ambientales vinieron para quedarse. Precisó que en la Argentina ya hay más de 2.000 empresas que están certificando producción en diferentes cadenas, y que en agosto, en un encuentro, su cartera buscará alcanzar un protocolo común de buenas prácticas y de certificación para todo el país. Una “pedagogía de la certificación nos daría valor económico diferencial”, afirmó.
La guerra en Ucrania, dijo Domínguez, produjo un “extraordinario desbarajuste”, pero la Argentina hará un extraordinario aporte de producción. La contracara son los problemas de provisión de combustibles, reconoció, pero afirmó que “ni la siembra ni la cosecha del segundo semestre están comprometidas; el combustible está garantizado para siembra y cosecha”, aseguró. Además, precisó que, en lo que va del año, la Argentina importó 900.000 toneladas de fertilizantes, no tanto menos que las 950.000 toneladas de igual período de 2021. “Tenemos problemas, pero sería una chambonada que falten fertilizantes para esta campaña; nos zambullimos en los problemas para poder resolverlos”, aseguró, y visualizó un “horizonte más tranquilo al respecto”.
Para él, el nuevo escenario promete un horizonte de inversiones para asegurar “reservas de proteínas” que tendrán “un valor como nunca antes” tuvieron, ya que la actual “es la guerra de las proteínas”.
El ministro concluyó reiterando la “oportunidad histórica” que el nuevo escenario alimentario mundial brinda a la Argentina, para lo cual será necesario discutir los temas del sector separando “la discusión político-partidaria de los intereses reales de la Nación”. En definitiva, dijo, “el productor reclama previsibilidad: lo que quiere es trabajar tranquilo, hasta donde le da la nafta; no se puede estar discutiendo todos los días el escenario de inversión y producción”.
“Sueño con ser el ministro que cierre la grieta que se abrió en el sector. La Argentina necesita a los productores; somos complementarios, parte de un destino común”, remarcó Domínguez. Reiteró las “altas expectativas” sobre la actual campaña, su fe en que lleguen “las lluvias que el sector necesita”, y le agradeció a la cadena maicera “ser la niña bonita del sector agrícola en este momento”.