El pediatra Jorge Gaute no para un minuto. Por las mañanas cumple con su rol de secretario de Salud en el partido de Alberti, municipio del norte bonaerense que tiene once mil habitantes, y por la tarde ejerce la práctica médica en su consultorio. Aunque vive en un enclave esencialmente rural y conoce bien la problemática de su pago, prefirió concentrarse en su profesión antes que en cualquier práctica agropecuaria. Fue director del hospital local y conoce cada hendija significativa en la salud pública del municipio, como corresponde a todo funcionario responsable.
Gaute fue promotor de una interesante iniciativa. Corría 2013, y se extendía por todo el país una ola de debates acerca del uso de los agroquímicos. Ante una inquietud de vecinos preocupados del barrio FONAVI (que lindaba a un campo en producción en el que se utilizaban agroquímicos), el municipio se contactó con las autoridades provinciales.
“Hicimos un estudio bastante grande para un lugar como Alberti junto con el Ministerio de Salud,para saber si algún vecino podía tener alguna patología relacionada con el uso de glifosato, que era el producto que más se utilizaba”, recuerda el médico.
Por aquel entonces, el popular herbicida tenía muy mala prensa, más fundada en el prejuicio que en datos reales. “Por eso, nuestro estudio incluyó un importante cuestionario que técnicos del Ministerio llevaron adelante con más del treinta por ciento de los vecinos del barrio”, explica Gaute. “No sólo preguntaron a los albertianos acerca de los agroquímicos, sino también sobre el uso de insecticidas y de otros productos domésticos potencialmente peligrosos, que se emplean en forma indiscriminada y de los cuales no hay mucha conciencia”, agrega.
El funcionario explica que el proceso llevó una jornada entera, con una batería de preguntas muy específicas a los habitantes locales, a quienes además se les extrajo sangre y se les pidió una muestra de orina.
“Llevamos los análisis a otro partido, a Pergamino, ya que queríamos saber si había glifosato en las muestras y aquel hospital era el único en la provincia que hacía ese análisis”, recuerda.
El relevamiento dejó conclusiones categóricas. Relata el secretario de Salud de Alberti: “Los resultados fueron bastante buenos, porque no tuvimos alteraciones en sangre ni repercusiones en el organismo por el glifosato. En cuanto a la orina, pasó exactamente lo mismo: No hubo presencia del herbicida. Se pidió que viniera una técnica de Bragado, una ciudad vecina pero de otro municipio, para que todo fuera imparcial. Se llevó todo a analizar a otro lugar, y no a un laboratorio local, para que no quedaran dudas”, aclara.
Según describe Gaute, los resultados sobre la salud de la población fueron buenos porque los productores de los campos lindantes al barrio habían tomado todas las precauciones necesarias al utilizar los agroquímicos o también conocidos como productos fitosanitarios: “Tenían en cuenta la incidencia de los vientos en el momento de fumigar, se mantenían alejados de los cursos de agua, etcétera. Fíjese que en ese mismo campo, cuyos efectos relevamos hace cinco años, el dueño de la tierra hizo después dos casas para sus hijos. Nadie manda a vivir a los suyos a una tierra contaminada”, reconoce.
“En el hospital no tenemos casos de gente que haya tenido problemas por manipular agroquímicos. A lo mejor, antes de que surgieran todas las precauciones actuales, quizás pudo aparecer alguna excepción en personas mayores, con otras patologías de base”, recuerda el funcionario.
“Si nos remontamos a treinta, cuarenta años atrás, seguramente debió haber existido algún tipo de patología, porque en el campo la gente manejaba los agroquímicos con la mano desnuda -sin equipos de protección personal-. Ahora es totalmente distinto, tienen mucha precaución, muchos elementos, indumentaria adecuada y un marco normativo muy diferente”, reconoce.
Este año, a requisitoria del ministerio provincial, la secretaría de Salud de Alberti elaboró un informe sobre el tema, en su condición de pionero en este tipo de estudios en municipios chicos. “Sería bueno repetir el relevamiento de aquí a dos años, para poder comparar resultados y ver la evolución, porque la información derrumba prejuicios”, se entusiasma Gaute.
Un testimonio que ratifica que las buenas prácticas agrícolas no son una utopía, son reales y son la clave para una agricultura sustentable.
Fuente: CASAFE