En efecto, en los últimos días hemos visto valores para la hacienda liviana en Liniers superar los $300 tanto en machos y hembras, avanzando entre un 5% y un 6% semanal. Estas mejoras representan una corrección en el precio de la media res en gancho, que se deberá trasladar a los mostradores en los próximos días.
Recordemos que el año pasado, tras varios meses de retraso, la hacienda gorda corrigió entre noviembre y diciembre en más de un 20%, ajuste que se trasladó plenamente al mostrador durante los últimos meses del año. Sin embargo, en enero, el precio de la carne ajustó sólo un 2,5% quedando por debajo del 4,9% de la inflación del rubro alimentos.
La expectativa hoy esta puesta en la reacción de los consumidores ante este nuevo aumento, tratando de analizar cuán resistente se presentará la demanda, al actual nivel de consumo.
Por el lado de la oferta, la situación es clara y contundente. Estamos ante una escasez de oferta que se viene registrando desde el año pasado y que, por efecto de la seca, se acrecentará este año con impactos que seguirán presentes en al menos los próximos dos ciclos ganaderos.
Este año tanto las invernadas pastoriles como los sistemas de engorde a corral se enfrentarán a un escenario muy adverso. En el caso de los sistemas extensivos, aun aquellas zonas pampeanas donde la situación es menos acuciante y las lluvias recibidas ya permiten proyectar siembras tempranas de algunos verdeos, hoy sufren una baja en el nivel de reservas forrajeras que, en muchos casos obliga a reducir temporalmente las cargas. Pero también encontramos una realidad más apremiante como es la que viven hoy campos de cría del norte -mucho más extrema hacia el NEA- donde la salida de los campos resulta inminente, con invernadas más livianas, mucha vaca flaca y menor reserva para reposición.
Por el lado del feedlot, la situación no es menos alarmante. El efecto de la seca ha golpeado muy fuertemente el rendimiento de los cultivos de siembras tempranas, por lo que se teme genere un faltante importante en la oferta de granos de los primeros meses hasta tanto ingrese la cosecha tardía. Si bien la relación ternero/gordo se encuentran mucho más acomodada tras esta última suba (1.10), no deja de ser un ajuste estacional cuya mejora comenzará a erosionarse a medida que avance la zafra y vuelvan a afirmarse los valores de la invernada.
En este contexto, la escasez que se venía dando el año pasado, con una caída del nivel de faena de más 1 millones de animales, hoy se ve de manera muy marcada en los números de faena del primer mes del año.
Enero registró la faena más baja -para ese mes- de los últimos 7 años. Con un total de 971.596 animales faenados en el mes, un 2,6% inferior incluso a la de enero pasado, la producción de carne se restringe a unas 222 mil toneladas que, descontado lo que habría llevado la exportación (65 mil toneladas), reduce el consumo a unos 41kg per cápita, en su cálculo mensual.
Aun así, todo indica que el consumidor ya se está acercando a un piso de ingesta del cual se resiste a bajar, a pesar del aumento del precio de la carne.
El año pasado, el consumo se redujo en apenas 2,5kg per cápita, equivalentes a una caída del 5% anual, al pasar de un promedio anual de 50,4 a 47,8kg per cápita. En tanto que, el precio de la carne -medido en moneda constante- aumentó un 11% interanual. Si tomamos los dos últimos años, desde inicios de la actual Administración, el precio de la carne -en términos reales- aumentó un 40% mientras que el consumo per cápita se contrajo en un 7,5%, en igual período.
Esto implica que el monto anual que el consumidor local destina a la compra de carne vacuna ha ido aumentando en los últimos años, en una clara resistencia a resignar mayor nivel de consumo. En 2021 el gasto total estimado en consumo de carne vacuna -medido siempre en moneda constante a enero de 2022- ascendió a $3.407 mensuales. En 2020, ese monto fue estimado en $2.942 mensuales, es decir un 16% más en términos de presupuesto mensual por habitante.
Esta tendencia de mayor gasto destinado al consumo de carne vacuna se verifica en los últimos tres años lo que permite vislumbrar un piso, que podríamos estimar en torno a los 48 a 50 kg de ingesta per cápita, del cual el consumidor argentino no estaría dispuesto a bajar.
En concreto, enfrentamos un año en el cual nuevamente resultará escasa la hacienda gorda, donde la demanda interna -a pesar de su debilidad de compra- se resiste a seguir residiendo consumo y una exportación que, aun en medio de las restricciones vigentes, goza de excelentes valores internacionales que no querrá desaprovechar
Todo ello, en un contexto de inflación creciente que presiona al alza el costo de los insumos y una brecha cambiaria que obliga al productor a resistir en el negocio, evitando la descapitalización.
Fuente: RosGan