El cultivo de especies leguminosas de granos resistentes a heladas, como los garbanzos, lentejas y arvejas, tiene importantes ventajas en la intensificación de la rotación de los cultivos, además de ayudar en el control de malezas difíciles de diferentes especies. En muchas zonas, la producción de una legumbre en invierno seguida por maíz, fue el catalizador del regreso de esta gramínea a la rotación, colaborando en la nivelación o en la disminución del déficit de carbono que se registraba en las rotaciones de soja sobre soja.
Ahora bien, estos cultivos, una vez adaptados al ambiente productivo, requieren un perfeccionamiento para capturar todas las ventajas de obtener un producto de calidad superior. En cultivos de garbanzo o lenteja, la mejora en el promedio de tamaño de grano puede significar una diferencia de ingreso por tonelada cosechada cercana a los u$s 100. Pero, para lograr este objetivo, se necesitan cultivos sanos y muy bien nutridos, de modo que la relación fuente/destino sea óptima.
El Nitrógeno es fundamental en la nutrición de las legumbres. Es requerido en cantidades que varían entre los 50 a los 70 kilos de elemento por tonelada cosechada. Si bien la mayoría es provisto por bacterias inoculadas en la semilla, la ausencia de elementos como el Zinc pueden conspirar contra la máxima eficiencia de utilización del elemento. Trabajos realizados por INTA muestran que es muy importante la pérdida de este elemento respecto a suelos prístinos en toda el área agrícola central, con lo cual debe ser tenido en cuenta. Lo mismo ocurre con nutrientes como el Magnesio, el Manganeso, el Boro y el Hierro entre otros, siendo este último de especial importancia en el cultivo de lentejas.
La forma más eficiente de lograr la corrección de déficit relativo de estos meso y oligoelementos es a través de fertilizantes foliares. Uno de los de mayor historia y respuesta productiva en estos cultivos fue el tradicional NITROFOSKA, que evolucionó a BASFOLIAR® 25-10-17 SP de COMPO Expert. Su uso permite aportes extra de Nitrógeno, sin interferir en la simbiosis radicular de las bacterias especificas, realizando correcciones relativas de Fósforo y Potasio, que tienen un efecto directo sobre la homogeneidad del tamaño de grano, aporta también Magnesio y Manganeso, que actúan directamente sobre el balance energético de la planta entre su parte aérea y radicular, y también microelementos como Hierro, Cobre, Boro, Molibdeno y Zinc, permitiendo una mejora sustancial del balance nutricional del cultivo, mejorando el cuaje, además de fijar los granos y su tamaño.
Por otra parte, y no menos importante, la fertilización foliar permite una mejor sanidad del cultivo, al evitar plantas débiles que pueden ser afectadas por hongos del suelo comoFusarium oxiosporium y mejora sustancialmente la resistencia del cultivo a las heladas, ya que el mayor nivel de solutos presentes en las células foliares reduce el punto de congelamiento del agua que contienen, permitiendo sortear bajas temperaturas sin mayores daños.