El combo es letal: incremento de los costos de producción, caída de la demanda interna, cierre temprano de las exportaciones y fábricas abarrotadas de fruta y con sobrestocks de jugos. La consecuencia directa es que la mayoría de los productores citrícolas del noreste de Entre Ríos decidieron dejar las frutas en las plantas o, directamente, tirarlas en los basurales. Alrededor del 30% de la fruta de estación, la de este verano, tendrá uno de esos dos destinos.
El presidente de la Federación del Citrus de Entre Ríos (Fecier), Ariel Panozzo Galmarello, tiene la esperanza de que este año sea mejor que el anterior. Pero esa esperanza choca de frente con una realidad muy dura.
“Tenemos esperanza en que 2019 sea mejor que 2018 porque realmente hemos pasado un año duro, muy duro, con una sequía muy fuerte a principios de año, y, sobre mitad de año, con la macroeconomía del país que nos golpeó muy fuerte. Las retenciones no iban a aparecer más y, sin embargo, reaparecieron de golpe, y con costos dolarizados y el combustible –que los productores usamos mucho – por las nubes, el 2018 terminó siendo muy duro, con caídas en las ventas, tanto para la exportación como para el mercado interno”, dijo Panozzo Galmarello en diálogo con Dos Florines.
La mayoría de los productores, contó el presidente de la Fecier, “todavía tiene la producción en las plantas, dejándola perder, porque los números no dan para cosecharla, debido a que no hay ventas. Las industrias, que por ahí suelen ser una salvación, hoy están abarrotadas de frutas, no tienen ventas de jugos, y a la vez, tampoco hay demanda de frutas en el mercado interno”.
La fruta queda en la planta, con los problemas fitosanitarios que eso conlleva, o, lo que es mucho peor, se tira en los basurales.
Panozzo Galmarello, en este sentido, explicó que esta situación tuvo su origen sobre fines del año pasado, con el cierre muy temprano de la exportación, básicamente porque la reinstauración de las retenciones pulverizó la escasa rentabilidad de la cadena. “Sin las retenciones veníamos al límite, incluso trabajando a pérdida, y ahora con las retenciones la cosa se puso peor. Por eso la exportación cerró muy temprano”, remarcó.
Como consecuencia, muchas variedades de verano –como la mandarina Murcott o la naranja Valencia–, quedan en la planta.
El mercado interno registra una caída muy pronunciada, de más del 50%, mientras la industria, que también padece con las retenciones y los mayores costos, no pudo exportar más a fines de 2018. La mayoría de las fábricas tienen un stock muy grande de jugo y corren el riesgo de cerrar si ese jugo no se vende pronto. “El productor, como cayó la demanda interna y las fábricas no le reciben la fruta, tomó la decisión de dejar la producción en la planta”, enfatizó el dirigente citrícola.
Además de lo económico, dejar las frutas en la planta es un problema fitosanitario muy grave porque las moscas les hacen un daño muy grande y “el productor no tiene plata para poder curarlas”.
“Va a costar mucho cambiar la realidad actual de esta economía regional tan importante en el norte entrerriano”, admitió Panozzo Galmarello.
– ¿A cuánto asciende hoy el costo de producción de un cajón de naranjas?
– Tenemos un costo de comercialización –cosechar la fruta, llevarla al galpón de empaque, procesarla y llevarla al centro de ventas– que está por encima de los 140/150 pesos el cajón de 20 kilos de fruta.
– ¿Y cuánto les pagan por ese cajón?
– Hoy en el Mercado Central se está vendiendo un cajón de frutas entre 150 y 170 pesos.
– Están ahí nomás… ganan 20 pesos por cajón o apenas salvan el costo.
– Con suerte sí.
Sin respuestas.
Ante este complejo escenario, los citricultores han mantenido numerosas reuniones con funcionarios del oficialismo nacional. Excepto con el diputado nacional Atilio Benedetti –presidente de la Comisión de Agricultura de la Cámara Baja y precandidato a gobernador de Entre Ríos por Cambiemos–, quien según Panozzo Galmarello aún no los ha recibido, los productores han mantenido audiencias con el secretario de Agroindustria, Luis Miguel Etchevehere, y el senador nacional Alfredo De Ángeli (Cambiemos Entre Ríos), por ejemplo, en donde les presentaron carpetas con los problemas que tienen y los pedidos concretos de soluciones urgentes para el sector. “Hemos sido siempre recibidos muy bien, pero las respuestas están lejos de llegar. Ni siquiera hemos recibido una respuesta a algo que venimos pidiendo desde hace años que es el costo tan alto de descarga que tenemos en el Mercado Central. Ni en eso, que es tan simple, hemos tenido una respuesta favorable”, se quejó el dirigente.
Estados Unidos y Brasil.
Panozzo Galmarello, en otro orden, comentó que “todavía estamos muy lejos de exportar nuestros cítricos dulces a Estados Unidos, esa es la realidad. Y lo de Brasil fueron anuncios, fueron títulos, pero nada más”. Criticó también el hecho de que se hiciera “un festejo” porque se concretó, después de muchos años, un embarque de fruta a China. “Se festejó un embarque, uno solo, nada más”, remarcó, y afirmó que “si los números fueran buenos, favorables para el sector, no alcanzarían los barcos para cargar frutas”.
A abundar sobre el presente de la cadena citrícola, Panozzo Galmarello enfatizó que “la realidad es distinta a los anuncios de los funcionarios y a la de los títulos de los medios”, al tiempo que cuestionó “la falta de políticas de Estado que nos den las herramientas que necesitamos para poder sostenernos y ser competitivos porque, realmente, la situación que atraviesan las economías regionales de todo el país, es muy grave”.
“Se están perdiendo muchos puestos de trabajo, muchas hectáreas quedan abandonadas, tuvimos un porcentaje alto de galpones de empaque que se han cerrado. Todo es muy complejo, muy complicado, y parece que los políticos de turno, que conocen la realidad, hacen oídos sordos a los reclamos del sector”, fustigó.
– ¿Cuántos galpones de empaque han cerrado en Entre Ríos?
– Para abril/mayo del año pasado, por la sequía, había arriba de 50 galpones que no habían abierto sus puertas. Después, sobre mediados de 2018, algo mejoró, pero igualmente los números no fueron alentadores porque a lo largo de 2018 hubo unos 60 galpones de empaque que no abrieron.
– ¿Ayudó la devaluación?
– La devaluación es lo que pedíamos, pero los costos internos subieron muchísimo. Si el Gobierno devalúa, para que esa medida sea efectiva para el sector, también tiene que frenar la inflación. Hoy, para ser competitivos, necesitamos un dólar de entre 50 y 60 pesos.
Fuente: Danilo Lima – Portal Dos Florines