Con elevadas tasas de inflación y fuertes pérdidas del poder adquisitivo, el consumo es una de las variables más resentidas bajo este contexto. De acuerdo a las últimas cifras publicadas por el INDEC, al mes de septiembre el nivel de consumo acusaba una baja interanual de 9 puntos, tras 15 meses consecutivos de caída ininterrumpida. El consumo de carnes, en particular, no escapa a esta tendencia. Si bien en los últimos años se ha comportado de manera muy estable fluctuando en torno a los 110 a 115 kg per cápita, resulta llamativa la baja que se proyecta para este año respeto de los niveles promedio del 2018.
En base a los datos reportados hasta el mes de octubre, el consumo total de carnes en 2019 se proyecta cercano a los 110kg per cápita, lo que implicaría una contracción de más de 5kg respecto del nivel promedio de los últimos dos años. Aun así, notamos que la cifra dista significativamente del piso registrado en 2002, cuando producto de una profunda crisis económica y social, caíamos a niveles de 81kg per cápita. A su vez, aún a niveles de 100 kg per cápita, Argentina sigue siendo uno de los mayores consumidores de carnes a nivel mundial, junto a Estados Unidos, Uruguay y Australia.
Sin embargo, analizando la integración de este consumo, vemos que la carne vacuna pierde más que proporcionalmente respecto del pollo y del cerdo cuyos, consumos se mantienen relativamente estables. Pero ¿cuánto de este ajuste responde a cambios en los hábitos de consumo y cuánto a una adecuación del gasto de los hogares? En este sentido, si nos alejamos de la coyuntura actual y nos remitimos al año 2009, vemos que el nivel de consumo total es exactamente el mismo que el proyectado para este año, 110kg por habitante. Sin embargo, la integración de dicho consumo muestra importantes variantes.
Diez años atrás, la carne vacuna representaba el 62% del consumo total mientras que actualmente representa apenas un 47%, es decir ha perdido 15 puntos de participación, de los cuales 9 los capturó el pollo y 6 la carne de cerdo. Dado que este cambio ha sido paulatino, bien podría atribuirse a variaciones en la preferencia de la demanda. Sin embargo, la magnitud de dichas variaciones en el último año nos lleva a analizar qué está sucediendo a nivel del presupuesto de compra del consumidor medio.
Tomando como base el relevamiento de precios minoristas que realiza mensualmente el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA), vemos que el incremento registrado en el precio de la carne tanto vacuna como porcina en los últimos meses, se ha ubicado por debajo de la tasa de inflación. El quiebre de esta tendencia se da precisamente en el último mes relevado –noviembredonde los principales cortes de carne vacuna exhibieron un salto promedio cercano al 10% mensual acumulando una suba interanual del 55,5% contra una tasa de inflación equivalente al 52,1% anual. Para ese mismo mes, el precio del pollo fresco acumulaba un alza interanual del 63,7% mientras que el pechito de cerdo acompañaba la inflación marcando subas del 52%, respecto de noviembre del 2018.
Partiendo de esta misma serie de precios, ponderada por el nivel de consumo mensual de cada tipo de carne, podríamos estimar de manera aproximada cuánto gasta cada argentino en carne, asumiendo los distintos niveles de consumo per cápita. De este modo, en el caso del cerdo, sobre un consumo anual per cápita estimado en 14,6kg, el gasto total proyectado por habitante para el 2019 rondaría los $2900 anuales. Bajo el mismo razonamiento, el gasto destinado al consumo de pollo -sobre la base de 43,2kg per cápita- se ubicaría en torno a los $3.700 anuales mientras que, el consumo de carne vacuna -estimado en 51,9 kg per cápitaimplicaría un gasto total durante 2019 cercano a los $12.400 por habitante. Es decir que, en la compra de estos tres tipos de carne, el argentino promedio gastaría este año unos $19.000 anuales. Comparado con el presupuesto estimado en 2018, el consumidor estaría gastando un 45% más –medido en precios corrientes- respecto de los $13.000 del año previo. Sin embargo, midiendo este mismo presupuesto en valores constantes –neteados de inflación- el gasto medio estimado en consumo de carnes estaría contrayéndose este año en un 3% anual.
Dentro de ello, tanto la carne vacuna como la porcina, verían reducido su gasto anual promedio en un 6% mientras que el consumo de pollo estaría expandiendo su nivel de gasto en un 13% anual. En definitiva, estamos viendo un consumo sumamente golpeado por la pérdida del poder de compra de los salarios, que debe rebalancear su prepuesto a fin de atender las prioridades más urgentes. Precisamente prioridad del nuevo gobierno deber ser recuperar el nivel de ingresos de los argentinos. En este sentido, la reciente suba de retenciones que comenzaría regir tanto para la carne como para otros productos agropecuarios, es poco probable que en lo inmediato se plasme en un ajuste de precios internos. Aun así, el comportamiento reciente muestra un consumidor bastante inelástico a las bajas de precio en términos reales; de hecho, hemos visto meses de consumo en descenso con precios de la carne marcando importantes retrasos contra inflación. Por ello, más allá de congelamientos transitorios o acuerdos generales de precios, la reactivación del consumo debe venir definitivamente de la mano una mejora real del nivel de ingreso.
Fuente: RosGan