La fecundación in vitro (FIV) es la técnica de reproducción asistida que más se asemeja a la concepción natural. En Argentina, el primer ternero producido por FIV nació en 1994 gracias al esfuerzo de Daniel Salamone y Lino Barañao.
“La FIV es una de las técnicas que se emplean como punto de partida para diferentes experimentos que realizamos. Eso nos ha permitido interactuar con profesionales que trabajan en el campo, con otras necesidades diferentes a las nuestras, tales como resolver cuestiones que tengan un impacto instantáneo en los sistemas productivos”.
Así lo indicó María Inés Hiriart, integrante del equipo de investigación del Laboratorio de Biotecnología Animal de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, durante una conferencia ofrecida en el Congreso Tecnológico CREA.
“Hemos encontrado, a partir de la interacción multidisciplinaria, el momento de capitalizar estos veinte años de experiencia en FIV, intentando contribuir de manera confiable y responsable al desarrollo del ganado bovino en Argentina”, apuntó la científica.
La FIV consiste en realizar el proceso de fecundación fuera del tracto genital femenino (específicamente en laboratorio). El término “in vitro” (en vidrio) se refiere a los materiales se empleaban inicialmente en el laboratorio y que hoy se han reemplazado por plásticos descartables.
La aplicación de la FIV se basa en la obtención de las gametas (óvulos y espermatozoides), la unión de las mismas para la producción de lo que llamamos embriones y, finalmente, la transferencia del embrión a una hembra receptora de cualquier mérito genético para que lo geste y permita su nacimiento.
Respecto de los óvulos, mediante un procedimiento llamado “Ovum Pick-Up” (OPU) es posible aspirar óvulos de vacas vivas (asistiéndose con un ecógrafo). Esto permite acelerar el proceso reproductivo porque una vaca puede emplearse como donante de óvulos cada semana, además de acortar el intervalo generacional al emplear como “donantes” a terneras o vaquillonas prepúberes, hembras preñadas y en posparto.
Respecto de la contraparte masculina, el semen empleado para FIV es generalmente semen congelado. Y las ventajas se potencian si se emplea semen sexado para determinar el sexo de las crías en función de los objetivos productivos establecidos (por ejemplo: generar sólo hembras para tambos).
Entonces, seleccionados los padres y obtenidas las gametas, de la unión de cada óvulo y de un espermatozoide resulta el embrión, el cual es mantenido en el laboratorio en condiciones controladas durante siete días, hasta un estadio transferible a una hembra receptora con las condiciones necesarias para que cumpla el rol de madre sustituta.
“Los resultados demuestran que con la FIV se obtiene un alto número de embriones y reduce el número de espermatozoides viables necesarios para fecundar en comparación con la inseminación artificial o el servicio natural”, indicó Hiriart.
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