Tras una semana con fuertes subas de los dólares financieros y paralelo y un programa de incentivos al sector agroexportador que apuntaba a recuperar reservas y, hasta el momento, sigue sin reaccionar, crecen las expectativas de un inminente ajuste cambiario, antes de la llegada del nuevo gobierno. El sector ganadero, como todo sector productivo, no es ajeno a estas expectativas y lógicamente intentará tomar posición ante este escenario.
¿Pero cómo encuentra a la ganadería este momento crucial?
Lamentablemente la combinación de la seca con un proceso inflacionario devastador para la producción, está generando en varios sectores una fuerte descapitalización.
Si analizamos los precios de la hacienda en términos reales en los últimos 12 meses, vemos un importante deterioro en los valores, especialmente en aquellas categorías de invernada afectadas de manera más directa por el factor climático.
Tomando valores a marzo -medido en términos reales- las categorías de hacienda terminada para faena perdieron en promedio entre un 20% y 30% interanual. En tanto, aquello que vende directamente el criador como la vaca flaca o los terneros y que, bajo este contexto, gran parte de esa salida es forzada por la seca, ha perdido mucho más; la vaca de flaca perdió 43% mientras que el ternero de invernada, más de un 30% interanual.
La realidad es que el sector pasó de precios muy buenos registrados hasta marzo-abril del año pasado, impulsado por precios internacionales récord y un mercado interno relativamente sostenido, a una situación que muchos llaman ‘la tormenta perfecta’ donde del contexto internacional cambió diametralmente, la economía local no dejó de deteriorarse afectando fuertemente el poder de compra del consumidor local y, sobre males, devino una de las secas más severas de las últimas décadas.
Si bien en este contexto todas las categorías pierden valor, la seca terminó de inclinar la balanza castigando más duramente a la hacienda liviana.
En los tres primeros meses del año, salieron de los campos de cría 2,8 millones terneros, esto es un 23% más que en igual trimestre del año pasado. Medido sobre el stock inicial recientemente conocido, significa un 18,5%, 3 puntos más que el porcentaje de traslados registrado a igual fecha, un año atrás.
En el mismo período, los feedlots recibieron 1,38 millones de animales -considerando todas las categorías, un 26% más que el año pasado.
En este sentido, a pesar del fuerte incremento que han sufrido todos los costos, los números para el feedlot resultan más favorables que lo registrando un año atrás. En el caso de maíz, el incremento de este insumo básico en pesos ronda el 70% interanual, contra una inflación que supera los 100 puntos. Por otra parte, el otro gran componente de la estructura márgenes de es la denominada relación de compra-venta, la cual en este contexto de sobre oferta de invernada, resulta muy favorable para el engordador.
La relación actual ternero-gordo se sitúa en promedio un 20% más barata que el año pasado, ubicándose por primera vez desde 2019 ligeramente por debajo de 1, es decir que el valor del ternero resulta inferior al valor del novillito terminado.
Esto lleva a los feedlots a una situación muy favorable frente al escenario esperado, al ingresar con un elevado nivel de stock. De acuerdo a los datos del SENASA, al 1ro de abril los corrales registraban existencias por 1,819 millones de cabezas, un 20% más que a igual fecha un año atrás.
En el caso de la cría, si bien la pérdida de valor del ternero genera una fuerte descapitalización por animal logrado, lo cierto que es muchos campos donde se ha logrado recuperar reservas están hoy recibiendo parte de estos terneros y vacas expulsadas de las zonas más afectadas, capitalizándose así por número de cabezas.
Así las cosas, un escenario con varios cambios por delante, en medio de un año electoral, las expectativas de cambio de ciclo obligan al productor-empresario a posicionarse frente al escenario esperado.
Si analizamos a la ganadería en su conjunto, los últimos datos del stock ganadero al 31 de diciembre del año pasado muestran cambios muy saludables en la composición, más vacas, más terneros, mayores tasas de destete aparente, indicadores que permiten proyectar una recuperación más veloz tras los efectos de la seca.
Sin embargo, no siempre los grandes números se ajustan a las realidades individuales. Lo que para muchos este año puede ser un momento bisagra para el despegue de su ganadería para otros podría representar una pérdida de capital difícil de recuperar.